Literatura Española de Posguerra: Poesía, Narrativa y Teatro

Lírica de Posguerra

La poesía de la primera posguerra está muy condicionada por la situación histórica de España. Ante el horror de la guerra, los poetas buscan respuestas y hacen una poesía espiritualista que dirige sus quejas a Dios, sus preguntas, y en ocasiones se rebela ante él. Posteriormente, se vuelven los ojos hacia los demás y los poetas desearán convertirse en la voz de la mayoría: surge la poesía social.

La lírica se centra en dos revistas:

  1. Garcilaso: agrupa a los poetas más cercanos al régimen oficial, que cultivan una lírica de corte clásico, que ofrece una visión optimista del hombre y el mundo. En ella destacan Luis Rosales, Leopoldo Panero, entre otros.
  2. Espadaña: revista de los poetas contrarios al régimen, que aportan una visión desarraigada de un mundo conflictivo e imperfecto. Destacan Leopoldo de Luis, Blas de Otero, Gabriel Celaya, entre otros.

Pablo García Baena y el Grupo Cántico

También se dio la poesía del Grupo Cántico, donde destaca Pablo García Baena, con una poesía pura, y el Postismo, donde destaca Carlos Edmundo de Ory.

Poesía Espiritual y Poesía Social

La poesía de posguerra se caracteriza por un tono individualista. Los poetas alzan sus ojos a Dios para pedirle explicaciones acerca de lo que ven a su alrededor. Poco a poco se irá modificando esto, por lo que a finales de los 40 surge en España una poesía social en la que asistimos a una evolución del yo al nosotros. Destacan Gabriel Celaya con «Cantos iberos»; Blas de Otero con «Ángel fieramente humano», «Redoble de conciencia», «Pido la paz y la palabra». Por estas fechas empieza a escribir José Hierro, muy personal y reconocido en la segunda mitad del siglo XX. La poesía social evita los problemas íntimos, individuales, para centrarse en lo colectivo. También rechaza el esteticismo y la poesía pura: el poeta debe dejar de lado sus problemas personales y comprometerse, ocuparse de la situación del momento. Así, se pretende caer en una poesía clara para la inmensa mayoría, que incluso emplea rasgos coloquiales en su afán de claridad.

Generación del 50

A mediados del siglo XX surge un nuevo grupo de poetas que se aleja de la poesía social. Poetas tales como Antonio Gamoneda, Ángel González, José Ángel Valente, Francisco Brines, Jaime Gil de Biezma, Claudio Rodríguez y José Agustín Goytisolo. Su poesía vuelve a preocuparse por el hombre. Es una poesía inconformista y escéptica que se centra en lo cotidiano y recupera el intimismo. Tienen gran preocupación por la estética.

Narrativa de Posguerra

La Guerra Civil supuso la ruptura con las tendencias anteriores. El exilio de muchos autores y el establecimiento de una censura para evitar que en las obras literarias aparecieran críticas al sistema político existente, a la religión, a la moral y costumbres, así como la aparición de una novela de exilio en la cual encontramos autores como: Ramón J. Sender con «Réquiem por un campesino español»; Max Aub con «El laberinto mágico»; Francisco Ayala con «Muertes de perro». Estos autores abarcan temas como la guerra civil o la añoranza por el exilio.

La Novela de la Inmediata Posguerra: Realismo Existencial

La literatura de los 40 está dominada por la angustia y el desarraigo. En la novela, que se mantuvo al margen de innovaciones experimentales en la narrativa europea y americana, cabe distinguir una nueva perspectiva marcada por novelas centradas en un personaje antiheroico enfrentado a una sociedad indiferente u hostil; se plantean temas como la amargura de la vida cotidiana, la soledad, la frustración y la muerte. Esta tendencia, llamada realismo existencial, irrumpe en nuestro panorama narrativo con «La familia de Pascual Duarte» de Camilo José Cela; «Nada» de Carmen Laforet; «La sombra del ciprés es alargada» de Miguel Delibes.

Novela de los 50: Realismo Social

Su literatura se caracteriza por preocuparse de la constancia de los problemas económicos y sociopolíticos del país, surgiendo corrientes como el Neorrealismo italiano. Debemos hablar de la novela social española. El deseo de estos autores es influir en el autor para que sepa las injusticias y desigualdades sociales, así como para levantar en él una toma de conciencia que le impulse a la acción para modificar esas cosas. Destacan dos corrientes:

  1. Realismo objetivo: el narrador reproduce la conducta externa de los personajes, sus movimientos y actitudes, evitando la introspección, para que el lector saque sus conclusiones de los que salen en la novela. La acción es escasa y se desarrolla a través de diálogos. Destacan Rafael Sánchez Ferlosio con «El Jarama»; Juan García Hortelano con «Nuevas amistades» y «Tormenta de verano».
  2. Realismo crítico: donde manifiestan su compromiso ideológico con la materia narrada, con una visión parcial de la realidad con el fin de poner de relieve las causas y efectos de las injusticias sociales. Por ello huyen de complicación formal; usan narración lineal, descripciones sencillas, y pobreza léxica con a veces descuidos sintácticos. Los personajes suelen ser el obrero explotado, el campesino esclavizado y el patrono o terrateniente sin escrúpulos.

