Narrativa de Posguerra: Un Reflejo de la España del Siglo XX
La narrativa de posguerra en España, que abarca desde 1939 hasta 1975, es un periodo literario marcado por profundos cambios sociales y políticos. Numerosos novelistas, como Rosa Chacel, Ramón J. Sender, Max Aub y Francisco Ayala, se vieron obligados a exiliarse, aunque mantuvieron una temática fundamentalmente española en sus obras.
La Guerra Civil se convirtió en un tema recurrente entre los novelistas de la época, quienes rompieron con la tradición narrativa de la Generación del 98. Buscaron inspiración en literaturas extranjeras, en la picaresca del Siglo de Oro español y en movimientos literarios del siglo XIX. Pío Baroja, en particular, influyó notablemente en la orientación realista de una nueva generación de jóvenes narradores.
La censura de la época prohibió la publicación de gran parte de los autores de narrativa española, y solo se traducían al español autores extranjeros de ideología conservadora. Sin embargo, el Premio Nadal, convocado por la editorial Destino, supuso un importante estímulo para la literatura de la época.
La Novela Existencial de los Años 40
El tema principal de la novela de los años cuarenta es el reflejo amargo de la vida cotidiana desde una perspectiva existencial. Otros temas recurrentes son la soledad, la inadaptación, la frustración y la muerte. Abundan los personajes marginales, desarraigados, desorientados y angustiados. El malestar social se refleja en la esfera de lo personal, de lo existencial, quizás como única vía de expresión posible dada la situación de España.
Camilo José Cela publicó La familia de Pascual Duarte, novela que revela los aspectos más violentos y crueles de la existencia, considerada precursora del Tremendismo. Este movimiento literario se caracteriza por una especial crudeza en la presentación de la trama, con numerosas situaciones violentas, personajes marginados, con defectos físicos o psíquicos, criminales, etc., y un lenguaje desgarrado y duro. Pascual Duarte, un campesino condenado a muerte, narra sus propios crímenes en primera persona, condicionados por el ambiente familiar y social. La obra está influenciada por la novela picaresca (autobiografía, antihéroe, baja condición social) y por el naturalismo (condicionado por el entorno social y la herencia). Se trata de una novela existencial que deja traslucir la visión del mundo de su autor, para quien la vida no es buena y el hombre tampoco.
Poco después, Carmen Laforet publicó Nada. La novela narra en primera persona la historia de una joven que experimenta la decepción de sus ideales al mudarse a Barcelona para estudiar su carrera universitaria y vivir con unos tíos. Allí se enfrenta al ambiente de miseria económica y moral propio de la pequeña burguesía de posguerra. Se trata de una novela de aprendizaje, con un estilo cargado de lirismo y un tono triste y desencantado.
También se incluye en esta corriente La sombra del ciprés es alargada, de Miguel Delibes. En ella, el malestar existencial se compensa con un profundo sentimiento religioso.
La Novela Social de los Años 50
El periodo de la novela social comienza en 1951 con la publicación de La Colmena, de Camilo José Cela, y finaliza en 1962 con Tiempo de silencio, de Luis Martín Santos. Esta última obra aleja a la novela española del realismo y la conduce por el camino de la experimentación formal.
A partir de los primeros años de la década de los cincuenta, varios factores favorecen un cambio de tendencia en la narrativa castellana. Surge una nueva promoción de escritores que no había participado activamente en la Guerra Civil. Los temas de denuncia social podían filtrarse mejor a través de la ficción, por lo que comienzan a publicarse obras (hasta donde permite la censura) que reflejan la falta de libertad, las desigualdades sociales y la miseria generalizada. Se toma como referencia el neorrealismo italiano (testimonio de denuncia social durante el régimen fascista y los años posteriores a la II Guerra Mundial), el nouveau roman francés (narrativa experimental con un planteamiento novedoso en cuanto a la forma de narrar y con una gran libertad temática) y la “generación perdida” norteamericana (reflejo del clima de posguerra y la depresión). La estética dominante en estas obras busca reproducir con fidelidad la realidad que se pretende retratar. La intención social y la estética realista son características bajo las que se agrupan las novelas de esta década.
En Madrid y Barcelona se forman dos núcleos de autores unidos por su oposición al régimen franquista. Entre sus miembros se encuentran Ignacio Aldecoa, Juan Goytisolo, Carmen Martín Gaite, José Manuel Caballero Bonald, Ana María Matute y Rafael Sánchez Ferlosio.
Temas y Obras Representativas
Entre los temas y títulos más destacados de estos escritores podemos citar:
- Los conflictos obreros: Central eléctrica, de López Pacheco.
- Las duras condiciones de la vida en el campo: El fulgor y la sangre, de Ignacio Aldecoa.
- Las miserias de la vida urbana: La colmena, de Cela.
- La rutina y el vacío de la vida burguesa: El Jarama, de Rafael Sánchez Ferlosio.
- Las evocaciones indirectas a la Guerra Civil: Primera memoria, de Ana María Matute.
Características Formales de la Novela Social
Se pueden destacar las siguientes características formales:
- Tendencia al argumento lineal.
- Escasez, sencillez y funcionalidad de las descripciones.
- Concentración espacio-temporal (la acción transcurre en un periodo breve y en un espacio reducido).
- Preferencia por el personaje colectivo.
- Tendencia a la objetividad del narrador, de modo que no se advierta su presencia, reflejando solamente la conducta externa de los personajes.
- Importancia de los diálogos.
- Lenguaje sencillo sin gran elaboración estética.
Dentro de la novela social se distinguen dos corrientes: el objetivismo y el realismo crítico. El objetivismo se caracteriza por un escritor que, como simple espectador, se limita a presentar la realidad sin emitir juicios. Con una mirada cinematográfica, describe la realidad para que aparezca ante el lector tal cual es, influenciada por el behaviorismo (reflejo exacto de la realidad sin intervención del narrador). Por otro lado, en el realismo crítico, de estilo y técnica más simples, el escritor no solo presenta la realidad, sino que la explica y denuncia las injusticias que marginan a determinados grupos sociales, es decir, su denuncia es más explícita.
La Colmena, de Camilo José Cela, es considerada la obra precursora de la novela social. Utiliza un narrador omnisciente y un protagonista colectivo: la ciudad de Madrid y sus gentes. En la novela aparecen más de trescientos personajes. El desarrollo narrativo se estructura en múltiples secuencias en las que se salta de unos personajes y de unos espacios a otros, de manera que asistimos a veces a hechos que acaecen de forma simultánea en lugares distintos (técnica del contrapunto). Este mosaico de personajes que se entrecruzan (técnica calidoscópica) ofrece una panorámica de la vida en Madrid en los primeros años de la posguerra. El argumento de la novela está basado en situaciones cotidianas de sus personajes. Toda la novela transcurre, en cuanto al tiempo, en poco más de dos días, y los espacios repetidos son los habituales en las relaciones sociales de la época: cafés, casas de vecindad, burdeles, la calle… Esa reiteración y la reducción temporal expresan la monotonía, la rutina y la ausencia de cambio en las vidas de los protagonistas.
Los personajes de la obra no tienen esperanza de futuro, por lo que se hallan condenados a la resignación y la desesperanza. En cuanto al lenguaje, combina la crudeza y el sarcasmo. Cabe destacar que en ella se trasluce de nuevo el concepto negativo del hombre y el mundo que tiene Cela.