Resúmenes de Relatos
El provocador de imágenes
En este relato, el personaje principal es H.J.K. y su compañero José Eduardo, a quien conoce en la facultad. José Eduardo era un tipo extraño con un cierto complejo narcisista que le hacía creerse superior a los demás; toda la gente que le rodeaba, incluso su compañero, eran sus conejillos de indias. Este sujeto, que se sentía dueño y señor de todo y de todos por ser más inteligente, un día conoce a Ulla, la mujer que acabaría siendo su pareja. Pero lo que ignora José Eduardo es que Ulla es alguien exactamente de su misma calaña y así el cazador es cazado. José Eduardo descubre una libreta donde Ulla parece controlar y anotar cada movimiento como si fuera su propia cobaya.
H.J.K. y José Eduardo tienen una ardua pelea donde el segundo es echado del local y el protagonista entiende el motivo por el cual su amigo repentinamente se volvió alcohólico. Pasado un tiempo, a H.J.K. no se le ocurrió otra cosa que presentarse frente a Ulla y contarle que a José Eduardo le iba todo muy bien y que estaba muy orgulloso de su nuevo trabajo de catador de cervezas. Ulla parecía destilar rabia por cada poro de su piel y se marchó. Al final, acabas descubriendo que José Eduardo, en realidad, sigue destrozado rondando bares, pero por un momento H.J.K. consigue hacer que te creas su propia mentira.
Sin duda, de todos los relatos este es el que más se aleja del resto, pues no tiene ese punto característico de las obras de la autora: no abre esa rendija hacia lo oculto y, aunque intenta crear una atmósfera inquietante, el hecho de que termine dando una explicación lógica a los sucesos hace que el punto terrorífico que tienen los demás relatos desaparezca.
La historia nos habla de la amistad entre dos hombres a lo largo de los años, desde que se conocieron en la universidad hasta que son adultos. Uno de ellos, Eduardo, tiene un gusto peculiar en poner a las personas en situaciones comprometidas para estudiar su reacción. Su relación con una mujer llamada Ulla, a la que convertirá en el objeto de sus burlas y tretas (y que después ella convertirá en su víctima), hará que su amigo (el narrador), del que solo conocemos las iniciales, H.J.K., comprenda que no hay que fiarse de las apariencias.
El reloj de Bagdad
Nuestra protagonista esta vez vive con su familia y dos niñeras felizmente hasta que el padre adquirió un extraño objeto. Un reloj fabricado en Bagdad, el reloj más maravilloso que habían visto nunca, que tenía hasta un pequeño cielo con sus respectivas estrellas. Todos parecían realmente encantados con el reloj, menos Matilde y Olvido, las niñeras. Las situaciones cuando se encontraban con ellas eran cada vez más tensas y Olvido apenas hablaba; solo miraba el reloj, a veces esperando que no estuviera allí.
Un día, mientras Matilde limpiaba el reloj, se desmayó y para Olvido fue la confirmación de su pesadilla. Los padres de la protagonista se fueron de viaje y las dejaron un tiempo a cargo de las niñeras, y todo el mundo en la casa parecía compartir la misma angustia, el mismo miedo. Al regreso de los padres, Matilde desapareció de casa un día alegando en una carta que su hermana la necesitaba. La protagonista y sus hermanos se fueron unos días a casa de sus familiares y, cuando se despidieron de Olvido, parecía una mujer demacrada y desconocida. Unas de sus últimas palabras hacia nuestra protagonista fueron que se guardara, que se protegiera y que no se descuidara nunca. Siete días después, al retornar a casa, Olvido ya no estaba allí.
Pero este no iba a ser el único disgusto; desde ese día parecía que todo iba de mal en peor. Al no tener la ayuda de Olvido en casa, la familia parecía estar desorientada y perdida y muchas veces sufrían descuidos, pero una de las noches un pequeño descuido hizo arder toda la casa y, cuando algunos de los objetos y la familia fueron rescatados, un extraño ruido inquietó a la chica. Era la melodía del reloj.
Después de ese infortunio, el padre intentó retornar el reloj al anticuario del cual lo había cogido, pero este afirmaba que jamás había poseído dicho reloj, que carecía de gusto y que era algo espantoso, y le aconsejó que lo vendiera o que lo tirara lo antes posible. El cabeza de familia hizo caso omiso al anticuario, pero al final el reloj ardió en una hoguera y fue entonces cuando la protagonista vio, al fin, el ánima de Olvido.
A través de la hija mayor, una niña de doce años, se nos relata cómo la calma y la jovialidad que reinaba en el hogar desaparecen por completo en cuanto el reloj es instalado en su nuevo lugar. Olvido, la mayor de las criadas, una mujer tremendamente supersticiosa, empieza a desconfiar del objeto, algo que sumerge la casa en un ambiente lúgubre y asfixiante. Además, esa desconfianza va adueñándose poco a poco del resto de habitantes, como si fuera veneno. La primera en verse atrapada por ella es Matilde, la otra criada, que después de sufrir un accidente mientras limpiaba el reloj y habiendo escuchado repetidamente las habladurías de Olvido, termina huyendo de la casa. La siguiente es la misma narradora, que poco a poco también empieza a ver en los desastres fortuitos que sufre la familia una mano maligna.
Una vez más, Fernández Cubas nos muestra la historia a través de dos prismas: el de los padres, racional y meticuloso, que atribuyen la actitud de la criada a la edad, puesto que ella es una mujer muy mayor; y el de Olvido, supersticioso e instintivo, que poco a poco va contagiando su desconfianza (¿o quizá les abre los ojos a algo que no habían percibido?) al resto de habitantes de la casa, de manera que no se llega a saber qué hay de cierto en la maldad del reloj.