Miguel Hernández: Vida, Muerte y Contexto Literario

CONTEXTO HISTÓRICO-LITERARIO

Miguel Hernández nació en Orihuela en 1910 y murió de tuberculosis en la cárcel de Alicante en 1942. La figura de Miguel Hernández es una de las más atractivas de la literatura española. Su breve trayectoria vital, su poesía apasionada unas veces hasta la desesperación, serena otras hasta el desaliento, han hecho del poeta un símbolo para las nuevas generaciones, puesto que Miguel Hernández encarna la figura del poeta de la libertad. Apasionado y reflexivo, retórico y espontáneo, se entrega a su obra como reflejo verdadero de su propia existencia. Es decir, el recorrido por las dramáticas circunstancias de su vida es esencial para entender los versos que fueron escritos en cada momento.

a) Contexto histórico

Desde 1902 a 1923 dura el reinado de Alfonso XIII. La situación anterior conduce a la dictadura del general Primo de Rivera (1923-1931), que intenta resolver la crisis de la nación con el poder. La unión de las izquierdas trajo consigo la proclamación de la Segunda República (1931-1939). El periodo comenzó con buenas intenciones, pero se manifestó impotente ante los enfrentamientos ideológicos, sociales y la crisis económica. Los acontecimientos se precipitaron: huelgas y disturbios, triunfo de la derecha en 1933, etc. Ese mismo año, Franco se sublevó contra el gobierno de la República, estallando la Guerra Civil (1936-1939), confrontación fratricida con la que culmina el enfrentamiento de las dos Españas. Con el triunfo de los rebeldes se instauró el régimen franquista, basado en los poderes de Franco, de ideología conservadora y católica. Los primeros años se caracterizan por el aislamiento internacional y la represión política de los vencidos.

b) Contexto literario

Es difícil ubicar al poeta de Orihuela. Unos críticos consideran que pertenece a la Generación del 27; otros, a la del 36; para algunos, sirve de enlace entre ambos movimientos. Aunque cronológicamente pertenece a la llamada Generación de 1936, su muerte cortó su trayectoria antes de que el grupo del 36 (Rosales, Ridruejo) llegara a tener cohesión. Comparte con estos poetas la tendencia a la rehumanización neoclásica y el componente religioso y existencial, pero en un tono más agónico. Él es un poeta precoz que desarrolla su obra en el periodo de las vanguardias y mantiene una estrecha vinculación personal con los hombres del 27, impregnándose de rasgos de su poética.

El nombre de Generación del 27 procede del homenaje que en 1927 se hace al tercer centenario de la muerte de Góngora, de espaldas a la Real Academia que pretende ignorarlo. El grupo se caracteriza por recoger el vanguardismo con el apego a la tradición clásica de la literatura española. Todos los poetas del 27 coinciden en el cuidado exquisito de la forma. Las imágenes se convierten en el recurso fundamental de su poesía. La crítica distingue dos etapas:

  • 1920-1927: Caracterizada por la búsqueda de la pureza. Uso intensivo de la metáfora, afán por explorar nuevas posibilidades del lenguaje, pero empleando versos y estrofas tradicionales. La etapa se cierra con el homenaje a Góngora en el Ateneo de Sevilla.
  • 1927-1930: A partir de 1927 se produce la «rehumanización». El cambio consiste en asumir una reacción contra el ideal de poesía pura que introduce el surrealismo. Algunos poetas incorporan el verso libre y el versículo y ponen énfasis en temas existenciales, políticos y sociales.
  • Después de la guerra: Al acabar la contienda se rompen los vínculos entre ellos: unos mueren; en España solo quedan Vicente Aleixandre, Gerardo Diego y Dámaso Alonso. Los rasgos más destacables son el retorno a las formas poéticas tradicionales. Su obra se impregna de rasgos tan esenciales de los poetas del 27 como son el neogongorismo, el surrealismo y el neopopularismo. Dámaso Alonso llamó a Miguel Hernández «genial epígono» de la Generación del 27, puesto que su trayectoria y sus relaciones con poetas como Lorca o Alberti, lo sitúan claramente entre ellos como «hermano menor».

LA VIDA Y LA MUERTE

Junto con el amor, la vida y la muerte forman la tríada temática de la poesía de Miguel Hernández. La muerte es tema dominante en la tercera etapa. Para Miguel Hernández, la muerte es tratada como parte de la vida. En su obra se suceden las fases del crecimiento del individuo: la ingenuidad de la infancia, la religión de su ambiente cultural, los enamoramientos, el despertar de la conciencia y el sexo, la lucha por los ideales y el choque contra la adversidad y la muerte. Poéticamente, vida y muerte se aúnan en dos sentidos: el sentido existencialista de Heidegger y el sentido solidario de la muerte-semilla de Whitman: el hombre es un ser que vela por la especie y que permanece en ella.

Tras la primera etapa de su poesía, en la que celebra sobre todo la alegría de vivir en la naturaleza mediterránea, Miguel Hernández trata el tema de la muerte en su libro El rayo que no cesa. La vida es muerte por amor; ese amor trágico está simbolizado en el toro y la sangre que derrama, y por todos los elementos hirientes que Miguel maneja en sus versos: rayos, cuchillos, cuernos, etc. El libro se cierra con una elegía en que el motivo es el dolor por la muerte prematura de su amigo Ramón Sijé.

En Viento del pueblo la muerte es parte de la lucha por la victoria por la libertad; es algo elegido, épico, y el poeta se refiere a ella al principio casi con optimismo. No faltan tampoco las elegías: en la «Elegía primera» canta su dolor por el asesinato de Lorca. En «Elegía segunda» es la muerte en combate del comisario Pablo de la Torriente el motivo de su poema. En El hombre acecha (1939) se ofrece una visión desalentadora de la realidad que se mide ya en miles de muertos, heridos, cárceles, odio. Los muertos ya no son héroes sino víctimas y la muerte es un espectáculo de horror simbolizado en un tren de sangre. La voz poética se vuelve introspectiva por la visión de tanto dolor.

Vida y muerte se unen definitivamente en los últimos poemas de Cancionero y romancero de ausencias (cuarta etapa). Amor y muerte aparecen unidos para que la vida del ser humano se perpetúe como especie, se vence a la muerte en cuanto engendramos. La vida que retoña y la mujer que proporciona vida en su vientre materno son dos constantes poéticas en la obra hernandiana. Los muertos son símbolo de permanencia y constancia de la especie humana. Siguen presentes sus símbolos de muerte: el hoyo, el cuervo, la sangre, a los que se suman la tela negra y, en especial, la sombra como certeza de la muerte y la nada.

La constancia temática vida, amor y muerte crea imágenes muy personales en la poesía de Hernández. Toda su obra gira en torno a los misterios de la vida, la generación y la muerte. Para el poeta, la vida es un trágico paseo por el amor y la muerte que, como se ha visto, no solo le lleva a escribir los cantos de vida y muerte, sino también la muerte cercana, prematura e inexorable de sus seres queridos le inducirá a escribir unas de las mejores elegías de la literatura española («Elegía a Ramón Sijé» en El rayo que no cesa o «Elegía primera» de Viento del pueblo, dedicada a Lorca).

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