Biografía de Miguel Hernández
Infancia y juventud
Miguel Hernández nació en Orihuela en 1910. Fue el segundo hijo varón de una humilde familia dedicada al ganado. Pastor de cabras desde muy temprana edad, fue escolarizado entre 1915 y 1916 en el colegio Nuestra Señora de Monserrate y entre 1918 y 1923 en las escuelas del Ave María. En 1923 pasó a estudiar bachillerato en Santo Domingo de Orihuela. En 1925 abandonó los estudios por orden paterna para dedicarse en exclusiva al pastoreo. Mientras cuidaba el rebaño, Miguel escribía sus primeros poemas. Sus visitas a la Biblioteca Pública eran cada vez más frecuentes y empezó a formar un improvisado grupo literario junto a otros jóvenes de Orihuela. Los principales participantes eran: Miguel, Carlos Fenoll, su hermano Efrén Fenoll y José María Gutiérrez. A partir de este momento, los libros serían su principal fuente de educación. Aquí se gesta Perito en lunas.
Viajes a Madrid
Tras este prometedor comienzo, marcha a Madrid por segunda vez en 1933 para obtener trabajo. Esta vez logra primero ser nombrado colaborador en las Misiones Pedagógicas y más tarde es elegido como secretario y redactor de la enciclopedia Los toros. Su director y principal redactor será en adelante su más ferviente entusiasta. Colabora además en la Revista de Occidente y mantiene una relación con la pintora Maruja Mallo. Se presenta a Vicente Aleixandre y hace amistad con él y con Pablo Neruda. En diciembre de 1935 muere su amigo de toda la vida, Ramón Sijé, y Miguel le dedica su extraordinaria Elegía.
Obras principales de Miguel Hernández
Perito en lunas (1933)
Está formada por 42 octavas reales. La temática gira en torno a la Luna, la cual simboliza la vocación poética del autor; su forma es redonda, simboliza la regeneración continua de la vida. La Luna será el núcleo y centro de su inspiración, pero existen otros elementos junto a escenas de su vida cotidiana y de su actividad pastoril. Usa símbolos como el toro, los frutos o el color. En cuanto a las fuentes, revela ecos de los poetas clásicos, como Garcilaso, pero sobre todo de Góngora. También se aprecian resonancias del Simbolismo francés y de poetas contemporáneos como Jorge Guillén, García Lorca, Rafael Alberti y Gerardo Diego. En estos poemas, la autenticidad está oculta en virtud del hermetismo. El tono es optimista, vitalista y lleno de fuerza. El autor toma sus poemas de la realidad circundante y la metaforiza.
El rayo que no cesa (1936)
Está integrado por 27 sonetos y 3 composiciones poéticas. De esas tres, una es una silva, otra es un poema de cuartetas y la otra es una composición en tercetos encadenados. Es un libro de eminente temática amorosa y lo hace formulando su personal historia amorosa a modo de cancionero dentro de una tradición cortesana-petrarquista. Para ello, pondrá a su servicio un complejo cuadro de símbolos como el toro, los instrumentos de dolor y tortura, los fenómenos atmosféricos y el barro. Los recursos más utilizados son las metáforas, las comparaciones, las antítesis, los hipérbatos y las hipérboles. Otro tema central es la pena. La pena depende de su no realización, al contenerse el deseo erótico por culpa de una moral estrecha. Sus fuentes son los poetas provenzales, los petrarquistas y los clásicos Quevedo y Garcilaso.
Viento del pueblo (1937)
Miguel Hernández comprende el poder transformador de la palabra. Es la concepción de la poesía como arma, el poeta asume una función profética. El libro está formado por 25 poemas, la mayoría romances. Hay elegías, cantos épicos y cantos imprecatorios, y el estilo en general es más sencillo que el de los libros anteriores. Podríamos hablar de poemas como «Los cobardes» o el desgarrado «Sentado sobre los muertos».
El hombre acecha (1939)
Formado por 19 poemas, sigue esta línea, pero con un doloroso acento por la guerra. La guerra había acumulado experiencias demasiado feroces y el hambre, las cárceles, las mutilaciones y la destrucción ensombrecieron su poesía. Se mantienen los temas del libro anterior, pero su actitud es menos combativa; su vida es como un tren silencioso que llega a su final malherido y plegado a su destino.
