Garcilaso de la Vega

Los Sonetos

Los sonetos de Garcilaso recurren a la mitología para expresar la pasión amorosa, identificando al yo poético con figuras como Faetón, Ícaro (no puede frenar pasión XII), Apolo (se compara con él al ser rechazado por Dafne XII), Orfeo (se mide con él XV) o Leandro (recrea historia de este XXIX).

En el soneto XI, las ninfas son sus confidentes.

Exploran distintos matices del amor: el dolor por la ausencia de la amada (VIII, XXXVII), la voluntad de reencontrarse con ella (IV), el sufrimiento por la felicidad perdida (X), los celos (XXX, XXXI, XXXIX) y el alivio al liberarse de la pasión (XXXIV). También explica el proceso de enamoramiento y la naturaleza del amor.

Este se concibe como una comunicación entre almas mediante los ojos de la amada hasta los del enamorado (VIII). Se identifica como un hábito del que no se puede desprender (V, XXVII). Siguiendo a Petrarca, algunos sonetos expresan el dolor por la muerte de la amada y el deseo de reunirse con ella en el más allá (XXV, XXVI).

Otros están dedicados a amigos como Boscán (XXVIII, XXXIII) o a su hermano fallecido (XVI).

Las Églogas

Las églogas de Garcilaso son composiciones protagonizadas por pastores que, en un entorno idealizado, expresan su dolor por un amor no correspondido o la muerte de la amada. Se inspiran en modelos grecolatinos (Teócrito, Virgilio), el Bucolicum carmen de Petrarca, la novela pastoril (Dafnis y Cloe) y las églogas dramáticas de Juan del Encina.

Égloga I

Escrita en estancias de 14 versos, se divide en dos partes: en la primera, Salicio lamenta el rechazo de Galatea; en la segunda, Nemoroso llora la muerte de Elisa. Representa las dos causas del sufrimiento amoroso: el desamor y la pérdida.

Égloga II

La más extensa y compleja, alterna tercetos encadenados, estancias y endecasílabos con rima interna. Salicio y Nemoroso reaparecen junto a Albanio, que enloquece de amor por Camila. Incluye una apología de la casa de Alba, destacando la vida militar y el honor.

Égloga III

Compuesta por 47 octavas reales, está protagonizada por ninfas del río Tajo. Narra historias de amores desdichados (Orfeo y Eurídice, Apolo y Dafne, Venus y Adonis), incluyendo a Elisa y Nemoroso. Refleja el proceso de automitificación del poeta. Al final, los pastores Tirreno y Alcino cantan a Flérida y Filis.

San Juan de la Cruz

San Juan de la Cruz es el máximo representante de la poesía mística, considerada una de las cimas de la lírica española y universal. Su obra expresa la unión del alma con Dios, recurriendo al encuentro entre enamorados como símbolo de esta fusión. Sus poemas requieren una interpretación espiritual.

Obra lírica

Aunque su producción poética es reducida, destacan tres grandes poemas:

• Noche oscura del alma: Un alma en forma femenina huye en la noche para unirse a su amado en un encuentro gozoso.
• Cántico espiritual: Diálogo entre el alma (Esposa) y Dios (Amado), donde la Esposa lo busca, lo alaba y celebra su unión con él.
• Llama de amor viva: Expresión del goce intenso y pleno del alma en su comunicación con Dios.

Fuentes

Su poesía combina tres tradiciones literarias:

• Literatura bíblica: Especialmente el Cantar de los Cantares, que influye en la estructura dialogada del Cántico espiritual y en la metáfora amorosa.
• Lírica tradicional: Uso de un emisario femenino y símbolos como la fuente y el ciervo, comunes en la poesía popular medieval.
• Poesía petrarquista: Adopta la lira como estructura métrica (Noche oscura del alma y Cántico espiritual), así como la ambientación pastoril, que hace que el Cántico espiritual se asemeje a una égloga.

Estilo

San Juan emplea recursos literarios para expresar una experiencia difícil de comunicar:

• Símbolos: Representan lo inefable, como las flores, la miel o la fuente.
• Oxímoron: Unen conceptos opuestos para intensificar el sentido místico (música callada, soledad sonora).

