Narrativa Española de la Segunda Mitad del Siglo XX: Tendencias y Autores Clave

Narrativa Española de la Segunda Mitad del Siglo XX

Introducción

Tras la Guerra Civil, la literatura española experimentó diversas transformaciones. Estas se pueden clasificar por décadas, en relación con el contexto social:

  • Los 40: Junto a la novela propagandística del régimen, predominó el realismo tradicional, del cual surgió el tremendismo. Este se caracteriza por la crudeza y sordidez de las situaciones, como en La familia de Pascual Duarte (Camilo José Cela) y Nada (Carmen Laforet), ejemplos de realismo existencial. Al final de la década aparece La colmena (Camilo José Cela).
  • Los 50: Persiste el realismo tradicional, pero cobra fuerza el realismo crítico, enfocado en reflejar la realidad social.
  • Los 60 e inicios de los 70: Se renueva la narrativa con un marcado carácter social y un auge del experimentalismo.
  • Desde 1975: Se observa una pluralidad de tendencias, recuperando la importancia del fondo (la historia) sobre la forma (el discurso). Destacan la novela realista, diversos géneros y la novela experimentalista.

Narrativa en el Exilio

La Guerra Civil forzó el exilio de numerosos autores, quienes continuaron su obra con España como tema recurrente. Destacan Ramón J. Sender (Réquiem por un campesino español y Crónica del alba), Max Aub y Francisco Ayala (Muertes de perro).

Los 40: Tremendismo y Realismo

El tremendismo, con su visión descarnada de la realidad a través de personajes en situaciones de violencia, rutina, sufrimiento y aislamiento, define la narrativa de la época. Autores como Gonzalo Torrente Ballester y Miguel Delibes se inscriben en esta corriente.

La familia de Pascual Duarte, de Camilo José Cela, es una autobiografía de un condenado a muerte que refleja la pobreza, la crueldad y la brutalidad de la época.

La colmena, del mismo autor, retrata el Madrid de posguerra con un protagonista colectivo. El lenguaje coloquial, la pobreza y el sexo como vía de escape son sus temas principales.

Nada, de Carmen Laforet, primer Premio Nadal, destaca por su estilo sencillo, su realismo y su testimonio de la España de posguerra en Barcelona.

Los 50: Realismo Crítico

Junto al realismo tradicional (Torrente Ballester con Los gozos y las sombras y Delibes), surgen la novela de fantasía (Álvaro Cunqueiro) y la novela metafísica (Carlos Rojas). Sin embargo, el realismo crítico, que refleja la realidad de la época, es la tendencia dominante.

El realismo crítico incorpora innovaciones como la técnica objetivista, la limitación espacio-temporal, el protagonista colectivo y la estructura fragmentaria. Sus temas, reflejo de la realidad, incluyen la vida diaria, las injusticias laborales, el chabolismo, las limitaciones y la alienación de la clase media.

Dentro del realismo crítico, se distinguen el neorrealismo, centrado en valores éticos y testimonio (Ana María Matute, Jesús Fernández Santos, Carmen Martín Gaite), y la novela social, que denuncia las injusticias (José Manuel Caballero Bonald, Antonio Ferres, Luis Goytisolo, Jesús López Pacheco, Alfonso Grosso).

El Jarama, de Rafael Sánchez Ferlosio, explora la trivialidad, la pobreza mental y el tiempo a través de un narrador objetivo, un protagonista múltiple y diálogos coloquiales.

Ignacio Aldecoa, destacado cuentista (Los pájaros de Baden-Baden), también cultivó la novela (El fulgor y la sangre).

Los 60 y hasta 1975: Renovación Narrativa

Influenciada por la literatura hispanoamericana, la narrativa española se renueva. Tiempo de silencio, de Luis Martín Santos, marca el inicio, consolidándose con La ciudad y los perros del peruano Mario Vargas Llosa.

La influencia extranjera introduce innovaciones formales:

  • Ruptura del orden cronológico
  • Perspectivismo
  • Monólogo interior, diálogos y estilo indirecto libre
  • Empleo expresivo de la tipografía
  • Riqueza expresiva

Tiempo de silencio, de Luis Martín Santos, describe la realidad española, reflexionando sobre su historia y cultura. La mezcla de perspectivas, el monólogo interior y el uso de la segunda persona son sus innovaciones.

Juan Goytisolo, con Señas de identidad, Reivindicación del conde don Julián y Juan sin tierra, retorna al subjetivismo y la experimentación.

Juan Marsé, tras sus primeras obras realistas sobre jóvenes, publica Últimas tardes con Teresa, crítica del progresismo superficial, y La oscura historia de la prima Montse, que critica la burguesía.

Desde 1975: Diversidad y Nuevos Temas

Este periodo se caracteriza por la ausencia de propuestas colectivas y la diversidad estética. Se recupera la importancia del relato tradicional y se exploran temas como la intimidad, la memoria, la identidad y los sentimientos.

Las principales tendencias son:

  • Novela experimentalista y discursiva: Makbara (Juan Goytisolo), Historia abreviada de la literatura portátil (Enrique Vila-Matas).
  • Metanovela: Gonzalo Torrente Ballester, Gramática parda (Juan García Hortelano).
  • Novela histórica: Extramuros (Jesús Fernández Santos), Soldados de Salamina (Javier Cercas).
  • Novela erótica: Octubre, octubre (José Luis Sampedro).
  • Novela de acción: La verdad sobre el caso Savolta, El misterio de la cripta embrujada (Eduardo Mendoza).
  • Novela crónica: La noche que llegué al café Gijón (Francisco Umbral).

El realismo resurge renovado, incorporando elementos fantásticos, míticos y oníricos:

  • Novela del realismo crítico y social: Letra muerta (Juan José Millás), La caída de Madrid (Rafael Chirbes), Lo real (Belén Gopegui).
  • Novela de la memoria: El cuarto de atrás (Carmen Martín Gaite).
  • Novela psicológica: El río de la luna (José María Guelbenzu).
  • Novela alegórica, mítica y fantástica: Juegos de la edad tardía (Luis Landero).
  • Novela expresionista: Amado monstruo (Javier Tomeo).

Luis Mateo Díez, con su estilo basado en la tradición oral, ofrece una visión crítica de la vida provinciana con rasgos esperpénticos y paródicos (La fuente de la edad).

Javier Marías se caracteriza por sus descripciones minuciosas, digresiones e intertextualidad (Corazón tan blanco).

Antonio Muñoz Molina, con su objetivo de “salvar e inventar la memoria”, utiliza enunciados extensos, comparaciones y enumeraciones.

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