Intención de jorgue Manrique con coplas a la muerte de su padre

L -Este texto es una de las cuarenta coplas que Jorge Manrique escribíó con motivo de la muerte en 1476 del maestre de la orden de Santiago, don Rodrigo Manrique. La obra entera es conocida como Coplas a la muerte de su padre. Si la obra está dividida en tres partes, esta copla se enmarca en la primera (de la I a la XIV), donde se reflexiona sobre la vida y la muerte. Las Coplas, obra que ha dado fama a Jorge
Manrique, son solo una reducidísima parte de la producción lírica de este poeta cortesano, pues la mayor parte de sus composiciones son poesías amorosas. El conjunto de su obra, como la de otros tantos autores del XV, fue recogida en cancioneros, y es buen ejemplo del Prerrenacimiento español, época que conjuga lo medieval y lo moderno. Estamos ante un texto en verso de género lírico por el predominio de la expresión interior y la visión subjetiva. Y dentro de los subgéneros líricos, esta copla (como las Coplas en su conjunto) es un caso ,casi prototípico, seguro el más conocido, de elegía o canto fúnebre por la muerte de un ser querido.

La forma de elocución predominante es la expositiva, pues quiere dar a conocer una verdad sobre la condición humana, y la función del lenguaje que sobresale es, junto con la poética, la representativa.