Vida y Muerte en la poesía de Miguel Hernández
Sus primeros poemas contienen un soporte de cierta despreocupación. En muchos de sus primeros poemas rinde homenaje a la naturaleza con un júbilo casi exultante. Su vitalismo percibe las cosas como si estuvieran vivas. Esto ocurre también en Perito en lunas. En El rayo que no cesa, llegará la muerte cuando al poeta se le niegue el amor. Cuando el poeta trata como tema la vida, es una experiencia no lejana a sus propias vivencias. Ramón Sijé era un íntimo de Miguel desde la infancia; cuando marcha a Madrid, Ramón promete cuidar de los suyos, pero con los años, el distanciamiento se va haciendo realidad. El 24 de diciembre de 1935 fallece a los 23 años y Miguel Hernández no puede asistir a su entierro, por lo que le dedica un poema repleto de impresionantes metáforas. En Viento del pueblo hay pasión de la vida y pasión de muerte. Brota la solidaridad, la esperanza por una vida mejor futura, el optimismo. En El hombre acecha ha desaparecido el entusiasmo bélico y sus poemas se tiñen de dolor y muerte. Cuando pasa la guerra, el poeta conoce la derrota, la cárcel, la enfermedad, la muerte de su hijo, en Cancionero y romancero de ausencia.
Tradición y vanguardia en la poesía de Miguel Hernández
Desde el punto de vista literario
Miguel Hernández absorbió desde sus ansiosas lecturas de adolescente a nuestros clásicos y a los poetas de la Generación del 27, sus mayores. Se aprecian diferentes corrientes:
- La tradición literaria: La lírica del siglo XV, los clásicos de nuestro Renacimiento, desde San Juan de la Cruz, Fray Luis y Garcilaso, hasta los poetas del Barroco. También la poesía de Bécquer y la técnica del Simbolismo francés.
- Las vanguardias literarias: el Ultraísmo de G. de Torre y el Creacionismo de V. Huidobro.
- El magisterio de la generación inmediatamente anterior: la poesía modernista de Rubén Darío y la poética de Juan Ramón Jiménez, así como los poetas de la Generación del 27 y Pablo Neruda entre ellos.
Fuente de la poesía de Miguel Hernández desde el punto de vista formal
El poeta empleó endecasílabos en sus dos primeros libros, Perito en lunas y El rayo que no cesa, con la octava real y el soneto como composiciones más destacadas. A partir de 1937, el poeta va evolucionando con los libros de guerra al octosílabo como forma métrica y al romance como forma estrófica, si bien introduce más formas poemáticas en su segundo libro de guerra. En su último libro no existe una forma fija.
Imágenes y Símbolos en la poesía de Miguel Hernández
- La Luna: es un motivo central en el universo poético de Miguel Hernández, sobre todo en Perito en lunas. La luna simboliza la aspiración poética de Miguel Hernández, su vocación y presenta dos variantes:
- La luna como exaltación de la vida en movimiento, es decir, la luna como testigo directo de algo que le va a ocurrir al poeta, como ocurre en el poema «Toro».
- La luna como elemento que sirve al poeta de excusa para escapar y evadirse del mundo, tal como ocurre en la octava real «Palmera».
- Rayo: aparece en dos de los libros del poeta oriolano. Por una parte, en El rayo que no cesa, en el que poco a poco desaparece la simbología de lo redondo. Aquí, el rayo simboliza una amenaza. Por otra parte, en Viento del pueblo, el rayo pasa a simbolizar la fuerza y la garra del bando militar al que pertenece el poeta, como ocurre en el poema titulado «Vientos del pueblo me llevan».
- El Toro: es un motivo recurrente. En sus primeras composiciones, se identifica con la muerte. Por otro lado, en Viento del pueblo el significado cambia, y ya no es el destino marcado sino un símbolo positivo: el toro es el furor del guerrero, el que combate y lucha, y por ello aparecerán otros animales como leones o águilas.