El siglo XVIII
En la sociedad del siglo XVIII la nobleza y el clero mantienen sus privilegios, a la vez que la burguesía continúa su ascenso hacia el poder. Es precisamente la burguesía la clase que impulsa, ya a finales del siglo, un amplio movimiento social, la Revolución francesa (1789), que se propone establecer un sistema en el que los ciudadanos sean los depositarios de la soberanía política.
En España, la muerte sin descendencia de Carlos II supuso la instauración de la dinastía de los Borbones, circunstancia que facilitó la entrada de las ideas propias de la Ilustración, el movimiento cultural que preconizaba la primacía de la razón en todos los ámbitos. Con los nuevos monarcas se asentó en España el despotismo ilustrado, modelo político que pretendía la mejora de las condiciones de vida del pueblo pero sin contar con este a la hora de tomar decisiones. El despotismo ilustrado se resume en el lema «Todo para el pueblo, pero sin el pueblo». A imitación del modelo francés, se impuso una monarquía centralista y se emprendieron un conjunto de reformas que tenían por objeto la modernización del país. Se crearon así numerosas instituciones culturales: la Biblioteca Nacional, la Real Academia Española, la Real Academia de la Historia…
La mentalidad ilustrada se caracteriza por la confianza
en la razón y en la ciencia.
De hecho, los ilustrados pensaban que solo
mediante la educación podría transformarse la sociedad. Este afán didáctico
influye decisivamente en la finalidad que se asigna a la literatura: no se
escribe para entretener, sino como una forma de divulgar las ideas.
El Neoclasicismo. Características
El arte clásico, con sus principios de armonía y equilibrio, se convirtió en el modelo de los ilustrados, que mantenían un ideal estético basado en la razón y en la sobriedad formal. De ahí que se denomine Neoclasicismo al movimiento estético característico de la Ilustración.
La literatura neoclásica defiende estos principios:
oLa creación literaria se rige por la razón, que guía el espíritu crítico de los escritores ante el mundo que los rodea.
oLa literatura debe tener una intención didáctica, ha de «enseñar deleitando».
oLos autores tienen que ajustarse a la preceptiva clásica, que imponía reglas a cada género, e imitar a los escritores grecolatinos.
oEl estilo persigue la claridad y la adecuación, y rechaza la afectación y los excesos que se consideraban propios de la literatura barroca.
A finales del siglo, algunos escritores se rebelan contra la rigidez de la normativa neoclásica y ensalzan los sentimientos por encima de la razón. Este movimiento se denomina Prerromanticismo, ya que anuncia ciertas características del Romanticismo del siglo XIX.
La prosa: el ensayo y el género epistolar
En el Neoclasicismo, el espíritu crítico y el
afán didáctico dan especial relevancia al ensayo, el género en prosa más
cultivado. Los ensayistas más destacados fueron Benito Jerónimo Feijoo y
Gaspar Melchor de Jovellanos.
En la prosa de ficción destaca José Cadalso, quien desarrolla la crítica social por medio del género epistolar en su obra Cartas marruecas.
La poesía
La poesía del siglo XVIII sigue los principios de didactismo
y utilidad, propios de la literatura neoclásica. Esta idea queda
reflejada en las palabras de Ignacio de Luzán en su Poética: «La poesía
es imitación de la naturaleza con doble finalidad:
utilidad y deleite». Se
imponen dos tipos de poesía: una poesía social y filosófica, que ensalza
las ideas de la Ilustración, y una poesía clasicista, ambientada en una
naturaleza idealizada y armónica. El principal representante de la poesía
neoclásica es Juan Meléndez Valdés, cultivador de ambas fórmulas. Un
ejemplo de su poesía clasicista se encuentra en sus odas anacreónticas,
composiciones de metro corto y tono festivo y alegre, llamadas así por seguir
el modelo del poeta griego clásico Anacreonte. En ellas se exalta el goce de la
vida:
Teje, Dorila, teje,
de pámpanos y flores
téjeme una guirnalda
con que las sienes orne.
Tráeme de dulce vino
la copa que rebose
y la lira süave
con que te canto amores.
Otro género muy cultivado son las fábulas, composiciones en las que se narra una historia protagonizada por animales o seres inanimados de la que se desprende una enseñanza. Los autores de fábulas más destacados son Tomás de Iriarte y Félix María Samaniego, autor de la fábula que se reproduce a continuación.
Las moscas
A un panal de rica miel
dos mil moscas acudieron,
que por golosas murieron,
presas de patas en él.
Otras dentro de un pastel
enterró su golosina.
Así, si bien se examina,
los humanos corazones
perecen en las prisiones
del vicio que los domina.
El teatro
El teatro del siglo XVIII estuvo marcado por la polémica. En los escenarios se seguían representando comedias y dramas de inspiración barroca, con complicadas tramas en las que prevalecía la acción y cuyo único objetivo era entretener al público; los dramaturgos ilustrados, en cambio, mantenían que el teatro debía contribuir a la educación del pueblo y a la reforma de la sociedad. Finalmente, se impuso la preceptiva clásica frente a la barroca, y los ilustrados, conscientes de la importancia social del teatro, lo utilizaron para difundir su ideología reformista. Los autores ilustrados defendían la preceptiva clásica:
oRespeto de las unidades de tiempo, lugar y acción.
oSeparación de lo trágico y lo cómico.
oDefensa de la verosimilitud en la acción y del decoro en el lenguaje.
Leandro Fernández de Moratín
La figura más representativa del teatro neoclásico fue Leandro Fernández de Moratín (1760-1828). Moratín defendía una comedia que «imita a los hombres como son, imita las costumbres nacionales, los vicios y errores comunes, los incidentes de la vida doméstica». Sus principales obras, La comedia nueva o El café y El sí de las niñas, fijan la fórmula de la comedia neoclásica.
oLa comedia nueva o El café es una sátira en la que el autor critica las obras teatrales que aplaudía el público de la época y propone la reforma del teatro.
oEl sí de las niñas es una crítica de los matrimonios de conveniencia, en los que era frecuente casar a una joven con un hombre mayor. El autor cuestiona la educación que se da a las jóvenes y propugna modelos de conducta basados en la razón.