Impacto de la Guerra Civil en la Literatura Española
La Guerra Civil supuso un profundo corte en la evolución literaria española por varias razones:
- La muerte de algunas de las grandes figuras de la novela española del siglo XX, como Unamuno o Valle-Inclán.
- El exilio obligado de otros autores que habían empezado a destacar en la década de 1930: Max Aub, Francisco Ayala, Ramón J. Sénder, etc.
- Las nuevas circunstancias políticas y la censura impidieron la continuidad de la tendencia de novela social que se desarrollaba desde la década de 1930.
- Esas mismas circunstancias histórico-económicas hicieron que perdieran sentido tendencias como la novela deshumanizada y vanguardista.
La Novela de Posguerra: Los Años 40
La novela española de la década de 1940 tuvo que comenzar prácticamente de nuevo; se rompió la continuidad con la línea de vanguardia y experimentación iniciada en las décadas anteriores a la guerra. Los narradores debieron crear una nueva tradición novelística que retomó los modelos de la narrativa realista de autores como Galdós o Baroja; los autores buscaron un punto de partida en la tradición realista española.
Los responsables de reiniciar esta tradición narrativa son los autores de la llamada Generación del 36: Juan Antonio Zunzunegui, José María Gironella, Gonzalo Torrente Ballester, Camilo José Cela, Carmen Laforet, Miguel Delibes.
Tendencias Narrativas de los Años 40
En la posguerra, estos novelistas cultivaron fundamentalmente tres tipos de novela: la ideológica, la realista clásica y la humorística. Todas ellas reflejaban una visión pesimista y existencial de la realidad y se convirtieron en el punto de partida de la nueva narrativa del siglo XX.
Novela Ideológica (Vencedores)
En la narrativa ideológica, destaca la novela de los vencedores. Nada más terminar la guerra, abundó la novela de temática bélica que se apoyaba sobre todo en la visión ideológica de los falangistas. Son novelas de tesis, con finalidad moralizante y que tratan el tema de la Guerra Civil desde el punto de vista de los vencedores; en ellas se establece una clara división maniquea entre vencedores y vencidos. En ellas se intenta ocultar la dura realidad de la España destruida por la guerra. Destacan Agustín de Foxá con Madrid de Corte a checa o La fiel infantería (1943) de Rafael García Serrano. A partir de 1950 desaparecieron este tipo de novelas.
Novela Realista Clásica
La novela realista clásica proporcionó algunas obras en las que la vida de la burguesía, sus valores y sus comportamientos constituyen el tema fundamental. Continúan con el realismo tradicional, sin introducir innovaciones técnicas ni temáticas. El argumento se suele desarrollar en un largo período de tiempo con una amplia sucesión de hechos que da lugar a la llamada novela-río.
Novela de Humor
La novela de humor creó mundos imaginarios que constituyeron recursos para rechazar una realidad que resultaba demasiado terrible. Se intentaba así una superación del realismo tradicional con una visión desencantada y escéptica. El representante más destacado fue Wenceslao Fernández Flórez, autor de El bosque animado.
Nuevos Tonos: Tremendismo y Existencialismo
Sin embargo, ya entrada la década de 1940, algunas novelas marcan el inicio de una nueva narrativa que, siguiendo el corte realista, recoge nuevos tonos y pretende la innovación de los aspectos más clásicos del realismo decimonónico. Fue una apertura similar a la que se produjo en poesía con la aparición de la literatura desarraigada de Dámaso Alonso y Vicente Aleixandre. Inaugura esta tendencia La familia de Pascual Duarte de Camilo José Cela (1942), con el tremendismo que la caracteriza. Algunos críticos denominan la novela de esta época como novela tremendista. Le sigue el lirismo algo sórdido de Nada de Carmen Laforet (1945). Ambas comparten un tono sombrío y existencial, junto con una actitud evasiva. A estos nombres se añade la actitud ética de Miguel Delibes en La sombra del ciprés es alargada (1948) o las obras de Ana María Matute.
