EL TEATRO ESPAÑOL DESDE LA GUERRA CIVIL A NUESTROS DÍAS
Durante la Guerra Civil surgieron en el panorama teatral español dramas testimoniales y un
teatrp de circunstancias. A finales de los años cuarenta, en oposición al teatro de evasión dominante,
se desarrolló un teatro realista.
En los años sesenta el teatro evolucionó hacia posturas más
complejas. Con el Teatro independiente se acentuó el carácter espectacular y los procedimientos de
metateatralidad. A partir de los años ochenta, acentuando la inmediatez de la comunicación teatral.
La evolución del teatro español estuvo determinada por la Guerra Civil, que hizo que el
panorama quedase marcado por el exilio de autores como Rafael Alberti. El teatro del exilio,
desarrollado especialmente en México y Argentina desde los años de posguerra, presenta
diferencias estéticas con el cultivado en España. El interés artístico llevó a los autores exiliados a
incluir novedades vanguardistas en sus obras.
Después de la Guerra Civil predominó un teatro de evasión. Este teatro cumplió las funciones
básicas de entretener al público y de transmitir la ideología. Durante esta época se negaban
aportaciones relevantes de la preguerra (Lorca y Valle), se estrenaron obras que exaltaban los
valores de los vencedores y se representaba a autores clásicos. El Estado y la Iglesia establecieron
un férreo control sobre las obras y repertorios nuevos, lo que desarrolló la autocensura en los
autores. También hizo censura la crítica, que solía aconsejar y advertir.
La comedia burguesa cumplió la función de entretener al público y educar mediante el elogio
de la virtud. Se caracteriza por la perfecta construcción de las obras y por su intrascendencia, con
dosis de humor, ternura y amabilidad, destacando autores como Jacinto Benavente. En los años
sesenta triunfó el la nueva comedia burguesa, un teatro inmovilista que repite esquemas del pasado,
con personajes alejados de las circunstancias sociales del momento. Destacó el autor
Alfonso Paso.
Floreció también en la posguerra el teatro de humor, destacando Jardiel Poncela y Miguel
Mihura. El teatro de Jardiel Poncela, cuyas obras más destacadas son Eloísa está debajo de un
almendro y Cuatro corazones con freno y marcha atrás, se caracteriza por la incorporación de lo
inverosímil, con ingredientes de locura y misterio. El teatro de Miguel Mihura, cuyas obras
destacables son Tres sombreros de copa, Maribel y la extraña familia y Melocotón en almíbar,
pretende idealizar la vida por medio de la humanización de sus personajes y el triunfo de la bondad
y ternura. En 1949 se estrenó Historia de una escalera, de Antonio Buero Vallejo, con la que se inició el
drama realista, caracterizado por la complejidad de los espacios escénicos y la profundización en
los caracteres de los personajes. En sus obras, Buero Vallejo emplea el fenómeno de inmersión, que
consiste en un intento de incoporar al espectador introduciéndolo en el mundo interno del
protagonista. En Historia de una escalera aparece, en un mismo decorado, la escalera de una casa
de vecinos en tres épocas diferentes en las que pasa la vida de unos personajes impotentes, siendo el
problema central la frustración. En En la ardiente oscuridad se plantea la lucha por la verdad y la
libertad, y la ceguera y la aspiración de ver representan la aspiración a lo imposible. En El sueño de
la razón, un drama histórico, se plantea la lucha por la libertad del individuo a partir del personaje
principal de Goya. La fundación saca a relucir temas como la tortura, las persecuciones políticas y
las delaciones. Ya instaurada la democracia, Buero escribió sus últimos dramas bajo la nueva
temática que se había visto obligado a buscar. Al teatro realista también pertenece Alfonso Sastre, que formó el Teatro de Agitación Social. En su obra
Escuadra hacia la muerte se cuenta la historia de unos soldados que cumplen una misión suicida en una supuesta III Guerra Mundial, reflejando así la oposición a un sistema
totalitario. En sus tragedias complejas incorpora un humor de situación negro y profundo, que
permite el distanciamiento de las historias contadas.
Los autores vanguardistas, entre los que destacan Arrabal y Nieva, fueron herederos del teatro
del absurdo y del teatro de la crueldad. El teatro de Arrabal se caracteriza por la elementalidad
escénica, personajes primitivos y un lenguaje ingenuo, primando la desazón e inquietud. Temas
frecuentes en sus obras son el amor, la política y la muerte. Entre sus obras cabe destacar El
cementerio de automóviles, en la que se presenta una sociedad moribunda y Pic-Nic. Las obras de
Nieva no tenían el mensaje directo de denuncia social de los realistas, su escenografía era compleja
y su carga era inmoral. Su producción dramática conecta con el teatro del absurdo, pero en el teatro
de Nieva existe una posibilidad de salvación. Tiene una idea de teatro catártico y liberador, que
pretende mostrar la esencia del hombre. El tema básico en su obra es la represión de la sociedad,
ante lo que se erige la transgresión. Destaca su obra Malditas sean Coronada y sus hijas.
Contraponiéndose a la estética realista, algunos autores utilizan el simbolismo para referirse a
un ámbito universal. En estas obras aparece frecuentemente el tema del poder opresor, así como
elementos provocadores relacionados con la sexualidad, un lenguaje escatológico y agresivo y la
violencia física y verbal. José Ruibal, autor simbolista, se vale del símbolo para exponer asuntos
políticos. Sus acotaciones piden cuestiones imposibles, y emplea un lenguaje rico plagado de
recurdos estilísticos e imágenes dislocadas. Su obra más destacada es La máquina de pedir.
A finales de los sesenta, el teatro universitario se transformó en lo que se llamaría teatro
independiente. Esta independencia del teatro suponía el rechazo del espectáculo conservador
mediante la creación de una estética peculiar y un intento de autofinanciación.
En esta orientación fueron pioneros grupos como Els Joglars, creador del teatro del silencio,
que potencia la expresión corporal. A finales de los setenta, el grupo se transformó en compañía
profesional e incorporó la palabra.
También destaca Els Comediants, que toman como base la fiesta tradicional catalana e
incorporan como elementos escénicos zancos, dragones, estandartes, fuegos de artificio y música.
El tricicle montó sus espectáculos en grandes naves e incluyen la violencia, la provocación y la
agresividad.
En los años de la transición democrática los cambios afectaron especialmente al mundo
teatral, siendo lo más importante el surgimiento de un teatro neorrealista.
Se recuperan los autores más importantes del teatro español del siglo XX Valle y Lorca, cuyas
obras empezaron a representarse en teatros oficiales. Con la llegada de la democracia, muchos
grupos del teatro independiente no consiguen sobrevivir, aunque otros logran grandes éxitos.
Comienza a crearse un teatro neorrealista compuesto por un grupo de dramaturgos procedentes en
su mayoría del Teatro Independiente, entre los que se encuentran José Sanchis Sinisterra con obras
como Naque o De piojos y actores o José Luis Alonso con La estanquera de Vallecas. El teatro
neorrealista tiene como características una actitud realista tanto en los personajes como en las
situaciones, las obras se entroncan con la tradición teatral española, hay un interés especial por los
personajes no integrados, generalmente fracasados, expresan una ruptura de la moral tradicional y
utilizan el humor y la ironía.