Elegía
Miguel Hernández —-> de la amistad, sino que nos lo hace vivir a traces de la experiencia límite de la muerte temprana de un amigo íntimo. En efecto, a traces de un lenguaje de apariencia espontanea e incontrolada, el poeta consigue sumergirnos en su emoción de confusión absoluta, hasta llevarnos al sentimiento esperanzado del final. Esta célebre elegía pertenece al primer gran libro de Miguel Hernández, el rayo no cesa (1936).
Por la fecha que aparece al pie, se trata de uno de los últimos poemas escritos por esa colección
En relación con el autor y con su época literaria, este poema presentaba huellas indiscutibles de los poetas del 27 en su etapa propiamente generacional (la de los años 20 y primeros 30), como son la supresión de la anécdota biográfica y la expresión de las emociones a través de un entramado de símbolo muy sugerentes. En efecto, llama la atención el hecho de que en ningún momento se aluda a la causa de la muerte de un amigo tan cercano, y tampoco a las circunstancias en que esa muerte se produjo. También resulta muy significativo que no se mencione recuerdos biográficos del amigo difunto ni experiencias vitales compartidas. En su lugar, son los símbolos, con el flujo de emociones que provocan, lo que nos transmiten la gravedad del dolor del poeta y el modo en que este piensa superarlo. Su contenido es fácil de resumir.
El poeta, ante la repentina muerte de su amigo, sólo puede llorar desesperadamente
Su confusión y su dolor lo llevan a rebelarse contra la tierra y a intentar desenterrar el cadáver, para seguir mostrándole su afecto. Poco a poco, el ánimo del poeta descubre que su amigo vivirá para siempre alimentando esa tierra, tan familiar para ambos, con su frondosos árboles y flores.
De este modo podrá seguir conversando ininterrumpidamente
El tema del poema es el dolor por la muerte de un verdadero amigo, un dolor que hará pervivir al difunto en la memoria del poeta y en la tierra donde ambos vivieron su intensa amistad. En un principio, la estructura puede parecer caótica, pues el texto va combinando de modo imprevisible la referencia al dolor del propio poeta con la alusión directa a esa muerte inexplicable del amigo. Sin embargo, si leemos el poema más despacio, llegaremos a la conclusión de que el texto se articula con una perfecta coherencia en todas sus partes.
Para ello, agrupemos los tercetos en bloques temáticos:
El primer bloque (estrofas 1-3) expresa el dolor insoportable del poeta por la tragedia, hasta el punto de decir que por doler me duele hasta el aliento
El segundo bloque está compuesto por la estrofa
4, que describe la crueldad de la muerte en sí misma.
El tercer bloque (estrofas 5y6) vuelve a revelar el dolor del poeta. El cuarto bloque (estrofa 7) se fija de nuevo en la muerte repentina y temprana (temprano levantó la muerte del vuelo). El quinto bloque (estrofas 8-11) ahonda otra ve en el dolor del poeta, que se revela violentamente contra todos los elementos de este mundo (no perdónó … Quiero escarbar la tierra … Quiero minar la tierra …), pues todos ellos han permitido tan injusta tragedia. En el sexto bloque (estrofas 12-15) que yo poético vuelve a mirar la muerte, pero ahora con una actitud mucho más esperanzada (volverás a mi huerto y a mí era …). En el bloque séptimo, que corresponde a la última estrofa, el dolor también se ha transformado y aparece convertido en un canto de esperanza sobre una futura conversación con el amigo, precisamente en la misma tierra donde se conocieron y donde yace su cadáver (a las aladas almas de las rosas …). Pasando que comentar los rasgos lingüísticos y estilísticos, prestaremos atención, en primer lugar, al nivel comunicativo textual. Aquí destaca la ausencia de conectores entre las distintas estrofas, lo cual es un efecto buscado por el autor, puede esta forma cada nuevo terceto (excepto los que están encabalgados) empieza un modo totalmente inesperado y novedoso, como corresponde a la confusión del poeta en un momento tan amargo. Sin embargo, la recurrencia léxica y semántica asegura la cohesión interna de todo el texto: en efecto, el predominio los campos semánticos de la naturaleza vegetal (tierra, huerto, amapolas, higuera …) y de la muerte (dolor, manotazo, hachazo, tormenta, rayos …) nos permiten reconocer de inmediato la unidad lingüística del texto. Esa unida se ve reforzada por los abundantes paralelismos que jalonan el poema (temprano … Temprano, no perdónó … No perdónó, quiero escarbar … Quiero minar, volverás … Volverás) y por el diálogo sostenido entre el poeta y el difunto a lo largo de todo el texto. En todo el, además, predomina la función expresiva y poética del lenguaje. En el nivel morfo-sintáctico destaca la modalidad desiderativa de las oraciones de los bloques impares (centrados en el dolor del poeta y en sus deseos) y la enunciativa en los pares (orientado hacia la realidad objetiva de la muerte). Esta alternancia, que ya se ha abordado en la estructura, no permite sentir el abatimiento del y yo-poético y, a la vez, verificar la causa tan objetiva y grave que lo justifica.