Sus novelas reflejaban el desolado mundo de la posguerra desde una perspectiva pesimista, plasmado en personajes tristes y desorientados. La mayor fortuna de estos autores fue conseguir trasponer el inconformismo social que se respiraba en el ambiente al plano existencial. Su máximo afán se centró en la expresión de los problemas que afectaban al ser humano, con la intención de universalizar sus inquietudes.
Rasgos del Enfoque Existencial
Este enfoque existencial se refleja en los siguientes aspectos:
- Presentación amarga de la realidad del momento. De ahí que los temas más frecuentes sean la soledad, la frustración, la muerte…, en un mundo sórdido, mísero y degradado.
- Personajes angustiados, marginados y desarraigados: Pascual en La familia de Pascual Duarte, Andrea en Nada. Son, además, personajes muchas veces violentos, obligados por las circunstancias a sobrevivir; aislados, condenados a la incomunicación.
- Ausencia de crítica social explícita (similar a lo que ocurría en poesía). Las novelas de ese período reflejan el malestar social del momento; se convierten, así, en testimonios de ambientes reales y de situaciones conflictivas, aunque la censura hizo imposible cualquier tipo de denuncia directa.
Consolidación y Auge de la Novela Social: Los Años 50
El resurgimiento iniciado en la novela española en los años cuarenta se consolida con la novela social durante la década de 1950. En ella conviven dos generaciones sucesivas de narradores: los autores más significativos de la generación anterior, con Cela, Delibes o Gonzalo Torrente Ballester a la cabeza; y la nueva generación de novelistas, que hace su aparición a partir de 1954.
Camilo José Cela publica en Buenos Aires, en 1951, La colmena, considerada por la mayoría de los críticos como la precursora de la nueva tendencia: vuelve, por tanto, a abrir camino este novelista. Junto a él, destacan Miguel Delibes con El camino (1950) o Gonzalo Torrente Ballester, con su trilogía Los gozos y las sombras (1957-1962).
La nueva generación de novelistas está liderada por Ignacio Aldecoa (El fulgor y la sangre), Jesús Fernández Santos (Los bravos), Rafael Sánchez Ferlosio (El Jarama), Carmen Martín Gaite (Entre visillos) y otros más. La nota más característica de estos autores, particularmente de los que conforman el nuevo grupo, es el compromiso ético y social del escritor, la idea de que la literatura, siguiendo la máxima de Sartre (y del neorrealismo italiano), debe servir para transformar el mundo. Se trata, por tanto, de un realismo crítico.
Características del Realismo Social
Uno de los rasgos distintivos de la conocida como Generación del Medio Siglo es, sin duda, la manera en que la sociedad española se convierte en el tema central de su narrativa: la dura vida del campesinado y del proletariado, la miseria y degradación de los suburbios urbanos, la banalidad de la vida burguesa…; todo ello con ánimo de denuncia, haciendo hincapié en las injusticias y mostrando solidaridad con los más oprimidos. Se intenta, por medio de la obra, concienciar al lector de los graves problemas que acosan a la sociedad del momento y, al mismo tiempo, promover el cambio social.
Quizá el aspecto estético más relevante de la novela social sea el objetivismo narrativo, con el que el autor pretende quedarse al margen de los hechos narrados: busca presentar la realidad desde una perspectiva neutral. Respecto a la técnica del protagonista colectivo, no cabe duda de que el mejor ejemplo es Cela con la novela La colmena.
Las novelas de esta época suelen ser calificadas de faltas de imaginación, pobres estilísticamente y con una gran carga ideológica. Sin embargo, casi todos los escritores de esta generación enriquecieron su escritura.
El Cuento en los Años 50
Por otra parte, estos años son muy importantes para la tradición de la narrativa breve. La década de 1950 constituye el mejor momento que ha vivido el cuento contemporáneo español: su edad dorada.