Teatro Español a Principios del Siglo XX: Un Panorama General
En el teatro español de los primeros años del siglo XX, encontramos diversas tendencias que se pueden agrupar en dos grandes categorías:
Tendencias Triunfantes
- Comedia Burguesa: Representada por Jacinto Benavente, cuya primera obra, “El nido ajeno”, marca el inicio de una trayectoria donde se presenta una crítica social sutil, aceptable para el público burgués. Obras como “Gente conocida” y “Lo cursi” se enmarcan en la comedia de salón. Su obra maestra, “Los intereses creados”, le valió el Premio Nobel, aunque fue criticado por los jóvenes vanguardistas por su conservadurismo.
- Teatro en Verso: Formalmente modernista e ideológicamente tradicionalista. Destacan Francisco Villaespesa con dramas históricos como “Doña María de Padilla” y “La infanzona de Castilla”, y Eduardo Marquina con “Las hijas del Cid” y “En Flandes se ha puesto el sol”.
- Teatro Cómico Costumbrista: Sobresalen los hermanos Álvarez Quintero, quienes llevaron a escena los tópicos de una Andalucía ingeniosa y alegre con obras como “La reina mora”, “El ojito derecho” y “El genio alegre”. También destaca Carlos Arniches, quien reflejó ambientes populares de Madrid en sainetes como “El santo de la Isidro”, “El puñao de rosas” y “Don Quintín el amargao”, evolucionando hacia un teatro que mezcla lo cómico con lo conmovedor, como en “La señorita de Trevélez”. Pedro Muñoz Seca, conocido por su humor fácil y situaciones hilarantes, es autor de “La venganza de Don Mendo”. El teatro popular de los hermanos Machado incluye obras como “La Lola se va a los puertos” y “Las adelfas”.
El Teatro de Innovación
En esta tendencia encontramos autores como Unamuno y Azorín, Valle-Inclán, y más tarde los vanguardistas de la generación del 27: Pedro Salinas con “La cabeza de Medusa”, Rafael Alberti con “El hombre deshabitado” y “El adefesio”, y Miguel Hernández con “El labrador de más aire”. Alejandro Casona con “La sirena varada” y “Nuestra Natacha”, y Max Aub con “Espejo de la avaricia” y “Jácara del avaro” aportaron una trayectoria teatral que continuó más allá de la guerra.
Federico García Lorca
Dentro del grupo del 27, Federico García Lorca destaca por su trayectoria dramática, que comenzó con “El maleficio de la mariposa” y alcanzó el éxito con “Mariana Pineda”. Sus temas centrales son el mito del deseo imposible y la oposición entre realidad y deseo. Lorca lleva a escena amores condenados a la soledad o a la muerte, tragedias de mujeres y frustración. Sus tres grandes tragedias de ambiente rural son: “Bodas de sangre”, donde la pasión rompe las barreras morales y sociales; “Yerma”, el drama de la esterilidad forzosa; y “La casa de Bernarda Alba”, que simboliza el drama de las mujeres en los pueblos de España. Lorca combina el verso y la prosa, abriéndose a los problemas colectivos.
Ramón del Valle-Inclán
Valle-Inclán, tras abandonar sus estudios de Derecho y llevar una vida bohemia en Madrid, se convirtió en una figura inconfundible tras la amputación de un brazo. Fue nombrado director de la Academia Española de Roma y se opuso a la dictadura de Primo de Rivera. Su teatro es uno de los hitos fundamentales y de mayor originalidad del siglo XX. Su trayectoria se divide entre la creación mítica de Galicia y las farsas, hasta que ambas fórmulas se integran en el esperpento.
Etapas de su Teatro
- Comedias Bárbaras: Obras de ambiente gallego que representan una Galicia legendaria, arcaica y feudal.
- Farsas: Como “La marquesa Rosalinda”, donde se contrasta lo sentimental y lo grotesco.
- Esperpento: Iniciado con “Luces de Bohemia”, esta etapa se caracteriza por la deformación de la realidad y la mezcla de lo grotesco con lo trágico para reflejar los aspectos absurdos de la sociedad. Utiliza la parodia, humaniza objetos y animales, y animaliza a los humanos. “Luces de bohemia” es su obra cumbre, con Max Estrella, un ciego que representa la dignidad en contraste con la miseria moral que lo rodea. La trilogía “Martes de carnaval”, formada por “Las galas del difunto”, “La hija del capitán” y “Los cuernos de D. Friolera”, también pertenece a esta etapa. Muchas de sus obras no fueron representadas en su momento por considerarse que no eran verdadero teatro.