Juan Ramón Jiménez (1881-1958)
Juan Ramón Jiménez (1881-1958), reconocido con el Premio Nobel de Literatura (1956), es una figura clave en la poesía española del siglo XX. Conocido por su obra Platero y yo, es considerado el poeta más influyente y, a la vez, uno de los más personales e inclasificables. Sirve de puente entre el Modernismo del cambio de siglo y la eclosión poética de la Generación del 27, de la cual es una especie de padre literario.
Su poesía, minoritaria, se centra en la búsqueda de la belleza, que para él trasciende la estética formal y la depuración del lenguaje. La belleza representa la búsqueda del conocimiento, de la esencia de las cosas, de su verdad y, sobre todo, la sed de eternidad. Exigente y minoritaria, su obra provoca la admiración de otros poetas.
Dos temas recurrentes en su obra son: la reflexión constante sobre su entrega a la poesía y la idea de Dios asociada a la Belleza absoluta y el proceso creador.
Etapas de su obra:
- Época sensitiva (hasta 1915 aprox.): Coincide con el Modernismo. Su gran libro es Arias tristes (1903), una poesía melancólica, intimista y con rasgos modernistas. Al final de esta etapa publica Platero y yo (1914), modelo de prosa poética.
- Época intelectual (1916-1936): Comienza con Diario de un poeta recién casado (1916), escrito durante su viaje de novios a Nueva York. Composiciones breves, escuetas, conceptuales y con detalles vanguardistas, dan paso a títulos como Eternidades (1918), Piedra y cielo (1919) y Belleza (1923). En esta etapa, Juan Ramón se muestra cada vez más exigente e intelectual, más preocupado por la esencia.
- Época suficiente o verdadera (1936-1958): Coincide con su exilio en América. El poeta se ensimisma. Publica algunos poemas dispersos que luego formarían los libros póstumos En el otro costado y Dios deseado y deseante.
La influencia de Juan Ramón Jiménez en los jóvenes poetas del 27 es evidente. A partir de los años 60, con los nuevos intentos de renovación poética, su influencia recobra fuerza.
Las Vanguardias (1900-1936)
Las dos primeras décadas del siglo XX se caracterizan por una nueva concepción del arte. En ciudades como París, Zúrich y Nueva York, surgen jóvenes artistas que proponen la ruptura con lo anterior y lanzan consignas para inventar nuevos modelos acordes con el nuevo siglo. Estos son los movimientos vanguardistas.
Dos Tendencias Principales:
- Ruptura con las normas sociales y la razón: El arte se desliga de las normas impuestas por la sociedad y la razón. Crear se convierte en un juego que busca la sorpresa, la combinación azarosa y la metáfora pura. En España, Ortega y Gasset define este arte como deshumanizado, al alejarse de la idea tradicional del arte como expresión de la sensibilidad humana. A este modelo responden el Dadaísmo europeo, el Ultraísmo español y el Creacionismo, que influye en Gerardo Diego.
- Liberación del subconsciente: El Surrealismo: El arte se convierte en un motor para la liberación del subconsciente, lo que permitirá la liberación total del ser humano, reprimido por el mundo y su propia razón. El Surrealismo se difundió ampliamente en España, con figuras como Buñuel y Dalí. En poesía, destaca la liberación de formas tradicionales, el uso del versículo o la prosa poética, la búsqueda de imágenes ilógicas y perturbadoras, y el regreso a una poesía cargada de rabia y asco contra la sociedad. Representan esta corriente Vicente Aleixandre, Rafael Alberti y Federico García Lorca, cuyo Poeta en Nueva York es considerado por muchos el mejor poemario surrealista del siglo XX.
Cronológicamente, ambas tendencias son sucesivas. Los primeros años 20 son los del Futurismo, Dadaísmo, Ultraísmo y Creacionismo, que experimentan con el lenguaje y restan trascendencia y seriedad a la creación poética. A partir de 1927, el Surrealismo aglutina la intención de denuncia y un lenguaje más cargado ideológicamente. Se produce, en respuesta al concepto de Ortega, una especie de rehumanización del arte.