Los Movimientos de Vanguardia: Orígenes y Características
Desde el principio, el arte vanguardista adquiere una impronta provocadora contra lo antiguo, lo naturalista o lo que se relacionara con el arte burgués. Así, las primeras manifestaciones de estos movimientos vanguardistas están repletas de actos de impacto social, como expresión de un profundo rechazo a la cultura burguesa. La Primera Guerra Mundial, como expresión del afán imperialista y del profundo fracaso de esa burguesía por conseguir la paz, será el período en que afloren todas estas manifestaciones artísticas extraordinarias con una gran versatilidad. Los llamados ismos se sucederán uno tras otro.
Auge y Crisis de las Vanguardias
Los vanguardismos despuntan inmediatamente antes o durante la Primera Guerra Mundial, llegan a su apogeo durante la década de los años 20, entran en crisis a partir de 1929 y desaparecen en la década de los 30. La Segunda Guerra Mundial acabará con los vanguardismos. Solo quedará su influencia en el arte moderno, cuya expresión más genuina será el arte de Estados Unidos a partir de los años 40.
Características de las Vanguardias
Según el estudio de Giménez Frontín, las vanguardias presentan las siguientes características:
- Oposición a las estéticas de corte naturalista que provienen del siglo anterior.
- Arte de minorías; surgió, en sus orígenes, separado del gusto popular, aunque progresivamente se ha ido integrando en el arte de masas actual.
- Arte condenado a la fugacidad, en perpetuo cuestionamiento de sí mismo, en continua experimentación de nuevas formas.
- Constante adaptación a las necesidades de la expresión de las nuevas experiencias de conciencia.
- Subjetividad creadora capaz de captar por anticipado el espíritu de los tiempos y la crisis histórica.
- Papel crucial del lenguaje como medio de expresión de esa experiencia.
En definitiva, las vanguardias fueron las avanzadillas de la sensibilidad creadora de nuestro tiempo.
Principales Movimientos de Vanguardia
Las vanguardias están constituidas por una serie de movimientos de ruptura con el arte anterior, que se suceden a otros en el primer tercio del siglo XX. Veamos algunos de los «ismos» más relevantes por la huella que han dejado en nuestra literatura y, en general, en el arte actual.
Expresionismo
Supuso una acentuación de algunos rasgos del impresionismo y del naturalismo. Sus límites cronológicos son aproximados: van de 1910 hasta 1925, pero ya en el siglo XIX se encuentran varios rasgos expresionistas. Alcanza mayor vigor en Alemania y los países centroeuropeos, donde sigue vigente hasta los años treinta. La estética expresionista cree que el arte debe ir más allá y ser expresión del mundo interior del artista, para lo que se enfatiza hasta la deformación determinadas características físicas o psicológicas de lo que se describe. Abundan, por lo tanto, los personajes extraños, las descripciones intensas y a menudo simbólicas, las caricaturas, los rasgos grotescos, las situaciones absurdas y el uso libre del lenguaje. Autores destacados son Frank Kafka (El Castillo, La Metamorfosis) y el dramaturgo Bertolt Brecht.
Cubismo
Nació en Francia en el año 1905 y fue encabezado por Guillaume Apollinaire y después por Max Jacob. Sus principales características consisten en: la asociación de elementos imposibles de concretar, desdoblamiento del autor, disposición gráfica de las palabras, sustitución de lo sentimental con el humor y la alegría, y el retrato de la realidad a través de figuras geométricas. Dentro de las técnicas usadas se encuentra el collage y, principalmente, la descomposición de las imágenes en figuras geométricas de modo de representar el objeto en su totalidad, incluidos todos sus planos, en la obra. Su tipo de poesía más popular fue el caligrama.
Futurismo
Movimiento literario y artístico surgido en Italia en el primer decenio del siglo XX. Nació con un manifiesto, y varió y fijó sus propios enunciados en una serie de manifiestos. El 20 de febrero de 1909, F.T. Marinetti publicó en «Le Figaro» de París un primer Manifiesto en el que proclamó como formas de expresión del futurismo «la agresividad, la temeridad, el salto mortal, la bofetada, el puñetazo». En 1912, el mismo Marinetti, con el Manifiesto técnico de la literatura futurista, apuntó como medio específico de expresión literaria las «palabras en libertad», que tenían que traducir, por analogía y sugestión, los mecanismos psíquicos y el frenesí de la vida moderna. Esto comportaba la abolición de la sintaxis, de la puntuación, de las partes calificativas del discurso (adjetivos, adverbios). Las nuevas teorías se aplicaron también a la pintura, a la música, a la escultura, a las artes escénicas. Es decir, a todas las artes en general.
