Las Vanguardias
Desde el punto de vista cultural, aparecen las vanguardias, movimientos artísticos de choque, de ruptura y apertura al mismo tiempo, caracterizados por su originalidad y una elevada dosis de provocación. Causarán una intensa renovación en el panorama artístico mundial. Los más representativos son:
Futurismo
Creado por el italiano Marinetti en 1909, es un arte que apuesta por la velocidad y los elementos de la nueva civilización. No hay obra maestra que no tenga un carácter agresivo. Se suprimen los signos de puntuación, la ordenación lineal y la adjetivación (ya que ralentiza la escritura).
Expresionismo
Surgido en Alemania, posee un fuerte carácter crítico y de denuncia social. Sus temas están inspirados por una visión crítica de la sociedad y por los sentimientos de horror, sufrimiento, aunque también de solidaridad, generados durante la Primera Guerra Mundial.
Cubismo
Pretende representar, simultáneamente, diversos aspectos de una misma realidad: una imagen desde distintos puntos de vista, elementos externos e internos…
Dadaísmo
Nacido de las ideas de Tristan Tzara, es un movimiento destructor. Nota predominante en los dadaístas es el sentido del humor. No se toman nada en serio, ni siquiera el arte.
Surrealismo
El más trascendente de los movimientos de vanguardia es el iniciado por André Breton. Los surrealistas explotan el mundo de los sueños. El hombre, para expresarse en libertad, debe alejarse del control ejercido por la razón, evadirse de cualquier preocupación ética o moral. El surrealismo recoge las libertades sintácticas y léxicas del futurismo, cubismo y dadaísmo. André Breton aboga por la escritura automática.
Generación del 27
A comienzos de los años veinte, comienza a publicar sus primeros libros un grupo de poetas y amigos, la mayoría de los cuales había coincidido en la Residencia de Estudiantes de Madrid, una de las instituciones educativas de mayor prestigio de la época.
El grupo poético lo forman, entre otros: Pedro Salinas, Jorge Guillén, Gerardo Diego, Dámaso Alonso, Vicente Aleixandre, Federico García Lorca, Luis Cernuda, Rafael Alberti, Emilio Prados y Manuel Altolaguirre. Un momento clave en la historia de esta generación es la celebración, en 1927, del tricentenario de la muerte del escritor cordobés Luis de Góngora.
Características de la Generación del 27
- Todos ellos gozan de una amplia formación intelectual.
- Se declaran admiradores de la mejor tradición literaria española.
- Muestran interés por los movimientos de vanguardia, especialmente por el surrealismo.
- Conciben la poesía como un arte capaz de interpretar y renovar la realidad.
- Emplean tanto formas métricas tradicionales como otras innovadoras, especialmente el verso libre.
- Alternan lo culto y lo popular, una poesía para minorías con la que se dirige a la inmensa mayoría.
- Evolucionan, por lo general, desde una poesía pura, vital e idealista, hacia una poesía social y comprometida, sobre todo a partir del advenimiento de la República.
Autores de la Generación del 27
Pedro Salinas (1892-1951)
El poeta Pedro Salinas pasó gran parte de su vida en el exilio y trabajó como profesor universitario en diferentes universidades (tanto en España -Sevilla y Murcia- como en el extranjero: La Sorbona, Cambridge, Boston, Baltimore). Murió en San Juan de Puerto Rico.
En su obra se advierte una constante búsqueda de lo absoluto. Para ello, trasciende lo anecdótico y se adentra en las relaciones amorosas, que dotan de sentido a la vida y al mundo. Está considerado como uno de los mejores poetas que ha cantado el amor. Sus obras más relevantes son La voz a ti debida (1933) y Razón de amor (1936).
Jorge Guillén (1893-1984)
Fue, como Pedro Salinas, profesor de Lengua y Literatura en varias universidades, sobre todo norteamericanas, donde impartió clase durante el exilio. A su regreso a España, recibió el Premio Cervantes en 1977 y fue nombrado académico de honor de la Real Academia de la Lengua en 1978.
De su poesía sobresalen títulos como Cántico (1950) y Clamor (1963). Guillén es un claro representante de la denominada poesía pura. Su lírica refleja los problemas humanos y sociales.
Gerardo Diego (1896-1987)
Escritor santanderino, fue catedrático de Lengua y Literatura en diversos institutos. En 1925 obtuvo el Premio Nacional de Poesía por Versos Humanos. Recibió el Premio Cervantes en 1979. La poesía de Gerardo Diego se caracteriza por una amplia variedad de temas y estilos, desde los más vanguardistas a otros puramente clásicos. Entre sus libros destacan El romancero de la novia (1918) y Manuel de espumas (1924).
Vicente Aleixandre (1898-1984)
El andaluz Vicente Aleixandre fue uno de los máximos representantes de la Generación del 27. Tras la Guerra Civil, se convirtió en referente para los jóvenes poetas: en 1934 ya había recibido el Premio Nacional de Literatura por el libro de poemas La destrucción o el amor. Ingresó en la Real Academia Española en 1950, y en 1977, recibe el Premio Nobel de Literatura.
Su obra de tinte surrealista busca constantemente la integración con la naturaleza, aunque no renuncia a poemas más clásicos. Su lenguaje es rico y complejo, y los temas fundamentales sobre los que se construye su obra giran en torno al amor y la muerte.
Su producción ha sido dividida en 3 épocas:
- Vanguardista: Sintoniza con los principios del surrealismo y se centra en la imperfección, la angustia y la fragilidad humanas. Por otra parte, desea fundirse con la naturaleza. Destacan obras como Ámbito (1928), Espadas como labios (1930-1931).
- Abandono del surrealismo: Se vuelve hacia los problemas de los seres humanos. Historia del corazón (1945-1953).
- Metafísica: En Poemas de consumación (1968) y Diálogos de conocimiento (1974), el poeta recuerda su juventud con nostalgia y se pregunta por el sentido último de la vida.
Dámaso Alonso (1898-1990)
Este madrileño, que llegó a ser director de la Real Academia, marcó la lírica de la posguerra española con Hijos de la ira (1944), visión desgarrada de la injusticia y el odio. Obras suyas son también Poemas puros: poemillas de la ciudad (1921).
Federico García Lorca (1898-1936)
Las primeras obras del granadino Federico García Lorca, como Libro de poemas (1921), recuerdan la lírica popular por sus formas y sus temas sencillos. En 1928 publica Romancero Gitano, con el que pretendió reflejar el especial modo de ver la vida del pueblo andaluz, especialmente de los gitanos. Mantiene el tono propio de la lírica tradicional, pero al mismo tiempo, se encuentran imágenes cercanas al mundo de los sueños y alejadas de las metáforas tradicionales. Esta tendencia se agudiza en Poeta en Nueva York (1929), libro plenamente surrealista escrito en versos libres en el que lo social adquiere gran relieve. El poeta sintoniza con todos los hombres que sufren.
En 1935 escribe Llanto por Ignacio Sánchez Mejías, fusión magistral de lo popular y lo culto. Es una elegía a la muerte del torero amigo.