Destacan: Camilo José Cela con «La colmena»; Alfonso Grosso con «La zanja». El realismo social se cultivó mucho en el relato corto. Destaca J. Fernández Santos con «Cabeza rapada».

La Narrativa Experimental

En los 60 se produce:

  1. Descubrimiento de la novela hispanoamericana.
  2. Influencia de los grandes renovadores de la novela universal contemporánea.

Se generaliza entre los novelistas españoles el uso de recursos técnicos y expresivos de carácter experimental. Con unos resultados a veces complejos:

  1. Escasa acción y desaparición del argumento.
  2. Indagación reflexiva por problemas de la confección del relato.
  3. Perspectivismo, acontecimientos vistos desde los personajes.
  4. Espacio y tiempo que se rompen por retrospecciones o anticipaciones de elementos argumentales.
  5. Cambios en las personas del relato: aparece el tú narrativo, monólogos interiores caóticos, mezcla de estilos indirectos y directos.
  6. Ruptura del párrafo como unidad textual.

Teatro de Posguerra

Marcado por el aparato empresarial y la guerra civil, caracterizado por la censura. A consecuencia de esta llega el exilio. Surgen géneros como: teatro poético de Alberti; teatro existencial de Salinas; y teatro poético-simbólico con Alejandro Casona. El teatro poético-simbólico da la espalda a la realidad, que sumerge al lector en un mundo de fantasía, destacan «La dama del alba».

  1. El drama burgués: la que más éxito tiene. Continúa el teatro de Jacinto Benavente. Se caracteriza por tener como protagonista a la burguesía, temas alejados de la realidad, con normalmente un final feliz y que el régimen aceptó. Lenguaje muy bien construido, selecto y dominio de la técnica teatral. Destacan Ignacio Luca de Tena, José María Pemán y Joaquín Calvo Sotelo.
  2. Teatro de humor: se cultivó antes de la guerra civil. Se divide en dos corrientes:
    • Intrascendente: destaca Alfonso Paso que busca hacer reír al público.
    • Innovador: destaca Enrique Jardiel Poncela cuyo humor va hacia lo absurdo, lo ilógico, de corte vanguardista. «Cuatro corazones con freno y marcha atrás», «Eloísa está debajo de un almendro». Y Miguel Mihura que busca hacer reflexionar al público, predomina un lenguaje inteligente, cierta ternura y juegos de palabras. Destacan «Tres sombreros de copa» y «Maribel y la extraña familia».
  3. Teatro realista social: surge en los 50. Intenta convencer al público de que acoja una postura crítica ante la situación política y social de desigualdades del país. Destacan «Historia de una escalera» de Buero Vallejo, y autores como Alfonso Sastre con «Escuadrón hacia la muerte», «La mordaza». Buero Vallejo apuesta por un teatro de lo posible donde menciona a la censura con temas como podría ser la falta de libertad, la opresión… En sus obras destaca la inmersión para que el espectador sienta lo mismo que los personajes. Entre las obras destacan: «Historia de una escalera»; «El tragaluz»; «Las Meninas».
  4. Teatro experimental: 60-70. Aparecen autores con una corriente experimental que se alejan del realismo por aproximarse a la vanguardia escénica europea y universal. Destacan: Francisco Nieva con «La carroza de plomo candente» y Fernando Arrabal con «Teatro pánico».
  5. Teatro independiente: se forman grupos de autores descontentos con el régimen. Mantienen una especie de cooperativa que pretende controlar el proceso teatral desde la creación de la obra hasta su puesta en escena. En su teatro destacan los elementos circenses, del musical, del mimo, de los malabares, y el texto literario va perdiendo importancia. Els Joglars, Els Comediants, La Cuadra, La Cubana…
  6. Teatro a partir de 1975: se ha seguido cultivando sin tener mucha brillantez ya que compite con cosas como el cine y ha perdido su entretenimiento. Sobrevive actualmente por las subvenciones gubernamentales.
    • Recupera obras y autores anteriores.
    • Destacan autores en los 60-70 como Antonio Gala con «Anillos para una dama» o «Los verdes campos del Edén»; José Sanchís Sinisterra con «¡Ay, Carmela!»; Fermín Cabal con «Esta noche gran velada»; José Alonso de los Santos con «Bajarse al moro»; Fernando Fernán Gómez con «Las bicicletas son para el verano».
    • Continuación del trabajo de los grupos independientes que representan lo más novedoso.

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