II) FUNCIONES DE LA LITERATURA 1) ¿CUÁL ES LA FUNCIÓN DE LA LITERATURA. A lo largo de la historia y en las distintas sociedades y culturas se han dado distintas respuestas a esta pregunta; la TEORÍA DE LA LITERATURA deberá recoger e interpretar las distintas respuestas dadas. 2) Es relativamente moderna la conciencia de que la literatura posee una serie de valores propios y que constituye una actividad independiente que no necesita de la filosofía, la política, la moral, etc. La tradición nos dice que la literatura fue considerada durante mucho tiempo o bien como una manera de enseñar o bien como una manera de deleitar. Así lo vemos ya en el poeta latino Horacio (aut prodesse aut delectare) y así se verá hasta la segundo mitad del siglo XVIII, con algunas excepciones. Ya en la segunda mitad del siglo XVIII, Alexander Gottlieb Baumgarten, apoyado más tarde por autores como Karl Philip Moritz, entiende el arte como un dominio independiente de la filosofía, la moral y el placer. En 1790, Kant publica su Crítica del Juicio, donde presta especial atención al problema de la finalidad del arte. Mientras que la acción práctica es concebida como objetiva, en el dominio del arte la finalidad es siempre una finalidad sin fin (pura contemplación) y el placer resultante de la experiencia estética será una satisfacción desinteresada. Por su lado, Goethe considera que la distinción kantiana entre estética y efectos morales como un acto libertador. El Romanticismo confería al fenómeno artístico una justificación intrínseca y total al considerar la poesía y al arte en general un conocimiento específico y único capaz de revelar al hombre el verdadero ser de las cosas. Esta teoría será apoyada por Schelling y Hegel. La aparición del término arte por el arte está relacionado con los círculos románticos alemanes. En Francia, las ideas de la autonomía del arte fueron difundidas inicialmente por la filosofía ecléctica de Cousin y Jouffroy. Más adelante, la teoría del arte por el arte comienza a tener seguidores en ciertos sectores románticos, sobre todo en los jóvenes componentes de la Bohème. Pero no sólo se extendió por Francia, sino que lo hizo por el resto de Europa y por tierras americanas. En América del Norte, su máximo exponente será Edgar Allan Poe; en Inglaterra, Swinburne con sus Poems and ballads, Walter Pater y Oscar Wilde; en la literatura portuguesa, Eça de Queirós,, António Feijó y Eugénio de Castro serán sus representantes. 3) Con todo, el arte por el arte fue un fenómeno característico del siglo XIX que creyó en la autonomía de la literatura. Sin embargo, esto provocó a menudo el empobrecimiento y la desvirtuación del fenómeno literario. Paso a describir a continuación los aspectos más relevantes y característicos del arte por el arte. En primer lugar, sus defensores niegan a la obra literaria todo objetivo útil. Aún así, podremos hablar de utilidad en el plano artístico, como sinónimo de exigencia estética. Por ello, los defensores del arte por el arte proclaman su repulsa frente a los ideales del progreso y de perfectibilidad humana entendidos al modo de los utilitaristas. El progreso auténtico sólo puede situarse en el plano moral y tendrá que ser, por tanto, obra del individuo, una responsabilidad individual. En segundo lugar, así como el arte por el arte concluye que es imposible vincular la literatura a objetivos utilitarios, también concluye que es imposible asociar los valores literarios a valores morales, pero valores de ningún tipo, ni conservadores ni socialistas o revolucionarios. De este modo, prefiere un amoralismo total: sólo interesan las cosas morales cuando asumen un valor estético, perdiendo así su naturaleza moral o inmoral. Es necesario considerar dentro de este principio dos actitudes muy diversas: Una, escudada en la independencia recíproca de la moral y de la literatura, cae en una inmoralidad velada o patente. A esta tendencia pertenecen escritores como Huysmans, tal y como queda definido en su libro A rebours; y Oscar Wilde, quien justifica, al estar la literatura por encima de la ética, la perversión y los descarríos del sentimiento. La otra, negando a la moral todo derecho sobre la literatura, consigue restablecer un profundo equilibrio de valores, al reconocer en toda obra literaria auténtica una moralidad propia y superior. En tercer lugar, la vida aparece como un conjunto de elementos impuros, en disonancia con el mundo esplendoroso del arte: el artista tiene que deshacerse de todo símbolo de vida que haya en él. La actividad política constituye un dominio detestado particularmente por los partidarios del arte por el arte. El artista ha de evadirse de la realidad cotidiana y debe hablarle sólo a la minoría, con los pocos capaces de entender y amar sus creaciones, reencontrando así el viejo tema horaciano del odio y desdén hacia el vulgo ignaro. En cuarto lugar, se comprende que esta evasión de la vida lleve al artista hacia el exotismo, como campo de virtualidades preciosas. La fuga, en el tiempo y en el espacio, de la realidad circundante era una defensa contra las tentaciones impuras que podrían asaltar al artista. Exotismo en el tiempo: el arte por el arte reencuentra la antigüedad grecolatina, en la que se sitúa el reino de la belleza suprema. A veces, este exotismo se asienta en una experiencia personal del artista; en otras, se trata de un exotismo puramente imaginario, fruto de lecturas y de fantasías. De todos modos, es siempre una puerta hacia la evasión. Por último, los partidarios del arte por el arte toman, ante la naturaleza, una actitud de desconfianza e incluso de hostilidad. La belleza artística no existe en la naturaleza: por ello, la belleza no es una imitación de la naturaleza, más bien al contrario, la naturaleza tiene que imitar al arte para ascender a la belleza. Esta es la teoría de románticos alemanes como Hegel, que pensaban que, en definitiva, el mundo, purificado por la imitación del arte, se hace digno, a su vez, de ser imitado por el arte. Por eso, es necesario abolir cualquier naturalismo y sustituirlo por la pura creación del hombre. 