Las oraciones son simples o coordinadas copulativas, como corresponde a un discurso atravesado por una emoción trágica, que deja al alma deseando hablar pero sin poder articular grandes periodos oracionales. A veces, como si el poeta se atraganta hará por el dolor, el sintagma el sujeto se expande con varios núcleos o adyacentes que impiden pasar naturalmente al verbo principal; o bien son los complementos los que se ramifican en adyacentes que detienen el ritmo del predicado e impiden pasará a una oración nueva. Se trata de los llamados sin tan mas no progresivos, por cuanto detienen el curso de la oración principal. He aquí un par de ejemplos: un manotazo duro, un golpe lado,/un rechazo o invisible y homicida,/un empujón brutal te ha derivado (no cinta, nominales puesto en cursiva señalán un sujeto expandido, que retrasa el comienzo del predicado). En este otro ocurre lo contrario: es el complemento directo o el que se ramifica en múltiples adyacentes: en mis manos levantó una tormenta/de piedras, rayos y hachas estridentes/sedienta de catástrofes y hambrienta. Los sustantivos son concretos (tierra, lluvias, caracolas, amapolas …, para así expresar la inmediatez real de la muerte; pero también los hay abstractos (muerte, vida, consuelo, asuntos …), que otorgan profundidad y gravedad los hechos, ya que la tragedia no consiste sólo en una pérdida física, sino en un hondo vacío moral. Entre los adjetivos hay varios explicativos (manotazo duro, hachas estridentes, altos andamios), que intensifican la moción de violencia o de esperanza, y otros muchos especifica activo, que resultan sorprendentes por su extraña forma de calificar al nombre (muerte enamorada, vida de esa atenta, almendra espumosa). Entre los adjetivos hay varios explicativos (manotazo duro, hachas estridentes, altos andamios), que intensifican la moción de violencia o de esperanza, y otros muchos especifica activo, que resultan sorprendentes por su extraña forma de calificar al nombre (muerte enamorada, vida de esa atenta, almendra espumosa). Todos ellos nos producen la sorpresa propia de un hecho totalmente inesperado. El tiempo presente del verbo, mantenido a lo largo de casi todo el poema, realza la proximidad en el tiempo de ese suceso tan doloroso. Sin embargo, cuando el poeta comienza a vislumbrar una esperanza para esa amistad, domina el tiempo futuro (volverás, pajareará, alegraras…). Del nivel léxico-semántico ya se ha comentado la recurrencia de los campos semánticos de la naturaleza vegetal y de la muerte.
Dentro de los recursos expresivos propios del lenguaje literario, resulta muy significativo que el poema se haya articulado en la estrofa clásica del terceto encadenado y que, como consecuencia del dolor incontenible, el poeta deba sobrepasar con frecuencia los límites del terceto para continuar con la misma oración en el terceto siguiente. Así mismo, la presencia del cuarteto final supone un alargamiento del discurso, que envidia la gran dificultad del yo-poético para poner fin a su desahogo. Las figuras de repetición desempeñan un papel muy importante, como los paralelismos ya señalados y frecuentes enumeraciones (alimentando lluvias, caracolas y órganos… piedras, rayos y hachas estridentes), que manifiestan el carácter acumulativo de esta emoción incontenible. El poliptoton (empleo del mismo vocablo en diferentes variantes morfológicas) de > sirve para realzar la absoluta inoportunidad de esa muerte joven. Entre las figuras de pensamiento produce un gran impacto las antítesis (muerte /vida, de vuelo/suelo), por cuanto intensifican el carácter contradictorio e incomprensible de esta muerte, así como la hipérbole (me duele hasta el aliento), que eleva al infinito esa emoción dolorida. Las metáforas resaltan por su fuerte efecto visual o gusta activo (el blanco del almendro de nata, la degradación de los rastrojos de difuntos buen sabor picante el terciopelo ajado). Pero más expresivo aún resulta el símbolo, en cuanto que materializa unos hechos o emociones que de suyo son abstractos (manotazos duro, que da forma visual a la muerte; mi huerto y mi higuera, que, además de su significado literal, representa la intimidada del poeta, aquel territorio que estrictamente suyo …). Entre las figuras de pensamiento produce un gran impacto las antítesis (muerte /vida, de vuelo/suelo), por cuanto intensifican el carácter contradictorio e incomprensible de esta muerte, así como la hipérbole (me duele hasta el aliento), que eleva al infinito esa emoción dolorida. Las metáforas resaltan por su fuerte efecto visual o gusta activo (el blanco del almendro de nata, la degradación de los rastrojos de difuntos buen sabor picante el terciopelo ajado). Pero más expresivo aún resulta el símbolo, en cuanto que materializa unos hechos o emociones que de suyo son abstractos (manotazos duro, que da forma visual a la muerte; mi huerto y mi higuera, que, además de su significado literal, representa la intimidada del poeta, aquel territorio que estrictamente suyo …).
En conclusión, este poema no solo nos plantea el sentido más noble y profundo —–>