La Generación del 98
En 1898, se produce un hecho trascendental para la historia de España: la pérdida de sus últimas colonias de ultramar (Cuba, Filipinas y Puerto Rico). Este hecho supone una emitida confirmación de la decadencia española.
Con el nombre de Generación del 98 se denomina a un grupo de jóvenes escritores críticos con la sociedad y el arte de su tiempo. Estos autores son Miguel de Unamuno, Pío Baroja, Rubén Darío, Ramón María del Valle-Inclán, Azorín y Antonio Machado.
En cuanto a la trayectoria, uno de los rasgos del grupo es la evolución desde posturas juveniles radicales, anarquizantes y socialistas, hacia posiciones conservadoras en su madurez.
Los temas de la Generación del 98 son:
a) El tema de España: La preocupación por los problemas sociales y culturales les conduce a la reflexión sobre la sociedad española. El tema de España surge cuando pretenden entender qué define el país, hablan del alma de España y buscan en Castilla, en su paisaje y en sus mitos. Para ellos, la solución a los problemas estaba en su europeización.
b) Los problemas religiosos y existenciales: La crisis de final de siglo se refleja en las preocupaciones existenciales que plantea en la razón y la inclinación hacia el subjetivismo. El tema de la voluntad y la abulia se repite en los autores del grupo.
La estética del grupo del 98 se inclina hacia la sencillez, a veces muy cuidada.
Miguel de Unamuno: Novela Intelectual y Existencial
Toda su literatura refleja una fuerte personalidad y gira en torno a sus preocupaciones regeneracionistas. Predominan las ideas, cuyo objetivo es provocar la reflexión del lector.
El Modernismo
Europa vivió durante el siglo XIX una relación económica y tecnológica sin precedentes. Los nuevos modos de producción provocan graves desequilibrios económicos y sociales, que, unidos al factor político, dieron lugar a la llamada crisis de fin de siglo.
En España, esa inquietud se manifestó a través del Modernismo y la Generación del 98. El Modernismo se expresó principalmente a través de la literatura y, sobre todo, de la poesía. Se caracteriza por:
- La diversidad de influencias: De los románticos, especialmente Bécquer y Rosalía de Castro, procede la actitud del rechazo de la realidad; el individualismo y el subjetivismo, y la preferencia por ambientes decadentes y temas existenciales. De la poesía francesa, Parnasianismo y Simbolismo, hereda el gusto por la perfección formal, el uso de símbolos sugerentes y la identificación entre los sentimientos y el paisaje exterior. Del modernismo americano, especialmente de Rubén Darío, recoge la brillantez y la sensualidad.
- Los temas de raíz romántica: El rechazo e el desarraigo del presente, que se resuelve mediante la evasión. Las preocupaciones existenciales: la angustia y el anhelo de aniquilar la conciencia que produce el dolor y el sufrimiento.
- El estilo modernista supuso una profunda renovación de la métrica (uso de versos y estrofas poco frecuentes, dodecasílabos, alejandrinos…). En conjunto, la literatura es muy sensorial; la musicalidad, el cromatismo y la plasticidad a través de procedimientos variados. Mediante recursos fónicos se experimenta con la distribución de los acentos, las rimas internas, aliteraciones, anáforas, paralelismos y paronomasia. El léxico se enriquece con palabras cultas, exóticas o sugerentes y con una abundante adjetivación. Los recursos más característicos del modernismo son los símbolos sugerentes y la sinestesia.
- Los escritores modernistas más relevantes fueron los ya señalados, Antonio Machado, Valle-Inclán y Rubén Darío.
Antonio Machado
Obra
El tema recurrente es el tiempo, su transcurrir implacable, la nostalgia del pasado y la confusión entre el presente y el pasado mediante los recuerdos.
