La novela del siglo XVIII
La gran aportación literaria del siglo XVIII es la clasificación de la novela. Pese a que Rabelais, Cervantes y los autores picarescos configuraron este género, sus innovaciones no fueron seguidas por los novelistas de su tiempo, que optaron por narrar historias en las que predominan la desmesura, la exageración e imaginación desbocada. Se trata de un género entendido como puro entretenimiento que la Ilustración recondujo hacia formas más cercanas a la nueva visión del mundo.
Surge la novela moderna que se caracteriza por el ascenso de la burguesía, que exige un género realista y que reúna en sus obras el entretenimiento y la exposición de las nuevas ideas. La aparición de un nuevo lector, la mujer burguesa, que accede a cierto nivel de educación y se libera del peso de las tareas domésticas. La aparición de la mujer explica que en las novelas del siglo XVIII proliferen las protagonistas femeninas y que triunfe la novela sentimental frente a los argumentos bélicos o de aventuras que abundaban en los relatos del periodo anterior.
Los escritores del siglo XVIII aportan novedades en las formas:
- Novela epistolar, organizada en torno a un conjunto de cartas que los personajes de la historia se entrecruzan y que permiten a los novelistas poner diferentes perspectivas sobre un mismo acontecimiento. Esta modalidad es muy utilizada tanto con intención crítica, como en Las Cartas Persas de Montesquieu, como mostrando contenido sentimental, como en Pamela de Richardson.
- Novela autobiográfica: se trata normalmente de autobiografía ficticia, como en Manon Lescaut de Prévost, pero también se encuentran textos en los que sus autores narran su propia vida en forma novelesca, como en Memorias de Casanova y Confesiones de Rousseau. Lo autobiográfico domina a finales de siglo, preparando el camino hacia el Romanticismo.
En el XVIII aparecen una serie de subgéneros:
- Novela de viajes y aventuras, en la que destacan los personajes que pertenecen a la burguesía y la ambientación de las obras es realista. Destacan Robinson Crusoe de Daniel Defoe y Los viajes de Gulliver de Jonathan Swift.
- Novela de ideas, utilizada por algunos intelectuales para exponer el pensamiento ilustrado sobre determinadas cuestiones. Autores como Voltaire, Diderot o Rousseau.
- Novela sentimental, iniciada en Inglaterra por Richardson, que se centra en el análisis de las relaciones amorosas desde un punto de vista femenino.
- Novela erótica, cuyo asunto primordial es el relato de las relaciones sexuales de los personajes. En este subgénero hay dos variantes: las obras que responden a una intención moral o de crítica social, como Fanny Hill de Cleland, y aquellas en las que domina una absoluta falta de moralidad, como las obras del Marqués de Sade.
El teatro en el siglo XVIII
Aunque tanto Diderot como Voltaire cultivaron el género dramático, se considera que los principales dramaturgos franceses del siglo XVIII son Marivaux y Beaumarchais.
- Pierre de Marivaux (1688-1763). Autor de comedias en prosa de asunto amoroso, como El juego del amor y del azar, Las falsas coincidencias, La doble inconstancia o La escuela de las madres, en la que se inspira El sí de las niñas, del español Fernández de Moratín.
- Pierre-Augustin de Beaumarchais (1732-1799). Creador del personaje de Figaro, protagonista de las comedias El Barbero de Sevilla y Las bodas de Figaro.
Fuera de Francia destacan el ya citado Moratín y el veneciano Carlo Goldoni (1707-1793), con quien el teatro italiano evoluciona desde la commedia dell’arte hacia la comedia realista. Como sucedía con la poesía, durante toda la primera mitad del siglo las formas teatrales que predominan son herederas del Barroco, tanto en temas como en formas. En la segunda mitad del siglo aparecerá lo que denominamos teatro neoclásico. Los caracteres que lo definen son los que siguen a continuación:
- Intención didáctica. Para los ilustrados, el teatro constituía el mejor medio de propaganda de sus ideas de reforma de la sociedad.
- Sometimiento a las reglas. Algunas de las reglas que se aplicaron en la época son:
- El argumento representado debe respetar la verosimilitud.
- Guardar el decoro: los personajes deben comportarse, hablar y actuar de acuerdo con su sexo y condición social.
- Respetar las unidades de lugar, tiempo y acción.
- No mezclar tragedia y comedia.
