Miguel Hernández: Tragedia y Legado Poético en la Posguerra Española

Hospitalización y la Sombra de la Guerra

Por muy poco tiempo permanece Hernández hospitalizado, debido a los fuertes dolores de cabeza que aquejan al poeta. Lo conducirán al hospital de reposo, a Benicasim, donde coincidirá por primera vez con Antonio Buero Vallejo, el pintor que acabará siendo el dramaturgo de referencia para la España de posguerra.

Pero las penas y el deterioro bélico de la resistencia republicana se vuelven a acumular a los sucesos más íntimos para Miguel Hernández: a los diez meses, muere su primer hijo, y Josefina Manresa encaja tan duro golpe nuevamente embarazada de seis meses. El 4 de enero de 1939 nace su segundo hijo.

El hombre acecha: Dolor y Desilusión

A la vena optimista de Viento del pueblo, prosigue un año después El hombre acecha, el nombre de su cuarto libro, dedicado a Pablo Neruda (1938). Es un libro en la misma línea que el anterior, pero con un acento de dolor mucho más intenso. A lo largo de 1938, ya la derrota republicana es inminente: estos poemas constituyen un grito desgarrador entre muertos, heridos, cárceles… desilusión. El hombre es una amenaza para el hombre, se ha animalizado: el poeta siente miedo de todos, hasta de sí mismo. Hernández busca un nuevo brote en su mujer y en la descendencia. La guerra y el hambre han generado el odio; sobra el paisaje. Destacan poemas tan impresionantes como «El hombre» y «El herido». Con El hombre acecha, Miguel Hernández marca el modelo de la lírica de posguerra, impregnada de dolor e ira.

Fin de la Guerra, Intento de Exilio y Encarcelamiento

Finalizada la Guerra Civil el 1 de abril de 1939, en la España franquista se declaró la paz y se impuso la victoria. Miguel ha ido a informarse, por recomendación del matrimonio María Teresa León y Rafael Alberti, a la embajada de Chile en Madrid sobre un posible asilo político. Chile no reconoció la victoria de Franco hasta transcurridos diez días del último parte de guerra. Hernández no confía en la seguridad de los asilados… y nadie le da cobijo. Todos tienen miedo de correr riesgos.

Desolado, desengañado y cansado, opta por el exilio a pie por la frontera portuguesa. Es entregado a la policía española por la policía del dictador portugués Salazar y encarcelado en Rosal de la Frontera. De aquí fue llevado a las prisiones de Huelva, Sevilla y finalmente a la madrileña cárcel de Torrijos.

Breve Libertad y Nueva Detención

Estando en la cárcel de Torrijos recibe una carta de su esposa desde Cox en la que le comunica que apenas puede amamantar a su hijo porque solo come pan y cebolla. Con este motivo, escribe en tres días, sin salir al patio, las popularísimas «Nanas de la cebolla».

Pero su destino quiso que, por un error en el trámite judicial, fuera puesto en libertad cuatro meses después. Miguel piensa que alguien ha intercedido por él, pero, en realidad, le había sonreído la diosa fortuna. Intenta de nuevo el asilo en la embajada chilena, pero el nuevo encargado de Negocios no puede aceptarlo, pues su nombre no figuraba en la relación de diecisiete personas que se envió a las autoridades nacionales.

Al no poder asilarse en la embajada chilena, Hernández, excesivamente ingenuo e inocente, piensa que los vencedores serán benévolos en Orihuela, la primera población importante de la provincia de Alicante que izó banderas por Franco. Desde allí, se presenta, confiado, en Orihuela para ver a su familia y a la familia de Ramón Sijé. Orihuela había sido la primera población importante de la provincia de Alicante que izó banderas por Franco. Es de nuevo señalado, acusado y detenido el día de San Miguel: había vivido catorce días de libertad.

Condena, Prisión y Últimos Poemas

Comienza a ser trasladado a varias cárceles de la península. El 18 de enero de 1940 es condenado a la pena de muerte. Posteriormente, es conmutada la pena por la de reclusión mayor y privación de libertad de treinta años. Y prosiguen los traslados de cárceles. «Sigo haciendo», dice su esposa en una carta.

Los últimos poemas son memorizados y escritos en soportes de cualquier tipo; incluso llega a escribir en trozos de papel higiénico. Las carencias son máximas. Su estado de salud empeora de manera galopante. Algunos de los poemas del ciclo de Cancionero y romancero de ausencias (1938-1941) se salvaron para la posteridad por la pasión y la pericia de Miguel: los poemillas eran sacados de la cárcel por su esposa en la lechera de aluminio en la que llevaba diariamente alimentos; Miguel plegaba los papelitos y los encajaba al colocar la tapadera de la lechera. Él sabía que esos poemas podían ser el sustento de su familia el día de mañana.

Enfermedad, Matrimonio Canónico y Muerte

Enfermo y sin tratamientos médicos adecuados, es presionado para contraer matrimonio canónico. Sólo con la finalidad de no dejar desamparados a su mujer y a su pequeño hijo, ya que las leyes franquistas no reconocen el matrimonio civil, consiente y, en la enfermería de la prisión, se casa «por la iglesia» veinticuatro días antes de producirse el óbito.

Fallece sin tratamiento en Alicante a los treinta y un años. Desde los últimos meses de la contienda, Hernández fue confeccionando una especie de diario poético íntimo de breves canciones y romances en escuetos versos. Cancionero y romancero de ausencias (1938-1941) es uno de los más bellos poemarios de la poesía en español del siglo XX, lleno de ternura y de melancolía, además de las populares «Nanas de la cebolla» y poemas tan sobrecogedores como «Tristes guerras».

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