La Narrativa Española hasta 1939
La Novela de la Generación del 98
En 1902, se publicaron en España cuatro novelas que marcaron un punto de inflexión al rechazar el realismo del siglo XIX. Estas fueron: Amor y pedagogía de Unamuno, Camino de perfección de Baroja, La voluntad de Azorín y Sonata de otoño de Valle Inclán. Estos autores compartían los siguientes rasgos:
- Denuncia de los males de España: caciquismo, hambre e ignorancia.
- Pesimismo ante la situación histórica (el Desastre colonial de 1898) y el desmoronamiento de valores sociales y espirituales.
- Influencia de la filosofía europea: existencialismo de Kierkegaard y Schopenhauer (escepticismo, vida absurda).
- Preocupación por España y la búsqueda de las raíces del “alma española”, especialmente en Castilla.
- Renovación del estilo mediante el subjetivismo o antirrealismo, buscando la expresión de la realidad interior. La novela se concibe como un género multiforme, incluyendo reflexión filosófica, ensayo y lirismo.
Miguel de Unamuno (1864-1936)
Unamuno utilizó la novela para expresar su intimidad agónica y reflexionar sobre religión, vida, muerte y conciencia. Intervenía en el relato, dialogaba con sus personajes y los convertía en símbolos. En 1914 publicó Niebla, donde explora el juego vida-literatura. También abordó la lucha entre hermanos en Abel Sánchez (1917). En San Manuel Bueno, mártir (1930), trata temas como la lucha agónica del individuo, la fe y la apariencia, la soledad y la vida como sueño.
Ramón Mª del Valle Inclán (1866-1936)
La obra de Valle Inclán se define por dos estilos: modernismo y esperpento. Sus primeros años están marcados por el modernismo, con las cuatro Sonatas. También escribió la trilogía de La guerra carlista (1908/1909). En el estilo esperpéntico destaca Tirano Banderas (1926). Las tres novelas de El ruedo ibérico (1927-1932) reflejan la historia de España desde el reinado de Isabel II hasta el desastre del 98.
Azorín (1873-1967)
En las novelas de Azorín (José Martínez Ruiz), la narración se fragmenta en instantáneas que capturan la impresión del momento. Ejemplos de novela impresionista son La voluntad y Antonio Azorín. Más tarde escribió Don Juan (1922) y Doña Inés (1925), con descripciones detalladas del ambiente y la sensibilidad de los personajes.
Pío Baroja (1872-1956)
Las novelas de Baroja se caracterizan por:
- Personajes centrales, activos o pasivos.
- Abundante acción y diálogos.
- Presencia del narrador con comentarios y reflexiones.
- Descripciones impresionistas con pocos detalles físicos y psicológicos.
- Cierto desaliño expresivo.
Su producción se organiza en trilogías temáticas. En sus relatos, parte de la observación de la realidad. Su primera etapa (1900-1912) incluye las trilogías “La lucha por la vida” y “La tierra vasca”. En la segunda etapa (1913-1936), destaca Memorias de un hombre de acción. La tercera etapa (1939-1956) incluye sus memorias, Desde la última vuelta del camino.
La Novela Novecentista (Generación del 14)
Escritores como Ramón Pérez de Ayala y Gabriel Miró introdujeron novedades en el tratamiento de la novela, superando los esquemas narrativos anteriores.
Gabriel Miró
Destacan sus obras Nuestro Padre San Daniel (1921) y El obispo leproso (1926), ambientadas en Oleza, un mundo nebuloso que el autor rescata.
Ramón Pérez de Ayala
Sus primeras novelas tienen un carácter autobiográfico, relatando la crisis de conciencia individual. En los años veinte, escribe novelas intelectuales como Belarmino y Apolonio (1921), con reflexiones filosóficas, literarias y estéticas, acercándose al ensayo. Predomina el tono reflexivo, la ironía y el perspectivismo.
Ramón Gómez de la Serna
Su base literaria es la greguería. Como novelista, rompe los moldes del género. Su obra más famosa es El torero Caracho (1927). También destacan El novelista (1924) y El doctor inverosímil (1921).
La Novela Hacia 1927
En los mismos años del auge de la generación poética de Guillén, Lorca y Alberti, un grupo de escritores comenzó a publicar novelas. Estos autores, como Benjamín Jarnés, Rosa Chacel, Max Aub, Francisco Ayala, Arturo Barea y Ramón J. Sender, se exiliaron tras la Guerra Civil. Inicialmente, escribieron novelas en la línea del “arte deshumanizado” de Ortega y Gasset, pero evolucionaron hacia planteamientos de compromiso social tras la guerra.