- No presentar escenas violentas, sino narrarlas en escena cuando sea el caso.
- No situar más de tres personajes en escena a la vez, y no dejarla nunca vacía.
- Eliminar el personaje del gracioso.
- Utilizar un lenguaje claro.
Denis Diderot
Además de su aportación a la Enciclopedia, Diderot es autor de una relevante obra literaria, en la que destacan dos novelas filosóficas:
- El sobrino de Rameau. Se trata de un diálogo entre dos personajes: «Yo» (un filósofo defensor de la virtud y de la razón) y «Él» (un parásito social, amoral y descreído, pero lúcido y sincero, que malvive como bufón de los poderosos). La obra denuncia la corrupción e hipocresía de los círculos aristocráticos, y sirve al autor para cuestionar sus propias ideas, de acuerdo con el espíritu crítico ilustrado.
- Jacques el fatalista. Por medio del diálogo entre Jacques y su Amo, se plantea el debate entre el libre albedrío y el fatalismo, según el cual los sucesos del universo y de la vida se encadenan de modo inexorable, por lo que el ser humano está sometido a un determinismo natural.
François Marie Arouet, Voltaire
Nació en París. Era deísta, por lo que en sus obras está presente la religión; sin embargo, fue un enemigo de la Iglesia. En la extensa obra de Voltaire, destacan sus relatos filosóficos en los que argumento y personajes sirven para realizar una reflexión intelectual o moral. Estas narraciones siguen, a menudo, el modelo narrativo del viaje, con elementos fantásticos o alegóricos, en la estela de Los viajes de Gulliver. Así, en Cándido o el optimismo, cuenta las desventuras del protagonista en sus viajes por el mundo, desde que es expulsado del castillo donde pasó su infancia hasta que halla, en el cultivo diario de un jardín, una forma modesta, pero posible, de felicidad. Voltaire se burla del providencialismo y del optimismo metafísico y, en particular, de la filosofía del alemán Gottfried Leibniz, quien, en su Teodicea, defendía que el universo salido de las manos de Dios era el mejor de los mundos posibles.
Jean-Jacques Rousseau
Filósofo, músico, botánico y naturalista, nació en Ginebra (Suiza) en una familia humilde. Su formación fue autodidacta, gracias a la protección de la baronesa de Warens. Tras alcanzar prestigio con sus Discursos y por su participación en la Enciclopedia, acabó por distanciarse de los ilustrados. El eje del pensamiento de Rousseau es la distinción entre estado natural y social. Para el filósofo, el ser humano es bueno por naturaleza, pero la civilización y la vida en sociedad lo corrompen, abocándolo a la hipocresía y al sometimiento. Estos planteamientos se recogen en dos ensayos fundamentales: Discurso sobre las ciencias y las artes, y Discurso sobre los orígenes y fundamentos de la desigualdad entre los hombres. En la obra de Rousseau destacan, además, otros títulos: Emilio, El contrato social, Julie o la nueva Eloísa y Confesiones. El rechazo de la civilización, el individualismo o la consideración de la naturaleza como ámbito privilegiado para el encuentro con uno mismo convierten a Rousseau en precursor del Romanticismo.
El ensayo
El género literario más importante de la prosa del siglo XVIII es el ensayo, ya que, como hemos visto, los rasgos que predominan en esta época se desarrollan mejor con la exposición teórica de ideas, pensamientos y críticas. El ensayo ilustrado tuvo un cauce de difusión muy importante en los periódicos. Aunque habían aparecido esporádicamente en siglos anteriores, es durante el XVIII cuando se produce un desarrollo pleno del periodismo. La rápida divulgación de la prensa escrita (gracias a una lectura cómoda y barata) tuvo dos consecuencias:
- La toma de conciencia de la importancia de una información sistemática.
- El reconocimiento por parte de los gobiernos de la capacidad de influencia del periodismo en la opinión pública.
La finalidad de los periódicos del siglo XVIII no pudo ser informativa (dadas las dificultades de comunicación y lo tardío de la llegada de las nuevas noticias), sino que fue educativa y divulgativa. Las obras que adoptan forma de carta, bien sea dirigidas a personas reales, bien a personajes ficticios, se convirtieron en un género muy abundante durante el siglo XVIII, ya que servían perfectamente para ejercer la crítica de costumbres, comportamientos e ideas.