Explorando la Literatura del Siglo XV: Géneros, Romancero y la Celestina

Los géneros literarios

En el siglo XV se cultivan los mismos géneros literarios que veíamos en siglos anteriores, con algunas novedades. Desaparecen los cantares de gesta y los poemas del mester de clerecía; en su lugar surge el romancero viejo, que revitaliza el género épico y lo enriquece con nuevos temas.

Las más importantes manifestaciones literarias están vinculadas a los ambientes cortesanos. Al amparo de la corte se desarrolla la lírica culta y se despierta el interés por las canciones populares (villancicos). Reaparece con fuerza la actividad teatral, se fomenta el cultivo de la prosa histórica y didáctica, y se aclimatan las nuevas tendencias culturales procedentes de Italia.

La poesía narrativa popular-tradicional: el romancero viejo

Los romances son breves composiciones épico-líricas que surgen de la fragmentación de los antiguos cantares de gesta. Esta es la tesis tradicionalista defendida por Menéndez Pidal; otros, en cambio, opinan que los romances responden al esfuerzo creador de un solo individuo, pues las muestras más antiguas del género son líricas o novelescas, y no épicas (tesis individualista).

Evolución y transmisión

Los romances, cuyas primeras manifestaciones se remontan a finales del siglo XV, se transmiten oralmente durante el siglo XV. A lo largo del siglo XVI y la primera mitad del siglo XVII, los autores cultos los recogen y los incluyen en cancioneros y romanceros. En la segunda mitad del siglo XVII empieza a olvidarse el Romancero tradicional y nuevamente se refugia en el pueblo.

A partir de la segunda mitad del siglo XVI y durante el siglo XVII, poetas renombrados como Cervantes, Góngora, Quevedo o Lope de Vega componen, a imitación de los tradicionales, nuevos romances, que constituyen el romancero nuevo o artístico. Son composiciones de carácter culto; su versión definitiva la fija, por escrito, el propio autor y se transmiten ajenas a la tradición oral, por lo que no caben múltiples variantes, como ocurre en el romancero viejo.

Temas

Atendiendo a los temas que tratan, pueden clasificarse en:

  • Histórico-nacionales: proceden de los cantares de gesta castellanos y exaltan a sus héroes (Bernardo de Carpio, personaje legendario que luchó contra los franceses en la batalla de Roncesvalles; el conde Fernán González, artífice de la independencia de Castilla del reino de León; los infantes de Lara, asesinados por orden de su tío y vengados por Mudarra; y Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid).
  • Novelescos y líricos: creados por la imaginación popular.
  • Fronterizos y moriscos: relatan episodios bélicos en la frontera entre los reinos moros y cristianos en los siglos XIV y XV. Los primeros tienen como protagonista a un cristiano y los segundos, a un musulmán.
  • Carolingios: se centran en la figura de Carlomagno y los personajes y sucesos con él relacionados: el valeroso y temerario Roldán, muerto en Roncesvalles, y su esposa, doña Alda.
  • Bretones: inspirados en la leyenda del rey Arturo y los caballeros de la Tabla Redonda.

Métrica

La estructura métrica de los romances prueba también su estrecha relación con los cantares de gesta. Estos, en su última etapa, tendían al verso de 16 sílabas, dividido en dos hemistiquios de 8. Cada hemistiquio se recitaba como verso independiente, de tal manera que los impares pasaron a ser versos sueltos y los pares, versos asonantados. El romance es, pues, una composición formada por una serie indefinida de versos octosílabos que riman en asonante los pares y los impares quedan sueltos.

Estilo

Junto a algunos rasgos idiomáticos propios de la épica y fórmulas del lenguaje oral (como las constantes invocaciones a los oyentes), que heredan de los cantares de gesta, los romances presentan estas peculiaridades estilísticas inconfundibles:

  1. Tendencia a lo fragmentario. El romance se ciñe a lo esencial. Entra in media res sin exponer antecedentes de la acción (comienzo abrupto) y en el momento de mayor intensidad dramática deja truncado el relato (final abrupto).
  2. Tendencia a la repetición. Es uno de los procedimientos más llamativos de la poesía popular. Unas veces se repiten fonemas (aliteración); otras, palabras idénticas (repetición retórica); en otras ocasiones, se reiteran sintagmas o estructuras oracionales (paralelismo).
  3. Libertad temporal. Destacan, entre otros, los siguientes usos verbales:
    • El imperfecto de subjuntivo con valor de pretérito indefinido (Allí respondiera el moro, / bien oiréis lo que dirá).
    • En los diálogos aparecen frecuentemente el condicional en lugar del futuro (Por tanto, pregunta, rey,/ que la verdad te diría) y el imperfecto de indicativo en lugar del presente. Es el llamado imperfecto desrealizador, con el que se logra una atmósfera de imprecisión temporal, altamente poética (¿Qué castillos son aquellos?/ Altos son y relucían).