La segunda etapa se inicia con Campos de Castilla, su llegada a Soria. Machado comienza un periodo menos intimista y más historicista en el que el paisaje cobra un gran protagonismo. En general, es una poesía más descriptiva que refleja un paisaje real (Campos de Soria, Orillas del Duero) y la identificación entre Soria-Castilla y España se da habitualmente. En algunos poemas líricos también se produce la identificación entre el paisaje y el alma del poeta; otras veces el paisaje provoca una reflexión histórica y crítica sobre la decadencia del presente. En la última etapa publica Nuevas canciones, una obra que defraudó por su carácter irregular. El aspecto más interesante reside en los Cantares.
Juan Ramón Jiménez
Su poesía se centra en tres etapas. Nos centraremos en las dos primeras:
- Etapa sensitiva o modernista: Rimas, Arias tristes y Jardines lejanos reflejan el influjo de Bécquer y de los simbolistas por el intimismo.
- Etapa intelectual o de poesía pura: Su objetivo es denunciar el lenguaje de ornamentos y plasmar lo esencial. En conjunto, tiende a una mayor sencillez expresiva, a una depuración del estilo. Sin embargo, resulta una poesía difícil, abstracta y metafísica porque el poeta, que anhela la esencia de las cosas, se mueve en el terreno de las ideas. En esta etapa destaca Diario de un poeta recién casado.
Rubén Darío
En su trayectoria se distinguen dos etapas:
- En la primera, Azul, refleja el estilo característico del modernismo americano: exotismo, erotismo… Poesías profanas, poesía brillante de temas cosmopolitas, esotéricos. La profunda renovación en los temas, en el riquísimo lenguaje y en la métrica, provocó reacciones opuestas, bien de admiración o de desprecio.
- En la segunda, Cantos de vida y esperanza, muestra una mayor preocupación por los contenidos humanos. Combina motivos españoles cercanos al grupo del 98, poemas de temas políticos con temas esteticistas y, finalmente, composiciones graves de temas existenciales.
Las Vanguardias y la Generación del 27
En torno a la Primera Guerra Mundial, y como consecuencia de ella, surgieron varios movimientos vanguardistas para evitarla. Su objetivo era crear un arte completamente nuevo y original. Se presentaron como corrientes alternativas juveniles, rupturistas, provocadoras y voluntariamente minoritarias. Su mayor logro fue imponer la libertad total del artista, herencia que ha beneficiado todo el arte posterior.
- El Futurismo: Es un arte que rompe todas las reglas y que cuenta el mundo moderno, es decir, las máquinas, la velocidad, las fábricas, el peligro, el deporte y la guerra. En la literatura se refleja, aparte de utilizando temas futuristas, en el empleo arbitrario de la tipografía, de la puntuación y la sintaxis.
- El Cubismo: Se plasma en la narrativa con la técnica del contrapunto, que presenta varios puntos de vista narrativos, mientras que en la poesía se valora el aspecto visual, el caligrama, que crea imágenes a partir de la disposición especial de las palabras. También utiliza el collage, que mezcla materiales diversos. Como en pintura, presenta una imagen descompuesta y formas geométricas, y acumula y superpone diferentes perspectivas. Triunfó en los caligramas y collages.
- El Dadaísmo: Reivindica el mundo anterior a toda lógica: lírico, ingenuo, espontáneo, al margen de las preocupaciones sociales o morales. Propone liberar la fantasía y recuperar el lenguaje coherente.
- El Surrealismo: Según los surrealistas, el arte surge del subconsciente, libre de la vigilancia de la razón. Para ello, recurren a la escritura automática y aspiran a captar el mundo de los sueños, donde el subconsciente se manifiesta a través de imágenes, metáforas y lógicas.
- El Expresionismo: Es la vanguardia más seria y pesimista, de raíz externa. Es antirrealista, pues deforma la realidad exagerándola para expresar el sentimiento que desea. En la literatura destaca Valle-Inclán quien, a través del «Esperpento», deforma la realidad de forma absurda para criticarla.
