El fin de la dictadura y la transición
La muerte de Franco en 1975 se toma como punto de partida de la modernidad en España. Desde el punto de vista político, es trascendental, ya que supone el fin de la dictadura, el inicio de la Transición, el restablecimiento de las relaciones con Europa y, en definitiva, la normalidad democrática.
La narrativa en la Transición
Desde el punto de vista de la narrativa, es más cuestionable que sea un punto de inflexión. Se escribe con más libertad, sin censura, pero las expectativas de una explosión de talento oculto tras el franquismo quedan frustradas.
Los premios literarios
Un fenómeno importante son los premios literarios, que contribuyen a animar el panorama creativo. Algunos son institucionales, como el Cervantes, el Nacional de las Letras o el Nacional de Narrativa, y otros son convocados por editoriales de prestigio como el Nadal, el Planeta o el Alfaguara.
Rasgos de la novela en la Transición
Algunos rasgos comunes a la rica y heterogénea variedad de las novelas de esta época:
- Progresivo abandono del furor experimental de los 70 y recuperación de la narrativa, del gusto por los argumentos nítidos, personajes coherentes, la anécdota y la obra bien construida.
- Se revaloriza la novela de género, con auge de la novela negra e histórica.
- Se mezclan con libertad todos los subgéneros: novela rosa, ciencia ficción, humor… y la novela experimental anterior.
- La guerra, posguerra o el mundo rural siguen siendo temas frecuentes, pero la vida moderna, tecnología, rock o las drogas se incorporan con naturalidad a los argumentos.
Los novelistas consagrados
Todavía en este periodo la figura de los grandes novelistas surgidos en los años 40 sigue siendo fundamental. Camilo José Cela, que es una celebridad social y ya no solo literaria, escribe obras importantes como «Mazurca para dos muertos». También lo hará Miguel Delibes con «Los santos inocentes», obra maestra de ambientación rural, pero de técnica experimental, o Gonzalo Torrente Ballester autor de éxito con títulos como «Filomeno, a mi pesar».
Por su lado, los autores de la generación del medio siglo, neorrealistas o realistas sociales, que en los setenta siguieron la senda de la experimentación, siguen publicando con regularidad novelas de altísima calidad. Así, por ejemplo, Jesús Fernández Santos («Extramuros»), Juan Goytisolo («Paisaje después de la batalla»), Juan García Hortelano («Gramática parda»), Ana María Matute («Olvidado rey Gudú») o Juan Marsé («El embrujo de Shanghai»).
También los autores de la denominada generación del 68, que nacieron en pleno auge experimental van a decantarse por una narrativa más tradicional con novelas de mucha calidad. Es el caso de Manuel Vázquez Montalbán («Galíndez», «Los mares del Sur»), Félix de Azúa («Diario de un hombre humillado») o José María Guelbenzu («La tierra prometida»).
La nueva generación de novelistas
Pero debemos hablar de un grupo de autores que empiezan a publicar sus primeros libros tras la muerte del dictador y que están ahora en plena madurez literaria. Por ser responsable de la vuelta a la narratividad, hay que citar en primer lugar a Eduardo Mendoza. En 1975 publica «La verdad sobre el caso Savolta», una novela histórica y policíaca que aprovecha técnicas experimentales para lograr intriga y acción. Otras obras destacadas suyas son «La ciudad de los prodigios» o «El misterio de la cripta embrujada» y sus secuelas. A día de hoy goza aún de gran éxito editorial.
Buenas críticas también para Javier Marías con obras como «Corazón tan blanco» o «Mañana en la batalla piensa en mí», de prosa densa y lentitud narrativa.
También asiduo del monólogo interior, aunque con más tendencia a la intriga policíaca es Antonio Muñoz Molina, autor de títulos como «El invierno en Lisboa».
Ambientadas en la Guerra Civil son algunos relatos del gallego Manuel Rivas, como «El lápiz del carpintero» o «La lengua de las mariposas».
Otro autor de prestigio por la originalidad de su mirada es Juan José Millás, con obras como «El desorden de su nombre» o «La soledad era esto».
Y son muchos los autores importantes que podemos apenas mencionar, como Julio Llamazares, Rosa Regàs, Francisco Umbral o Almudena Grandes, etc.
La generación más joven
Para terminar, hay que hacer alusión a una generación de autores más jóvenes, sobre cuya valía la crítica está lejos de ser unánime y a los que el tiempo permitirá juzgar con más perspectiva. Cultivan una prosa ágil con mucho diálogo y un lenguaje desenfadado que pretende retratar a una generación para la que el rock, las drogas o el sexo están en el centro de sus preocupaciones.
Hablamos de autores como José Ángel Mañas («Historias del Kronen») o Lucía Etxebarria («Beatriz y los cuerpos celestes»), sin olvidar a otros más ambiciosos literariamente como Juan Manuel de Prada («La tempestad») o Benjamín Prado («Alguien se acerca») y por supuesto Arturo Pérez-Reverte con innumerables obras como «Sidi» o «Las aventuras del capitán Alatriste».