Los Secretos de Bly: Obsesión y Locura en Otra Vuelta de Tuerca

Los Enigmas de Bly: Una Mirada Profunda a Otra Vuelta de Tuerca

Basta leer la contratapa y los primeros capítulos de Otra vuelta de tuerca para creer que es el epítome de los libros clásicos de suspenso y terror. Surgen preguntas como ¿qué hay después de la muerte? y, en caso de un más allá, ¿ese mundo entra en contacto con el de los vivos? ¿Los muertos permanecen entre los humanos para atormentarlos? Pero a medida que el libro avanza, queda al descubierto que hay un tema mucho más profundo, e incluso tal vez más oscuro del que uno supone como trama inicial.

La Llegada a Bly y el Misterio Inicial

Una joven institutriz es contactada para cuidar a dos chicos que tienen como tutor a un tío con una buena posición social y económica. Con una única entrevista, la mujer consigue el trabajo y queda encantada con quien será su patrón (incluso se llega a afirmar que la mujer está enamorada de su superior), pero le pone como condición que no lo moleste jamás por ningún asunto.

Una vez que la mujer llega al que será su nuevo hogar y conoce a su discípula Flora, con la que congenia enseguida, la llegada del hermano mayor alterará la tranquilidad de la residencia de Bly. Junto con Miles, quien vuelve de la escuela para pasar el verano con ellas, es enviada una carta que anuncia que el niño fue expulsado de la institución. Sin motivo aparente para tan drástica medida, la institutriz empieza a plantearse si es necesario llamar al tío de los chicos.

Las Apariciones y la Duda

Decidida a saber el porqué de la expulsión, la mujer empieza a creer que detrás de toda la dulzura, los buenos modales y la cara angelical de Miles hay maldad. Tanto el ama de llaves de la casa, la señora Grose, como ella misma a largo plazo, llegan a la conclusión de que eso es poco probable. Pero pronto las sospechas vuelven a ellas cuando la institutriz se enfrenta con las apariciones de Quint, un antiguo empleado, y de quien fuera su antecesora, la señorita Jessel. Gracias a la señora Grose se entera de que estos dos personajes se habían vinculado sentimentalmente de forma turbulenta y que eran demasiado apegados a Flora y Miles, al punto tal de manejarse a su antojo en Bly.

Quienes fueron alguna vez empleados de la casa se habían ido por supuestos problemas de salud y fallecieron bajo circunstancias desconocidas y misteriosas. Bajo el amor que sienten por los niños y el deseo de protegerlos, la institutriz y el ama de llaves entablan una amistad. Sin embargo, al poco tiempo se hace evidente que quien más saca provecho de la relación es la joven, que persigue a la señora Grose con las historias de los fantasmas y el posible poder que ejercen sobre los niños. La maestra está segura de que sus aprendices son capaces de ver a los espíritus, pero lo callan porque tienen cierta complicidad con ellos.

La Ambigüedad y la Doble Lectura

Es a partir de estos hechos que el desarrollo de Otra vuelta de tuerca presenta una ambigüedad que será marcada por la narradora/institutriz y única voz de toda la historia, permitiendo una doble lectura de lo acontecido en Bly. Además, haciendo honor a su nombre, a partir de las apariciones se ve el primer giro del relato: lo que empezó siendo un cuento sobre fantasmas se convirtió en una narración que guarda secretos, misterios y un final inesperado. El concepto del giro, de otra vuelta de tuerca, se verá en cada capítulo a medida que las situaciones van cambiando y se van resolviendo, o no.

La Interpretación Sobrenatural

Por un lado, se puede confiar en las palabras de la institutriz: los fantasmas rondan la casa para seguir ejerciendo influencias negativas sobre los niños (en particular, Quint sobre Miles y la señorita Jessel sobre Flora). La señora Grose, quien no logra verlos ni siquiera cuando la joven le asegura que están frente a ellas (siempre las apariciones se le presentan a la institutriz), cree que los espíritus permanecen en Bly, aunque solo tenga la palabra de su amiga como prueba. Ya sea porque es demasiado el afecto que le tiene a la joven o porque es una mujer ignorante y supersticiosa, se convence de que, después de la acusación de la institutriz hacia Flora (donde le asegura que, aunque se calle, ella es capaz de ver a la señorita Jessel), lo mejor es abandonar la casa junto a la pequeña. La niña se escandaliza tras el episodio y dice cosas horribles sobre su maestra, lo que es una clara evidencia para el ama de llaves de que no es ella la que habla realmente.

Siguiendo la línea de la existencia de los fantasmas, el sorpresivo final tiene una posible explicación. Cuando la historia está terminando, solo quedan la institutriz y Miles en Bly, lo que ella considera el momento perfecto para increparlo. El niño cuenta que fue expulsado por decir cosas, y la mujer, aliviada, dice que solo son chismes y tonterías. Pronto, la situación se tensa por una nueva aparición de Quint; el pequeño intuye lo que pasa y su maestra casi salta de emoción al notarlo (aunque jamás afirma que lo ve e incluso primero piensa que es la señorita Jessel). Pero una vez que ella cree que ha liberado a su discípulo de la maldad de los espíritus, el niño cae muerto en sus brazos. La lógica de esta lectura explica el fallecimiento de Miles precisamente porque él ya no está poseído. Los espíritus se alejan de Bly, pero en un punto logran su cometido: Flora se tuvo que ir de la casa porque su salud empeoró y su hermano muere porque había sido prácticamente consumido durante la posesión y, al ser liberado, ya no tiene razón de ser.

La Interpretación Psicológica

Por otro lado, hay una segunda lectura que es la que hace al relato todavía más oscuro, y es la que presenta otros temas: la obsesión, la soledad, la locura. Los fantasmas no existen, son una invención de la institutriz, y el interrogante es el porqué. Llega a una casa enorme, un lugar nuevo donde ella es la autoridad y sin saber si realmente está capacitada para realizar la tarea. La primera situación que debe afrontar, la expulsión de Miles, la supera emocional y laboralmente. Hilando muy fino, se puede argumentar que ella transfiere todos los miedos y objeciones que tiene cuando decide tomar el trabajo a una posición donde ella es la heroína: debe salvar a los niños.

Una segunda forma de ver la ficción que crea la institutriz es su enamoramiento no correspondido con su patrón, el tío de sus aprendices. Desde la expulsión de Miles y en cada aparición de Quint y la señorita Jessel, la joven se plantea si es necesario llamarlo para que intervenga, aunque el hombre dio instrucciones muy claras de que no debían molestarlo jamás. En su afán por verlo, ya que la entrevista fue el único encuentro que tuvieron, la maestra, consciente o inconscientemente (y tal vez aquí también influyan sus miedos y la soledad tanto como en el primer caso), crea una fantasía para tener una excusa y hacer que vaya a Bly. El problema es que la joven comienza a creer su propio cuento al punto tal de obsesionarse por revelar y resolver el misterio. Hacia el final del libro, es claro que arrastró al niño a su fantasía porque él llega a creer que ella lo liberó. Pero en este caso, se puede deducir que es la misma locura de la institutriz la que consumió a sus discípulos, enfermando a Flora y matando a Miles.

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