Dadaísmo
El movimiento Dadá surgió a la vez en Suiza y Estados Unidos en 1916. Desde Zúrich se desplazó hacia Alemania y hacia Francia; más tarde llegó su influencia a EE. UU., sobre todo a la ciudad de Nueva York. El movimiento Dadá tiene la particularidad de no ser un movimiento de rebeldía contra otra escuela anterior, sino que se funda en un cuestionamiento de todo el marco conceptual del arte y de la literatura de antes de la Primera Guerra Mundial. El origen del término Dadá es confuso y controvertido. De acuerdo con la versión de Tzara y Ball, la palabra surge de la casualidad: abriendo las páginas de un diccionario, el primer término señalado fue ese: dada. De acuerdo con otras versiones, fueron los camareros del Café Terrasse, donde se encontraban solos con otros artistas centroeuropeos, quienes identificaron primeramente al grupo como dada: para esos camareros, las lenguas habladas por aquellos emigrados eran incomprensibles, salvo la sílaba «da-da» («sí, sí», en ruso y otras lenguas). Todo esto muestra claramente algunas características del dadaísmo: su propensión al absurdo, la exaltación de lo ilógico, la búsqueda del primitivismo. Son polémicos, mordaces e inconformistas. Estéticamente, se renuncia al significado, se reivindica la espontaneidad, el lenguaje incoherente. Tristan Tzara y Francis Picabia fueron sus principales representantes, y también André Bretón, Paul Eluard y Louis Aragón, que cuando llegó la decadencia de este movimiento en los años veinte, iniciaron el surrealismo.
Surrealismo
El surrealismo puede dar sentido por sí solo al movimiento vanguardista. La capacidad imaginativa y la sugerencia de sus construcciones mentales significativas significaron, sin duda, una verdadera revolución en el arte posterior a la Primera Guerra Mundial. La palabra «surrealismo» es un término francés compuesto del prefijo sur y el nombre réalisme. La primera vez que aparece es en el título de la obra de Apollinaire. Su traducción sería algo así como «superrealismo» o «sobre el realismo»; de esa forma querría dar a entender el arte que está más allá de la realidad. Freud ejerce una influencia decisiva en el movimiento. Sus teorías acerca del mundo autónomo de los sueños, de la capacidad automática de la psiquis, del profundo y oscuro mundo interior de la mente -el subconsciente o inconsciente- aparecen como reveladoras de una nueva naturalidad del arte humano. Bretón comienza a estudiar al psicoanalista vienés ya en 1916. El concepto de surrealismo ya había sido citado por Apollinaire. Sin embargo, André Bretón le dio un nuevo contenido y una nueva significación. Con la Segunda Guerra Mundial el movimiento llega a su fin, aunque ha dejado una vasta influencia en el lenguaje artístico de la actualidad, sobre todo en el «arte de masas» y también en la literatura.
Las Vanguardias en España
El Creacionismo y el Ultraísmo son dos movimientos vanguardistas netamente españoles. Su proceso evolutivo lo podemos situar entre 1918 y 1923. Coinciden con las tendencias vanguardistas provenientes de Francia, y se caracterizan por el rechazo de lo sentimental, de lo trágico, de lo subjetivo y de lo íntimo. Ya no es época -dicen los ultraístas- de cantar al amor, a la muerte, a Dios, ni siquiera al hombre. Están en la línea de la «deshumanización del arte». El poeta, como creador que es, debe purificar la literatura de toda la carga moral, filosófica o política que, proveniente del Romanticismo, la había impregnado. La poesía, como el arte, se convierte en fin en sí misma; en líneas generales siguen el presupuesto de «el arte por el arte». Frente a otras tendencias que todavía tienen la carga humana de la literatura -fijémonos en la fuerza social que tendrá el surrealismo-, son movimientos poéticos que quizás son los que más se distancian de la literatura como reflejo de la realidad del mundo circundante.