En el vanguardismo español se distinguen dos periodos:
Nacimiento y auge del vanguardismo (1908-1915): Las primeras manifestaciones vanguardistas aparecieron hacia 1905 con Ramón Gómez de la Serna y triunfaron el Ultraísmo y el Creacionismo.
- El Creacionismo: Lo difundió Vicente Huidobro. Defendía la capacidad creadora de las imágenes, pues la poesía es creación y cada poema es un mundo creado mediante imágenes yuxtapuestas. En el marco de esa estética, Gerardo Diego escribió Imagen.
- El Ultraísmo: Se basa en la metáfora, pues pretende captar la realidad mediante percepciones fragmentarias y con imágenes ilógicas. El Ultraísmo mezcla influencias cubistas, dadaístas y futuristas.
Surrealismo y rehumanización: Recoge las emociones, la angustia y la rebeldía ante la sociedad moderna.
Dentro del Surrealismo destaca Ramón Gómez de la Serna. Lo más conocido de su obra son las Greguerías, pequeñas composiciones que su autor definió como la suma de humorismo y metáfora.
Características de la Generación del 27
El nombre de la Generación del 27 alude al año en que se celebró el homenaje a Góngora con la participación de casi todos los poetas del grupo. Sus componentes son: Pedro Salinas, Jorge Guillén, Gerardo Diego, Federico García Lorca, Rafael Alberti, Luis Cernuda, Vicente Aleixandre, Dámaso Alonso y Miguel Hernández.
Forman una generación porque, desde el principio, mostrarán inquietudes y gustos comunes que les diferenciarán de los otros escritores del momento.
Rasgos
- Tienen edades similares.
- Tienen una gran cultura literaria y curiosidad intelectual.
- Su origen familiar acomodado les permite su dedicación a la poesía.
- En conjunto, mantuvieron actitudes liberales en política y, durante la Guerra Civil, apoyaron a la República, salvo Gerardo Diego.
- Trataron amistades entre ellos, sobre todo en Madrid, en la Residencia de Estudiantes, de la Institución Libre de Enseñanza krausista.
- Participaron en acontecimientos culturales, como la celebración del tercer centenario de Góngora en diciembre de 1927 en Sevilla. También colaboraron en las mismas revistas (La Gaceta Literaria, Revista de Occidente).
- Todos comparten su afán de modernizar la poesía. Reconocen como maestro a Juan Ramón Jiménez y Ortega y Gasset.
- Crearon el lenguaje generacional, así todos conocen la importancia al estilo, cultivan la metáfora tradicional y la moderna o imagen visionaria, que se basa en la semejanza de emociones tanto en el plano real como el irreal.
- Comparten su admiración por lo clásico y lo moderno.
- De la literatura tradicional valoran tanto lo culto como lo popular. Entre los clásicos cultos prefieren a Manrique, Garcilaso, Fray Luis, San Juan de la Cruz, Quevedo, Lope y, sobre todo, Góngora, el maestro en el arte de la metáfora.
- De la popular, apreciaban el cancionero y el romancero.
- En cuanto a la poesía más cercana, muestran interés por Bécquer, Rubén Darío y, sobre todo, por Juan Ramón Jiménez.
El Teatro
En el primer tercio del siglo, triunfan varios tipos de teatro: la alta comedia, el teatro poético y el teatro cómico-costumbrista. Todos ellos son variantes del teatro comercial, realista o histórico, alejado de las nuevas corrientes dramáticas que en Europa se desarrollan con gran vigor.
Junto al teatro de gran éxito, se escribieron obras renovadoras que no consiguieron el favor del público, por lo que serán reducidas a círculos minoritarios. Entre los escritores que experimentan nuevas formas dramáticas, en la línea del teatro europeo, se encuentran: Unamuno, Azorín y, sobre todo, Valle-Inclán y Lorca.