Luis de Góngora

Luis de Góngora es el poeta más innovador del Barroco español, situándose en la lírica al nivel de Cervantes en la narrativa y Lope de Vega en el teatro. Su estilo recargado y complejo despertó tanto admiración como críticas. Cultivó diversos subgéneros poéticos, donde combinó lo culto y lo popular.

• Sonetos: Dentro de sus más de doscientos sonetos destacan los dedicados al carpe diem, como Mientras por competir con tu cabello, donde exalta la juventud efímera, y los que advierten sobre los peligros del amor, como La dulce boca que a gustar convida.
• Letrillas: Poemas festivos o burlescos, con estribillo y tono popular. En Ande yo caliente y ríase la gente, ridiculiza la moral hipócrita y el falso decoro de la sociedad de su tiempo.
• Romances: Predominan los de tono burlesco, como Se nos fue la Pascua, mozas, donde juega con la idea de la juventud perdida. También adapta mitos clásicos en obras como La Fábula de Píramo y Tisbe, inspirada en Las metamorfosis de Ovidio.
• Fábula de Polifemo y Galatea: Poema narrativo en octavas reales que cuenta cómo el cíclope Polifemo, celoso, mata al pastor Acis por su amor a Galatea. Se caracteriza por un lenguaje muy elaborado y un uso intensivo de metáforas.
• Soledades: Escritas en silvas, destacan por su complejidad y difícil interpretación. La obra muestra a un protagonista náufrago que encuentra refugio en la naturaleza, reflejando la exaltación de la vida campestre frente a la corrupción urbana.

El culteranismo gongorino

Góngora es el máximo exponente del culteranismo, un estilo también llamado gongorismo, que se distingue por:

• Búsqueda de la belleza y evasión de la realidad: Construcción de un mundo ideal a través de un léxico refinado y colorista, potenciado por aliteraciones y un ritmo musical.
• Dificultad en la expresión: Su poesía destaca por la abundancia de cultismos, hipérbatos extremos, hipérboles y metáforas sorprendentes, lo que la hace hermética y visualmente impactante.
• Renuncia a la expresión de sentimientos: A diferencia de otros poetas, Góngora se aleja del lirismo personal y evita la expresión directa de emociones. Su poesía es impersonal, centrada en la estética más que en lo sentimental.

Francisco de Quevedo

Quevedo es un maestro del lenguaje y el poeta más polifacético del Siglo de Oro. Su obra abarca desde la poesía más elevada hasta la sátira más mordaz. Su estilo se caracteriza por la profundidad conceptual, el ingenio y los juegos de palabras.

Poesía moral y religiosa

De tono grave y reflexivo, está influida por dos corrientes filosóficas:

• Estoicismo: Quevedo reflexiona sobre la brevedad de la vida, la muerte y la vanidad del mundo. En sonetos como ¡Ah de la vida! ¿Nadie me responde?, muestra la fugacidad del tiempo y la angustia existencial.
• Moral cristiana: En poemas como ¿Cuán fiero voy, Señor, de tu rebaño?, expresa arrepentimiento y busca la redención a través de la fe.

Poesía amorosa

Siguiendo la tradición petrarquista, sus poemas amorosos combinan la exaltación de la belleza con la melancolía y la angustia. En su célebre soneto Cerrar podrá mis ojos la postrera sombra que me llevare el blanco día, habla de un amor que trasciende la muerte. También desarrolla una visión desengañada del amor, destacando el sufrimiento y la decepción.

Poesía satírica y burlesca

Su sátira es feroz y se vale de juegos de palabras, metáforas grotescas y exageraciones para ridiculizar a diversos personajes y aspectos de la sociedad:

• Parodias de la poesía petrarquista: Burla la idealización de la belleza femenina con poemas como Rostro de blanca nieve, fondo en grajo, donde exagera los defectos de una mujer.
• Versiones burlescas de mitos: En sus reinterpretaciones de mitos clásicos, convierte a Dafne y Apolo en un rufián y una prostituta, rompiendo con la solemnidad tradicional.
• Crítica social: Se burla de médicos, jueces, políticos y otros personajes de su época. En Érase un hombre a una nariz pegado, ridiculiza a un individuo de gran nariz con una serie de hipérboles. También critica la obsesión por el dinero en la letrilla Poderoso caballero es don Dinero.