La literatura española de posguerra (1940-1970): de la represión a la experimentación

La literatura española de posguerra (1940-1970)

La lírica (1940-1970)

Los años 40

La lírica española de los primeros años de posguerra no puede entenderse sin la situación histórico-política y social del momento. El exilio de escritores afines a la república, el asesinato de Federico García Lorca y el encarcelamiento de Miguel Hernández dejaron sin modelos a las nuevas generaciones poéticas. La producción lírica de quienes se quedaron en España, el llamado exilio interior, tuvo que sortear la censura.

La revista GARCILASO agrupó a los escritores afines al régimen, la llamada «Juventud creadora», que practicó la poesía arraigada. Esta poesía presentaba un mundo coherente, ordenado y sereno, con temas como Dios, la familia y la patria.

En León surgió la revista ESPADAÑA, que reunió a poetas contrarios al régimen. Cultivaron una poesía arraigada, existencialista y de tono trágico, con temas como el pesimismo, el caos y la injusticia. La religiosidad también estaba presente. Los primeros poemarios de Gabriel Celaya y Blas de Otero se enmarcan en esta corriente, así como las obras de Dámaso Alonso, Sombra del paraíso e Hijos de la ira.

Los años 50

Muchos poetas abandonaron los preceptos de la poesía arraigada y pasaron a la poesía social, entendida como forma de comunicación y conocimiento. Esta lírica inconformista, pero con cierto escepticismo, se conoce como poesía del medio siglo o poesía de la experiencia. Destacó el retorno de los temas íntimos: la infancia, la familia, la amistad, el amor y el erotismo. Rechazaba el patetismo y buscaba un estilo conversacional.

Los años 60 y 70

En la década de 1960 y principios de 1970, la poesía española experimentó con nuevas formas y temáticas. Surgieron nuevas corrientes como el experimentalismo y la poesía de la conciencia.

La narrativa (1940-1970)

Los años 40

En los años 40, destacó la novela existencial. En 1942, Camilo José Cela publicó La familia de Pascual Duarte, donde aplicó el tremendismo, que presentaba lo más desagradable de la sociedad. En 1945, Carmen Laforet ganó el Premio Nadal por Nada, novela que reflejaba el vacío, el desencanto y la hipocresía social. En 1947, Miguel Delibes recibió el mismo premio por La sombra del ciprés es alargada. En la novela existencial, los temas predominantes eran la soledad, la inadaptación, la frustración y la muerte. Los personajes eran seres marginados, violentos u oprimidos, a veces con taras físicas o psíquicas. Los espacios eran limitados y la narración solía ser en primera persona.

Los años 50

En los años 50, con el acuerdo entre España y Estados Unidos, Franco se abrió al exterior. En la narrativa, surgió el realismo social, con antecedentes en el realismo español del siglo XIX, representado por autores como Benito Pérez Galdós, Azorín y Pío Baroja. Dentro del realismo social, hubo dos tendencias: el objetivismo y el realismo crítico. Ejemplos de objetivismo son El Jarama de Rafael Sánchez Ferlosio, Central eléctrica de Jesús López Pacheco y La zanja de Alfonso Grosso. Los personajes eran colectivos, el lenguaje claro y sencillo, con diálogos en estilo directo y coloquialismos. Se caracterizaba por el narrador omnisciente, la narración lineal, las situaciones cotidianas y los espacios y tiempos reducidos. Otras obras destacadas son La colmena de Cela, Industrias y andanzas de Alfanhuí de Sánchez Ferlosio, El camino y Mi idolatrado hijo Sisí de Delibes. En el exilio, destacaron obras como Réquiem por un campesino español de Ramón J. Sender, una crítica a la Guerra Civil, así como las obras de Max Aub y Arturo Barea, con La forja de un rebelde.

Los años 60

En los años 60, se produjo la renovación de las técnicas narrativas con la novela experimental. Esta novela, con enfoque existencial, se caracterizaba por la estructura en secuencias, la ruptura temporal, el uso de la segunda persona y un lenguaje experimental y culto. Destacan Tiempo de silencio de Luis Martín Santos, Volverás a Región de Juan Benet, Últimas tardes con Teresa de Juan Marsé, Cinco horas con Mario de Miguel Delibes y Señas de identidad de Juan Goytisolo.

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