La lírica culta: la poesía de cancionero

Llamamos poesía de cancionero al conjunto de composiciones, de temática muy diversa, pertenecientes a poetas vinculados a la corte y recopiladas en amplias antologías (cancioneros).

De la variada gama de temas que trata destacaremos tres: el amor, la reflexión moral y la sátira.

El amor. La lírica amorosa al estilo provenzal

En la poesía amorosa castellana del siglo XV, recopilada en los Cancioneros, confluyen la tradición provenzal directa (a través de la cantiga de amor galaico-portuguesa), irradiaciones del dolce stil nuovo y de Petrarca, que espiritualizan el sentido del amor de los trovadores provenzales, y ecos de Ausiàs March y de Jordi de Sant Jordi, en quienes se funden lo provenzal y lo italiano.

Todos esos ingredientes configuraron un modelo de poesía amatoria cuyos rasgos identificadores son: reserva y contención verbal, abundancia de alegorías y personificaciones de ideas, aislamiento emocional, un cierto gusto por el alarde de ingenio (juegos conceptistas, antítesis, paradojas) y la improvisación.

En ese mundo cortesano pocos poetas escapan a la tentación de cantar al amor. Entre ellos no podían faltar las tres grandes personalidades literarias del siglo XV: el marqués de Santillana, Juan de Mena y Jorge Manrique.

La reflexión moral: las Coplas de Jorge Manrique

La obra más representativa de esta tendencia poética es la elegía Coplas a la muerte de su padre, de Jorge Manrique, poema didáctico-moral en el que el autor, tras la muerte del maestre don Rodrigo Manrique, evoca y ensalza su figura. De ella hablamos más extensamente en las páginas 199 y 200.

Jorge Manrique nació, al parecer, en la localidad palentina de Paredes de Nava, hacia 1440. Era hijo de don Rodrigo Manrique y de doña Mencía de Figueroa, prima del marqués de Santillana. Su familia participó de modo muy activo en las contiendas nobiliarias de su tiempo. Bajo el reinado de Juan II (1406-1454), combatieron los Manrique al condestable don Álvaro de Luna, hombre de confianza del monarca y firme partidario de reforzar el poder de la Corona en detrimento de los nobles.

En ese ambiente guerrero y de intrigas políticas se educó nuestro poeta. Pero, influido por el refinamiento de la vida cortesana del siglo XV o, quizás, por el ejemplo cercano de su tío, el famoso poeta y dramaturgo Gómez Manrique, debió de frecuentar también los círculos artísticos de la época: de ahí sus contactos con las letras.

Esa compartida afición a las armas y a la literatura ha forjado de él, como en Garcilaso, la imagen de soldado-poeta. En una de las frecuentes acciones guerreras en las que intervino (el asalto al castillo de Garcimuñoz, en poder de las tropas rebeldes del marqués de Villena) perdió la vida Jorge Manrique en abril de 1479.

Otros poetas cultivan esta tendencia poética:

  • El marqués de Santillana es autor de la Comedieta de Ponza (sobre la derrota naval sufrida por Alfonso V el Magnánimo de Aragón), del Diálogo de Bias contra Fortuna (reflexión sobre la fugacidad de los bienes mundanos) y del Doctrinal de privados (severo juicio de don Álvaro de Luna, valido de Juan II).
  • Juan de Mena escribió Laberinto de la Fortuna o Trescientas, obra en la que nos ofrece una visión de la fortuna que fluctúa entre la interpretación pagana y la cristiana. Ambos viven durante el reinado de Juan II de Castilla, en la primera mitad del siglo XV.