Creacionismo
El creacionismo fue desarrollado en España en 1918 por el poeta chileno Vicente Huidobro. Así comenzará su influencia sobre un pequeño grupo de artistas partícipes de tertulias vanguardistas. A esto se unió la actividad ingente de Ramón Gómez de la Serna y el papel renovador de otras figuras como Juan Ramón Jiménez o José Ortega y Gasset. El término creacionismo quiere dejar patente que la obra literaria es totalmente autónoma del mundo. El poeta debe dejar ya de cantar a la naturaleza; lo que tiene que hacer es imitar a la naturaleza, eliminar todo lo descriptivo o anecdótico. Hay que «hacer un poema como la naturaleza hace un árbol». Junto a Huidobro hay que destacar a Juan Larrea y Gerardo Diego como fundadores del Creacionismo.
Rasgos del Creacionismo
- Se suprimen los signos de puntuación.
- Yuxtaposición gratuita de imágenes, sin referencia clara.
- Ilaciones semánticas de las imágenes, sin un hilo conductor aparente, donde a veces la «afonética» cumple ese papel unitario.
- El poeta debe crear el poema tal como la naturaleza crea el árbol.
- Prescinde de lo anecdótico, de lo descriptivo.
Ultraísmo
El Ultraísmo tiene bastante en común con el Creacionismo y, desde entonces, contó con una gran aceptación entre las minorías literarias: participan en su gestación personas como Cansinos-Asséns, Eugenio Montes, Isaac del Vando, Adriano del Valle, Rafael Lasso de la Vega o Jorge Luis Borges, en aquel momento presente en España. Asimismo, serán numerosas las revistas que difunden sus principios poéticos: Grecia, Cervantes, Ultra, Plural, Alfar, etc. Precisamente en la revista Grecia apareció el primer manifiesto en 1919. Su corta vida no impidió que se exportara a Hispanoamérica, donde tuvo una buena acogida por Borges, además de González Lanuza, Piñero y Ortelli, entre otros. En cuanto al término Ultraísmo, Guillermo de Torre apunta a su autoría y al papel de Cansinos-Asséns.
Rasgos del Ultraísmo
- El poema ultraísta deja notar las influencias del cubismo, del futurismo y del dadaísmo.
- Imágenes y metáforas chocantes, ilógicas, donde destacan el mundo del cine, del deporte, del adelanto técnico: «Los motores suenan mejor que endecasílabos» (Guillermo de Torre).
- Eliminación de la rima.
- Tendencia a establecer una disposición tipográfica nueva de las palabras del poema, pretendiendo de ese modo hacer ver una fusión de la plástica y la poesía.
- Neologismos, tecnicismos y palabras esdrújulas.
Las vanguardias se diferenciaron en la literatura española de muy diversas maneras: en el intelectualismo de la generación del 14 o novecentismo; la «poesía pura o desnuda» de Juan Ramón Jiménez; la novela innovadora de Pérez de Ayala o de Benjamín Jarnés; más adelante la poesía de la Generación del 27 que unirá tradición y vanguardia en Gerardo Diego, Alberti, y el surrealismo de Poeta en Nueva York. Sin embargo, fue la figura de Ramón Gómez de la Serna la que lideró la vanguardia en España en la primera mitad del siglo XX.
Ramón Gómez de la Serna
Nació en Madrid en 1888 y murió en 1963 en Buenos Aires. Fue un escritor puro; no intervino en política, aunque sí en las posturas liberales en su juventud. Su vida fue una continua ruptura con las convenciones; cultiva lo extravagante, lo grotesco, lo provocativo siempre. Es, por lo tanto, una plena encarnación del espíritu y actitudes de la vanguardia. Defendió y difundió las nuevas corrientes en Ismos en 1923. Su extensa obra tiene como eje la greguería. Con este nombre (significa algarabía en su doble aceptación de alboroto y lenguaje incomprensible) designa al autor un nuevo género en el que breves apuntes encierran una metáfora insólita. Él mismo la definió como Humorismo más Metáfora. Hay cierto parentesco de las greguerías, como señaló Cernuda, con los juegos conceptuales del Barroco, pero, además, anticipa un innovador uso de la metáfora en los jóvenes poetas. Además de sus varios tomos de greguerías, la obra de Ramón se compone de multitud de cuentos y varias novelas. Como novelista es innovador: en sus novelas desaparece el argumento y lo sustituye por cuadros, divagaciones. Es lo que llamaba «novela libre». La más famosa es El torero Caracho (1927), distorsionada visión de la fiesta nacional. Es autor de biografías que él denominó «retratos» sobre Quevedo, Goya, Valle-Inclán; memorias, Automoribundia; ensayos, El rastro, El circo, además de su contribución al teatro de vanguardia.