4) Nos hemos referido ya a una finalidad importante de la literatura, la evasión, la fuga del yo ante determinadas condiciones y circunstancias de la vida y del mundo, y, correlativamente, implica la búsqueda y la construcción de un mundo nuevo y que funciona como sedante. La evasión puede comprobarse tanto en el escritor como en el lector. Examinaremos primero los principales aspectos de la evasión en el plano del creador literario. En el origen de la necesidad de evadirse pueden actuar diversos motivos: Conflicto con la sociedad: el escritor siente la mediocridad de la sociedad que le rodea, huyendo de ella y refugiándose en la literatura. Problemas y sentimientos íntimos: un claro ejemplo de ello es la desesperación de los románticos. El tedio, el sentimiento de abandono y de soledad, la angustia de un destino frustrado, (…) constituyen otros tantos motivos para abrir la puerta de la evasión. Evasión en el tiempo: el Oriente constituye en todos los tiempos fuente copiosa de exotismo, aunque tampoco debemos olvidar otros lugares importantes como España e Italia para los románticos y las regiones americanas para los pre- románticos y los románticos. Un lugar fundamental ocupa el tema del viaje: el poeta anhela la partida para huir de su mundo. El fenómeno de la evasión literaria se verifica también en el lector. 5) La literatura también ha sido concebida durante mucho tiempo como un método de conocimiento. Platón consideraba que la imitación poética, la llamada mímesis, no constituye un proceso revelador de la verdad, oponiéndola así a la filosofía. La poesía es una imitación de imitaciones y creadora de vanas apariencias. Aristóteles, en su Poética, la considera un instrumento válido desde el punto de vista del conocimiento, ya que el poeta crea un mundo coherente en que los acontecimientos son representados en su universalidad, esclareciendo así la naturaleza profunda de la acción humana. En la estética romántica, la poesía es concebida como la única vía de conocimiento de la realidad profunda. Por algunos estetas y críticos, la literatura constituye un dominio totalmente ajeno al conocimiento, limitándola a comunicar sentimientos y emociones. Pero es innegable que toda obra literaria traduce una experiencia humana y dice algo acerca del hombre y del mundo. Esta función de descubrimiento de la realidad profunda es la que concede a la literatura su eminente dignidad y la que acerca al hombre de letras al científico. De hecho, éste ha sido el método más utilizado a lo largo de los tiempos para conocer en más profundidad la complejidad del ser humano, método utilizado por personajes como Shakespeare, Cervantes, Kafka, Sófocles,… 6) Viene desde Aristóteles el problema de la catarsis como finalidad de la literatura. Aristóteles tomó el término catarsis de la medicina, que designaba un proceso purificador que limpia el cuerpo de elementos nocivos: por medio de la Poesía trágica se purificarían los impulsos irracionales, aunque no se extirparían. Estos hechos reflejan la voluntad de resolver el problema de las relaciones entre los valores literarios y los valores morales, aspecto que la estética renacentista de principios del XVI había descuidado: se dan por resueltos los problemas morales y la relación de la literatura con la historia y con el mundo dando una mayor importancia a las búsquedas formales. Esto cambió hacia mediados del siglo XVI, cuando la reflexión estética se pregunta por los motivos de la literatura, de sus relaciones con la realidad humana y de sus efectos morales. Como ya se ha visto, el concepto de catarsis de Aristóteles se ha vinculado casi siempre con una forma literaria, la tragedia, aunque también se extendió a toda expresión literaria e incluso a toda expresión artística. Sin embargo, no se debe confundir catarsis con evasión: ésta es fuga y olvido de los problemas del hombre; en la catarsis, el hombre afronta sus problemas y se siente responsable de su destino. Esta relación entre el existente (Dasein) y el mundo es una relación de compromiso u pre-ocupación. Todos estos conceptos, sacados de la Filosofía de Heidegger, influyeron de gran manera en la concepción de la literatura de Jean Paul Sartre, quien reflexionó sobre tres momentos fundamentales relacionados con la actividad literaria: ¿Qué es escribir. La poesía no apunta hacia la realidad, es más bien una imagen de la realidad, una palabra-cosa que, uniéndose con otras, forma la verdadera unidad poética. En la prosa, la palabra tiene puro valor de signo: se alcanza la realidad y por ello la prosa es utilitaria. Esto determina claramente la creación artística: el escritor, al fijar en un escrito una determinada realidad, tiene conciencia de su esencialidad para la obra creada, pues ésta no existiría sin su acto creador. Así, si en la percepción el objeto es esencial y el sujeto inesencial, en el acto creador, el sujeto es esencial por creador de esencia y el objeto es inesencial por depender del acto creador del sujeto para existir, así como del acto de la lectura. Es sabido que el lenguaje es elíptico y que el conocimiento de los contextos es fundamental para reconstruir las relaciones y los elementos suprimidos de una novela. A lo largo de la historia se han enfrentado dos teorías fundamentales sobre la funcionalidad de la literatura: teoría formal y teoría moral.