La prosa y la novela

La novela del s. XV está impregnada de un sentimentalismo amoroso propiciado por el ambiente cortesano de la época. Se siguen escribiendo novelas de aventuras y de caballerías. Completan el panorama narrativo dos nuevos géneros:

  1. Novela histórica. Recrea asuntos de la historia nacional, tomados de la épica y de las crónicas. La primera novela histórica española es la Crónica sarracina, de Pedro del Corral; se inspira en la leyenda de don Rodrigo, último rey Visigodo.
  2. Novela sentimental. La acción discurre con lentitud, adopta la forma autobiográfica y se recrea en el análisis minucioso de los sentimientos de los enamorados. Las obras más significativas del género son Siervo libre de amor, de Rodríguez del Padrón, y Cárcel de amor, de Diego de San Pedro.

El teatro: La Celestina

A finales del siglo XV y durante el reinado de los Reyes Católicos, surge un teatro cortesano que cultiva dos modalidades dramáticas: una religiosa (los autos) y otra profana, que trata temas pastoriles, amorosos y humanísticos. A esta última pertenece La Celestina. Publicada en Burgos en 1499, consta de 21 actos de diversa extensión y su autor es el judío converso Fernando de Rojas.

Género literario

La adscripción de La Celestina a un determinado género literario ha suscitado una larga controversia. Unos, basándose en las dificultades que plantea su puesta en escena (se trata de una obra muy extensa, cuya acción transcurre con lentitud en múltiples lugares), niegan su carácter dramático y la consideran una novela dialogada. Otros la sitúan dentro del subgénero dramático de la comedia humanística, que se caracteriza, entre otros, por los siguientes rasgos: trama sencilla en prosa, realismo en la descripción de ambientes, tema del amor ilícito con la intervención de terceros, exhibición erudita de saberes clásicos, y lenguaje culto y artificioso.

Hoy en día, pocos discuten la índole esencialmente dramática de La Celestina: el hecho de que no esté pensada para una posterior puesta en escena es algo secundario; lo fundamental es el diálogo, pues de él nace la acción, y en él los personajes cobran vida y maduran.

Los personajes

El personaje de Celestina constituye una de las más robustas creaciones de la literatura universal. Intermediaria en los amores de Calisto y Melibea, se ha erigido en prototipo de la alcahueta; dominada por la codicia, moviliza todas sus habilidades (perspicacia, sagacidad, elocuencia) para conseguir sus propósitos.

Calisto, dominado por la pasión amorosa, es inseguro, indolente, egoísta y amoral. Melibea es un personaje más complejo y atractivo: profundamente humana, al principio rechaza a Calisto, luego duda y, finalmente, se entrega a él sin reparos. Sempronio, movido por el interés y la lujuria, es falso, desleal, cobarde y violento. El otro criado de Calisto, Pármeno, experimenta una evolución en su trayectoria vital: inicialmente se muestra fiel a su señor; más tarde, dolido por la ingratitud de su amo y presionado por la elocuencia de la vieja alcahueta, acaba convirtiéndose en otro Sempronio.

Otros personajes son Elicia y Areúsa: conscientes de su condición de desheredadas, manifiestan repetidas veces su envidia y resentimiento hacia la clase dominante. Los padres de Melibea son Alisa, una gran señora, orgullosa y altiva, pero insensata, y Pleberio, que representa al padre entregado, tierno y cariñoso con su hija, aunque demasiado confiado y negligente. Centurio es un soldado fanfarrón y cobarde, utilizado por Areúsa para vengarse de Melibea. Tristán y Sosia son criados de Calisto, y Lucrecia, criada de Melibea.

Los temas

La obra se articula entorno a varios núcleos temáticos:

  • El amor se muestra como una pasión incontrolable y avasalladora que altera el ánimo de los individuos, los arrastra al desorden moral y, por último, los destruye y aniquila.
  • La codicia es otra pasión que enloquece a los criados y ofusca el entendimiento de Celestina, hasta provocarles la muerte.
  • La fortuna es un azar ciego y arbitrario, responsable de las tragedias humanas.
  • La magia cumple en la obra una clara función dramática: despertar en Melibea el fuego amoroso.
  • El tiempo. Los personajes de La Celestina son conscientes de la irreversibilidad del paso del tiempo: esto los empuja al goce frenético del momento presente.
  • La muerte carece del significado trascendente que le concede Jorge Manrique en sus Coplas. Rojas nos la presenta como un simple dejar de existir.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *