Modernismo y Generación del 98
Contexto Histórico
A finales del siglo XIX se manifiesta la decadencia española, iniciada siglos atrás. La guerra de Cuba, finalizada con el Tratado de París, supuso la pérdida de colonias españolas (Cuba, Filipinas y Puerto Rico). El Modernismo y la Generación del 98 surgen en este contexto y afrontan esta realidad en sus obras. Sin embargo, mientras los modernistas parecen evadirse de los problemas, los de la Generación del 98 reaccionan directamente frente a ellos.
Modernismo
El Modernismo, surgido del Romanticismo, muestra su inconformismo con la sociedad del momento y busca una salida a través de la estética y el refinamiento: la belleza, lo sensorial y la innovación. A diferencia de la Generación del 98, más reflexiva y enfocada en los problemas de la sociedad española, el Modernismo se centra en la búsqueda de la belleza y la evasión.
El Modernismo como movimiento literario surge en Hispanoamérica con Rubén Darío, entre otros autores. Se busca, al igual que hicieron los románticos, la evasión espacial (lo oriental, lo exótico) y temporal (lo medieval, lo dieciochesco) con un tono melancólico. Esta rebeldía o inconformismo les lleva a diferenciarse de España y a mirar hacia la literatura francesa, en especial al Parnasianismo (“el arte por el arte” de Gautier) o el Simbolismo (Verlaine o Mallarmé).
El género más cultivado es la poesía, que exalta la sensualidad con mundos, personajes y dioses exóticos que invitan a gozar plenamente de la vida. Se persigue la musicalidad y el ritmo, empleando un léxico brillante y efectista, y combinando recursos estilísticos que consiguen un estilo ornamental y deslumbrante.
Rubén Darío comienza con Azul o Prosas profanas, obras en las que aparecen el amor, el erotismo, el exotismo oriental y el esteticismo.
En España, el movimiento modernista fue seguido por:
- Manuel Machado con Alma
- Antonio Machado con su primera obra Soledades, galerías y otros poemas
- Valle-Inclán en sus inicios con la obra en prosa Sonatas
- Juan Ramón Jiménez con los relatos de Platero y yo
- Otros autores como Rueda, Marquina o Villaespesa
Generación del 98
Formada por: Unamuno, Baroja, Azorín, Ramiro de Maeztu, Antonio Machado y Valle-Inclán.
Este grupo de escritores desea renovar la literatura y dar respuesta a los problemas de España, sobre todo después del desastre de Cuba en 1898. Se oponen a la literatura realista y naturalista, y con un espíritu crítico e inconformista, adoptan posturas antiburguesas (socialismo, anarquismo), reivindican la modernización y europeización del país, criticando el caciquismo, la opresión del pueblo, la corrupción, la falta de rumbo político, la incultura y el poder desmedido de la Iglesia.
Su propósito era denunciar esta situación y guiar a la sociedad española hacia el progreso. Les interesan los temas políticos, sociales, religiosos, filosóficos y culturales. A ello contribuyó el espíritu de la Institución Libre de Enseñanza y el regeneracionismo (Costa, Gavinet).
El dolor por España nace de un profundo patriotismo centrado en Castilla, su paisaje y sus gentes, contraponiendo su pasado modélico a su decrépito presente.
Desde el punto de vista existencial, parten de un sentimiento de falta de sentido de la vida, una constante duda existencial y el escepticismo frente al dogmatismo; temas que aparecerán, de una manera u otra, a lo largo de sus diferentes trayectorias.
En cuanto al estilo, siendo personal en cada uno de ellos, hay un intento general de renovación literaria: buscan la sobriedad y emplean un lenguaje antirretórico para expresar con precisión sus ideas.
El género narrativo y ensayístico son los más cultivados, aunque también encontramos teatro y, en menor medida, poesía.
Unamuno
Cultivó todos los géneros mostrando sus preocupaciones existenciales y metafísicas. Los conflictos del ser humano, la muerte y la angustia ante la “nada” aparecen constantemente en su obra. La preocupación por España y los conflictos sociales también ocuparon gran parte de su obra. En sus ensayos predominan dos temas:
- El conflicto fe-razón, la vida como lucha y la duda constante del sentimiento trágico de la vida.
- La obsesión por España, Castilla y la intrahistoria en torno al casticismo.
En su producción narrativa, sus novelas se caracterizan por la cantidad de conflictos humanos, la profundidad psicológica de los personajes (mostrada a través de los diálogos) y un estilo apasionado y vivo. Ejemplos: Amor y Pedagogía (1902), Niebla (1914), Abel Sánchez, La Tía Tula o San Manuel Bueno, mártir.
Pío Baroja
Novelista que presenta una realidad hostil y una visión negativa del mundo. Este pesimismo existencial le lleva al empleo de un tono amargo y decepcionado, siendo frecuente que sus personajes se sientan frustrados y fracasados.
El estilo barojiano es rápido, espontáneo, con breves y precisas descripciones, una acción muy dinámica y vivacidad en los diálogos con el empleo de diversos registros. Agrupó sus novelas en trilogías, entre las que destacan Zalacaín el aventurero, Camino de perfección (1902), La busca y El árbol de la ciencia.
Azorín
Gran ensayista centrado en la descripción minuciosa de gentes y paisajes, y en la rememoración de hechos del pasado, como en Castilla (1912), donde el paisaje castellano provoca en el autor una reflexión sobre el paso del tiempo.
Sus novelas se caracterizan por la morosidad y el desinterés por la acción; apenas hay argumento, con descripciones muy minuciosas y detallistas. Destacan La voluntad (1902), Antonio Azorín y Confesiones de un pequeño filósofo.
Valle-Inclán
En su producción novelista se observan dos etapas:
- Etapa donde predomina la estética modernista y simbolista, como en Ferminas o las Sonatas, así como el interés por las guerras carlistas en Los cruzados de la causa.
- Etapa esperpéntica, donde destacan Tirano Banderas y la trilogía El ruedo ibérico, donde critica el reinado de Isabel II.
Antonio Machado
Su producción poética se caracteriza por la presencia constante de sus preocupaciones existenciales y espirituales. Desde una clara subjetividad, aborda los grandes temas del paso del tiempo, la soledad, la infancia perdida, la muerte… todo ello con un empleo del simbolismo, como ya se ve en Soledades, galerías y otros poemas.
Campos de Castilla (1912) recoge su preocupación por España y los españoles, así como su visión del paisaje castellano.