A) El Teatro que Triunfa
La alta comedia (o comedia burguesa) es un género que se caracteriza por presentar temas de la actualidad con una leve crítica y suave ironía. Se expresa de forma elegante y distinguida. El autor de mayor éxito fue Jacinto Benavente (Los intereses creados). Además, presentan personajes fijos: la joven coqueta, la esposa abnegada… que sobresalen por la naturalidad de los diálogos. Dentro de este teatro destacan:
A1) El Teatro Poético
Deriva hacia unas obras inspiradas en el drama romántico histórico. Destacan Eduardo Marquina (El rey trovador) y los hermanos Machado, que escriben conjuntamente dramas históricos (Desdichas de la fortuna) y populares (La Lola se va a los puertos).
A2) El Teatro Costumbrista
Recrea ambientes pintorescos con tipos populares y graciosos que emplean un lenguaje casticista. Los costumbristas más sobresalientes fueron Carlos Arniches (La señorita de Trevélez) y los hermanos Serafín y Joaquín Álvarez Quintero (El genio alegre).
A3) El Teatro Humorístico
De éxito fue el de Muñoz Seca, creador del astracán, un estilo que basa su comicidad en las situaciones disparatadas y en los diálogos absurdos (La venganza de don Mendo).
B) El Teatro que no Triunfa: Valle-Inclán
Se trata de un modernismo aristócrata y refinado. Como en los otros géneros, la primera obra, El marqués de Bradomín, es modernista. Es un teatro mítico que presenta una Galicia rural atemporal y unos personajes arrastrados por grandes pasiones (Comedias bárbaras y Divinas palabras) y las farsas (mezcla los sentimientos y lo grotesco, ridículo, extravagante y absurdo). La última etapa, dentro de la estética del esperpento, concentra sus mejores obras: Luces de bohemia, la trilogía Martes de carnaval (Los cuernos de don Friolera, Las galas del difunto y La hija del capitán). Deformación grotesca y sistemática de la realidad que tiene como finalidad criticar la sociedad española de la época.
Federico García Lorca: El Teatro Simbólico
El teatro de Lorca es un teatro que presenta una realidad estilizada. En general, bajo diversos argumentos, plantea un único tema: el enfrentamiento entre el individuo y su entorno. El individuo lleva el anhelo de libertad, sueño, fantasía y amor. El entorno es el símbolo de poder represor social y, a menudo, es representado por la madre, los vecinos o el ambiente. Del conflicto individuo-sociedad surge el drama, resuelto casi siempre con la destrucción del individuo y sus sueños. Las obras que destacan son las vanguardistas: Así que pasen cinco años, El público y los dramas de tono trágico, Bodas de sangre, Yerma y La casa de Bernarda Alba.
La Narrativa
La Novela en la Década de 1940
La novela no se puede enlazar con la narrativa social de los años treinta, ni parece válida la estética deshumanizada de los años veinte. En ese panorama de desconcierto abundan tres tipos de narraciones:
- La novela ideológica conservadora (La fiel infantería de Rafael García Serrano).
- La novela realista clásica (Mariona Rebull, de Ignacio Agustí; Los cipreses creen en Dios, de José María Gironella).
- La novela humorística, que tuvo un amplio público con autores como Wenceslao Fernández Flórez y Darío Fernández Flórez.
En la década de 1940, las novelas que se alejan de esas tendencias y marcan el inicio de una nueva narrativa, son casos aislados: Camilo José Cela (La familia de Pascual Duarte, 1942) y Carmen Laforet (Nada, 1944). Ambas obras comparten el tono sombrío y existencial que contrasta con el triunfalismo o la actitud evasiva general en la narrativa de la época. Además, aparecen los personajes desorientados, tristes y frustrados.