A-En el texto, el yo lírico asegura que el discurrir de nuestras vidas acaba en la muerte, igual que los ríos acaban en el mar.
De ahí pasa a glosar el carácter “democrático” de la anterior afirmación, pues pone sucesivos ejemplos ―ya metafóricos, siguiendo la comparación con los ríos y el mar, ya reales― de cómo todas las personas, independientemente de nuestro poder, de nuestra salud, de nuestras riquezas, de nuestra condición social, convergemos en el mismo punto: en la muerte.
T-El tema de este texto es la aseveración del transcurrir inexorable de las vidas de absolutamente todos los hombres
hacia la muerte. 
E- EXTERNA
Este poema es una estrofa Manriqueña, que consiste en una copla de pie quebrado en la que se combinan dos grupos de tres versos ―en cada grupo hay dos octosílabos seguidos de un tetrasílabo, con el siguiente esquema de distribución de la rima consonante: a b c a b c. Teniendo en cuenta que el sentido pasa de una sextilla a la siguiente, se considera como estrofa de doce versos. Las rimas, sin embargo, son distintas en cada sextilla. Por lo tanto, encontramos cuatro grupos de tres versos con la estructura 8a 8b 4c 8a 8b 4c 8d 8e 4f 8d 8e 4f. Los versos 3 y 6 (pies quebrados), computan como tetrasílabos, y no como pentasílabos, por una licencia métrica llamada sinafía, que permite unir la sílaba extra de los versos 3 y 6 ,que terminan en sílaba aguda, con la primera de los versos 4 y 7, que comienzan por vocal.
b INTERNA
La organización del contenido en el poema es relativamente sencilla. El tema, como hemos visto, es doble: vita flumen (la vida como un río)
Y poder igualatorio de la muerte. Manrique pone de manifiesto su maestría al engarzar un tema sobre el otro: la analogía vida-muerte / ríos-mar sirve de soporte para, sobre ella, insistir en que todos somos iguales ante la muerte. El reparto del contenido a lo largo de las estrofas que forman esta copla es el que sigue: Formulación del tópico vita flumen (vv. 1-3). Ii. Ejemplificación del poder igualatorio de la muerte (vv. 4-12). En la muerte (mar) van a parar todos: a. Los «señoríos», esto es, los poderosos, los estados de este mundo (vv. 4-6).
b. Los «caudales», «medianos» y «chicos», que, además de ser ríos de distinto tamaño, son, obviamente, los hombres de toda condición: ancianos, adultos, jóvenes y niños; más o menos sanos; más o menos poderosos; etc. (vv. 7-9). C. Los que tienen que trabajar para vivir y, los que son ricos. Obsérvese que no establece la dicotomía perfecta entre los que trabajan (pueblo llano y burgueses) y los que no lo hacen (nobles), sino que considera por un lado a los que son ricos (burgueses ¿y nobles?) por otro a los que tienen que trabajar (vv. 10-12). 
A-Jorge Manrique, como hemos visto más arriba, tiene una intención que transmitir con este poema. Ahora toca analizar
cómo la expresa: qué palabras utiliza y de qué recursos se sirve para transmitir el tema de manera eficaz.
Ya nos hemos referido a la forma métrica de este texto. Si nos detenemos un poco más, vemos que el pie quebrado sirve perfectamente para la consecución de un ritmo sereno, solemne, propio de la gravedad del tema que se trata (la muerte) y que llena de emoción la expresión del poeta. Qué sereno y a la vez qué expresivo; qué posibilidades ofrecen para la recitación las pausas versales y el tetrasílabo, capaz de aislar una palabra, apenas un pequeño sintagma significativo. Así, «ríos» y «señoríos» en la rima a; «mar» y «acabar» en perfecta correlación en la rima b; «morir» y «consumir» en el verso quebrado con rima c; y luego «caudales» e «iguales» (d), «medianos» y «manos» (e), «chicos» y «ricos» (f). Ciertamente, en las Coplas, el arte menor no es obstáculo para tratar lo grave y solemne, dado cómo la copla de pie quebrado llega al oído.
A la sonoridad, al ritmo, a la cadencia del texto ayudan muchísimo al menos cuatro figuras literarias de repetición. En primer lugar, la anáfora «allí» (vv. 4.7-8), que va distribuyendo ejemplos del poder igualatorio de la muerte. Esta palabra repetida («allí») es un adverbio que ejerce una clarísima función deíctica, ya que señala anafóricamente a la palabra «morir», concepto clave, sin duda, en esta copla. Los «allí» van sustituyendo reiteradamente a «morir» (v. 3) y recuperando sucesivamente (verso 4, verso 7, verso 8) la alusión a la muerte, con lo que Manrique consigue fijar machaconamente ese punto de referencia, ese punto de llegada, ese punto de encuentro inexcusable (la muerte), y logra de paso una buena dosis de cohesión textual. También el paralelismo sintáctico que hay entre los versos 7 y 8 ayuda a insistir en cómo la muerte afecta por igual a los grandes y a los medianos; para los más pequeños se reserva el “pequeño” tetrasílabo que hace de pie quebrado y que sirve para acabar la serie. Esa serie es precisamente la tercera figura de repetición que queremos analizar. Esta vez no es una repetición morfosintáctica, sino relacionada con el nivel semántico. Se trata de una perfecta gradación descendiente («caudales» > «medianos» > «chicos», vv. 7-9) que, en posición final de verso, preparada pues para la pausa versal y para rimar (esto es, para resaltar), agota con tres antónimos léxicos graduales todas las posibilidades de tamaño de los ríos y, así, sirve para remachar la idea de que la muerte espera a todos por igual. En último lugar, hay una pareja inclusiva en los dos últimos versos «los que viven por sus manos / y los ricos», o sea, todo el mundo, trabaje o no, tenga riquezas o no. Lo curioso es que esa pareja totalizadora sufre una pequeña modificación: el primer elemento es sustituido por una perífrasis eufemística («los que viven por sus manos», v. 11), quizá para no decir «los pobres». Estas cuatro figuras, como decíamos antes, sumadas al pie quebrado, dan una cadencia muy carácterística al poema, ya que las encontramos en posición de inicio o de final de verso, y también porque van agrupando los elementos en series. Todas ellas también dan un énfasis enorme al principal tópico que el texto quiere resaltar: el poder igualatorio de la muerte.
El otro tópico ―que decíamos que hacía de soporte―, vita flumen, se establece con total claridad al principio de la copla («Nuestras vidas son los ríos / que van a dar en la mar, / que es el morir», vv. 1-3). Estos tres versos forman una oración copulativa en la que se establece la identidad entre el sujeto («nuestras vidas») y el atributo («los ríos que van a dar en la mar»). Nuestras vidas son esos ríos exactamente, esos ríos que no tienen otra que acabar en la mar, porque, como vemos en el análisis sintáctico, la subordinada adjetiva funciona como complemento restrictivo, especificativo, de «ríos»; nuestras vidas se parecen a esos ríos que desembocan en el mar. Y Manrique también clara la relación de identidad entre los otros dos elementos que construyen el tópico  ―la mar y la muerte― con una subordinada adjetiva explicativa, no restrictiva: el mar es el morir. El tópico en sí se ha formulado siempre como una metáfora impura: la vida (término real explícito) como río (término metafórico), y la muerte como mar. Esta doble metáfora impura subyace a todo el poema, hasta tal punto que la anáfora que hemos comentado antes («allí») puede señalar a «el morir» (v. 3) o a «la mar», y los ejemplos abundantes que el autor pone para insistir en el poder igualatorio de la muerte los refiere tanto a la parte metafórica (vv. 7-9, ríos de todos los tamaños) como a la real (vv. 4-6 y 10-12, señoríos, hombres de toda condición socioeconómica).
Semánticamente, las palabras y sintagmas de este texto se agrupan formando tres conjuntos fundamentales:
• El de la vida y la muerte, con palabras como «vidas» (v. 1), «morir» (v. 3), «acabar» (v. 5), «consumir» (v. 6). • El de los distintos tipos humanos, que se igualan en la muerte: «señoríos» (v. 4), «los que viven por sus manos» (v.
11), «ricos» (v. 12). • El de los elementos metafóricos: «ríos» (v. 1), «mar» (v. 2), «ríos caudales» (v. 7), «los otros medianos» (v. 8), «y más chicos» (v. 9).
El léxico que encontramos es, desde luego, elegante pero austero, poético pero mesurado, muy en consonancia con la
esencia castellana y con el recogimiento y la expresividad que requiere una elegía dedicada a un padre.
Podemos terminar esta parte de nuestro análisis fijándonos en cómo Manrique resalta el tópico del poder igualatorio de la muerte, en el que se ha basado para crear este poema. Primero, en el verso 6, tetrasílabo en el que aísla ese «y consumir», que no viene sino a reforzar el «se acabar» con el que ya indicaba el final que espera a eso que algunos quieren conseguir y conservar a toda costa en la tierra, «los señoríos». Es casi una nueva degradación, pues consumirse parece incluso un paso más allá de acabarse. Segundo ejemplo, el verso 10, en el que el resultado toma la delantera al ejemplo (es, sin duda, otra forma de resaltar) y, antes de aludir a los pobres y a los ricos, ya deja claro dónde van a parar todos, pero esta vez por omisión: «allegados son iguales». ¿Adónde? Ya lo sabemos. 


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