NADA: Andrea. Narradora-protagonista. Es una chica huérfana, sensible e introvertida, que, pasados los años, nos cuenta cómo fue su único curso académico en Barcelona, durante el cual se alojó en casa de sus parientes de la calle Aribau, adonde llegó llena de ilusiones que habrían de desvanecerse poco a poco. Aunque al abandonar la ciudad, cree no haberse llevado nada de allí, asistimos en la novela a su proceso de maduración, un difícil viaje de la adolescencia a la edad adulta.
Familia de Andrea
- Tía Angustias: mujer estricta, conservadora, tradicional y represora.
- Tío Juan: pintor frustrado que maltrata a su mujer, Gloria, con la que tiene un hijo pequeño.
- Tío Román: un hombre manipulador, de personalidad enfermiza, con artes de seductor.
- Gloria: mujer de moral más relajada, juega a las cartas por las noches para mantener a su familia.
- Abuelita: pacífica y conciliadora.
- También vive con ellos Antonia, la criada.
Amigos de Andrea
- Ena: de la burguesía alta, representa todo aquello a lo que Andrea quiere aspirar: es guapa, inteligente y libre.
- Jaime: el novio de Andrea.
- Los bohemios del estudio de Guíxols.
- Gerardo: la primera cita.
- Pons: el primer desengaño.
Otros personajes
- Isabel: la prima con la que Andrea se crió en el pueblo.
- Don Jerónimo: jefe de Angustias con el que mantenía una relación.
- Familia de Ena (sobresale su madre, Margarita).
- La hermana de Gloria del Barrio Chino.
Andrea es una chica rara. Yo creo que la personalidad de Andrea se podría definir ayudándose de una reflexión que ella misma se hace al abandonar la casa de Pons. Ella se define como una espectadora, y este papel suyo lo iremos viendo a lo largo de la novela, en múltiples formas. Como en el hecho de que no se describe a sí misma como personaje. En su personalidad podemos ver que tiene una falta de autoestima y un abandono personal muy grande, ya que no se preocupa de peinarse ni de pintarse, como si su imagen personal no le importase lo más mínimo.
Personajes secundarios
En esta novela, los personajes femeninos son mucho más complejos. Este hecho se podría interpretar pensando que Ena, al ser una chica, comprende mejor los personajes femeninos, y los personajes masculinos se nombran, pero sin profundizar en su personalidad. Podríamos poner como excepción a Román, ya que Andrea se fija mucho en su comportamiento insano.
Ena:
Ena es una chica de familia rica, que hasta el momento ha conseguido todo lo que se ha propuesto debido a su belleza e inteligencia. Pero cuando conoce a Román, descubrimos un aspecto nuevo y retorcido de su personalidad. Ella se entera de que su madre había estado enamorada de Román y, al principio, tiene curiosidad por conocerlo, pero al conocerlo le decepciona tanto que llega a odiarle. Aquí empieza el juego macabro de fingir ser seducida por Román solo para humillarlo. Pero al llevar a cabo este juego con Román, ella tiene que interrumpir su relación con Jaime y con Andrea. Estos son dos motivos con los que Ena justifica su comportamiento con Román.
Pons:
Pons pasa a formar parte de la vida de Andrea cuando Ena interrumpe su amistad con ella. En ese momento, Pons presenta a sus amigos Pujol, Iturriaga y Guíxols a Andrea y la introduce en un mundo bohemio y artístico. La amistad de Pons a lo largo se va haciendo más opresiva hasta el punto de invitarla a una fiesta como su pareja. Al final de la velada, Andrea se va a casa convencida de que ella no encaja en las fiestas de clase alta que sus amigos celebran.
Román:
Román es un hombre traumatizado por la guerra recién pasada y por la pobreza y la miseria en que vive. En su comportamiento se pueden ver varios detalles que confirman su locura, como cuando le muerde la oreja al perro. Román se piensa que posee a todos los personajes de la casa, que los controla y que todos dependen de él. Pero al conocer a Ena, quiere que esta sea su amante. Lo que Román no sabe es que Ena es aún más retorcida que él y juega con él hasta el punto de humillarlo. Román acaba suicidándose; la causa de su muerte no se conoce, pero es casi seguro que está relacionada con la venganza de Ena.
Juan:
Juan es un hombre perturbado que trabaja de artista pintando cuadros y dando clases de dibujo. Él siempre ha pensado que alimenta a su familia gracias a sus cuadros, pero la cruda realidad es que vive gracias a la picardía de Gloria en el juego, ya que ella va por las noches a jugar y trae el dinero a casa diciendo que es todo lo que ha sacado de los cuadros, mientras estos han sido vendidos al drapaire. Así podemos verle una faceta muy miserable, ya que, a pesar de vivir a cuestas de su mujer, Juan sigue maltratándola. También le vemos una faceta de hombre tierno y bondadoso cuando está con su hijo. Al final de la novela, acaba volviéndose loco a causa de la muerte de su hermano.
Gloria:
Es una chica simple e inocente, pero, sin embargo, preciosa físicamente. Se pasa toda la novela jactándose de su belleza y de su bondad. Antes de casarse con Juan, tiene una historia amorosa con Román, la cual queda indefinida. Andrea, al principio, la ve un poco tonta y simple, pero al final acaba cayéndole bien su simpleza, y su conversación comparada con el rumor de la lluvia. Andrea también se fijará en su belleza, la cual Juan es incapaz de plasmar en sus cuadros.
La abuela:
Es el personaje más bueno de la novela; ella es capaz de pasar noches sin comer solo para que sus familiares no pasen tanta hambre. En la novela queda claro que ha cuidado mejor a sus hijos que a sus hijas. La abuela, hasta el final, quiere mucho a sus hijos. Por ejemplo, cuando Gloria enferma por el maltrato de su marido y pide que lo lleven a un manicomio porque, si no, la matará, la abuela empieza a insultarla con tal de dejar bien a su hijo. Y cuando Román se suicida, esta va repitiéndose una y otra vez que Román, antes de suicidarse, se arrepintió. A pesar de su estima por sus hijos, ellos la tratan mal.
Angustias:
Angustias es posiblemente el personaje más dominante de la novela. Durante toda la primera parte de la novela, no deja en paz a Andrea ni un solo momento. Ella se cree una santa, pero como muy bien dice Juan al final de la primera parte, cuando se marcha en tren hacia el convento, no lo es.