La Narrativa en la Década de 1950
Dentro del realismo social destacan: La colmena, de Cela, y La noria, de Luis Romero. El tema de la novela de los años cincuenta es la propia sociedad española, la dureza de la vida en el campo, las dificultades de la transformación de los campesinos en los trabajos industriales, la explotación del proletariado y la banalidad de la vida burguesa. El estilo de la novela realista es sencillo, en el lenguaje y en la técnica narrativa, pues se pretende llegar a un amplio público.
La Renovación de las Técnicas Narrativas en la Década de 1960
Al comenzar la década de 1960, decae la novela realista social. La renovación de la novela pretende superar el relato realista sencillo, que había sustituido al periodismo testimonial inexistente, por razones políticas. En la renovación narrativa de los años sesenta se toma como modelo los novelistas que iniciaron la experimentación desde los años veinte en Europa y Norteamérica: Proust, Joyce. La novela hispanoamericana de los años setenta se convertirá en un modelo: Mario Vargas Llosa, Julio Cortázar y Gabriel García Márquez.
En conjunto, en los años sesenta se tiende a una novela más compleja, experimental y opaca, es decir, de difícil lectura, pues exige la colaboración del lector para interpretarla. La renovación afecta a diversos aspectos del relato: el punto de vista narrativo, el tiempo, la estructura, el diálogo…
La Narrativa desde los Años Sesenta a los Setenta
En 1966 aparecieron tres novelas experimentales que alcanzaron gran resonancia: Señas de identidad, de Juan Goytisolo; Últimas tardes con Teresa, de Juan Marsé; y Cinco horas con Mario, de Miguel Delibes. A partir de ese momento, numerosos narradores de distintas generaciones se incorporaron al experimentalismo: Cela, Torrente Ballester, Carmen Martín Gaite, Francisco Umbral.
La Narrativa desde los Años 80 hasta la Actualidad
Desde mediados de los años sesenta entra en crisis la fiebre experimental. En conjunto, se produce cierta desorientación estética, fruto del eclecticismo de la época. Pero, a pesar de la variedad, se distinguen dos grandes tendencias narrativas: las que recuperan el intimismo (lo subjetivo y lo psicológico) y las que centran su interés en la trama (novela de historia, aventura o intriga). Por el contrario, decae la preocupación por el análisis social. En general, se vuelve a la novela más tradicional, de estructura simple, lineal en el tiempo, con una trama y personajes más claros. El estilo vuelve a ponerse al servicio de la historia y los argumentos recuperan su protagonismo. Una de las novelas que inicia este nuevo rumbo es La verdad sobre el caso Savolta, de Eduardo Mendoza.
El Punto de Vista Narrativo
En la novela tradicional el punto de vista era único, pues había un único narrador. Ahora es habitual la perspectiva múltiple, es decir, hay varios narradores. Cuando hay diferentes personajes (a veces junto con el narrador) que cuentan el mismo suceso, se da lo que conocemos como perspectivismo. Otro de los recursos es el contrapunto, que consiste en explicar varias historias a la vez.
El Tiempo
Es frecuente la aparición del desorden temporal que muchas veces se debe a un intento de reproducir los caprichos de la memoria; otras veces se debe a la influencia del montaje cinematográfico, como es el uso del flash-back o saltos atrás. A veces, la organización temporal llega a ser caótica.
Estructura
En lugar de los tradicionales capítulos, aparecen novelas que son un único párrafo o, bien, simplemente una separación del relato en secuencias.
Diálogo
Aparecen nuevas técnicas como el estilo indirecto libre, que consiste en recoger las palabras o pensamientos de un personaje, pero sin el verbo introductor ni la conjunción. Estilo directo: Se arrepintió de sus sospechas y decidió: «Confiaré en ella, tengo que confiar». Estilo indirecto: Se arrepintió de sus sospechas y decidió que confiaría en ella, que tenía que confiar. Indirecto libre: Se arrepintió de sus sospechas. Confiaría en ella, tenía que confiar.
En 1962 se publicó Tiempo de silencio, de Luis Martín-Santos.