La Poesía a Principios del Siglo XX: Modernismo y Generación del 98
La poesía de principios de siglo está motivada por un sentimiento antiburgués, que rechaza la mediocridad y la mentalidad conservadora. Sus orígenes se hallan en todas las tendencias que surgen del Romanticismo y, fundamentalmente, se unen en las dos que destacan en París: Parnasianismo (autores que exigen un “arte por el arte”, evadiéndose de la realidad y dejando atrás las emociones, en una búsqueda formal de la belleza) y Simbolismo, movimiento que intenta llegar a significados más profundos.
Bécquer, guía de los poetas españoles, da lugar a un “simbolismo español” que adquiere el nombre de Modernismo.
Los autores que buscan una nueva forma de expresión y que se nutren del Modernismo, pueden adoptar actitudes diversas de mayor o menor rechazo de la realidad, y de ahí surgen dos actitudes de una raíz común: Modernismo y Generación del 98.
El Modernismo
El Modernismo se considera estético y evasivo. Se desarrolla en América y París, y sus adalides son Rubén Darío y Manuel Machado. Buscan la evasión a través del exotismo, la sensualidad, el erotismo y la fantasía. A través de un léxico elitista, refinado y sonoro, con abundantes figuras retóricas, sobre todo formales, crean un mundo mítico, suntuoso, decadente y lejano al mundo real. Destacan: Alma, de Manuel Machado; Arias Tristes, de Juan Ramón Jiménez.
La Generación del 98
La Generación del 98 fue un término acuñado por “Azorín” para designar a un grupo de intelectuales que exigen un mayor compromiso con la situación real de España, proyectando sus propios ideales existenciales. Todos pretenden, al igual que los Modernistas, una renovación estética, pero sus temas están más arraigados en el casticismo y la visión intrahistórica (la esencia profunda del vivir de las gentes que subyace bajo los grandes hechos históricos). Exaltan el paisaje, la religión y las vivencias personales, utilizando una métrica más tradicional. Destacan Aromas de Leyenda y La Pipa de Kif, de Valle-Inclán.
Un gran poeta es Unamuno, que plasma en su poesía los mismos temas que en su prosa: la angustia existencial, el ansia de inmortalidad, el cuestionamiento de su fe. La obra más destacada es un largo poema: El Cristo de Velázquez, donde surge una profunda reflexión poética con las “agonías” de su autor.
Rubén Darío
Rubén Félix García Sarmiento, nicaragüense, inicia una revolución estética en América, pero pronto contacta con los simbolistas franceses. Su concepción poética se fundamenta en la necesidad de evasión y de creación, con un espíritu aristócrata y selectivo. Las fuentes de su poesía se hallan en las culturas precolombinas. Su primera obra es Azul, conjunto de textos en verso y prosa con los que exalta las culturas precolombinas, el indigenismo, lo exótico y cosmopolita. El “azul” es el símbolo de lo místico, enigmático e inalcanzable. También aparecen múltiples elementos sensuales, eróticos y una visión panteísta de la Naturaleza.
Con Prosas Profanas (1896) se logra el esplendor del Modernismo. El poeta es capaz de recrear el Universo a través de un lenguaje sensorial, de imágenes que muestran la exquisitez (cisne), y los temas muestran el “escapismo” de la realidad: mitos, carnavales, Versalles, cuentos de hadas. Utiliza una métrica compleja y culta, y un vocabulario sonoro y elitista.
Según va avanzando en edad y tomando conciencia de preocupaciones existenciales y sociales, escribe Cantos de Vida y Esperanza (1912), donde reivindica lo hispánico como una forma de espiritualidad, frente a los EEUU.
Antonio Machado
Poeta andaluz, de familia ligada a la cultura, de ideología republicana, estudia en Madrid y toma contacto con los simbolistas. Habita en Castilla, en Soria, como profesor, y allí conoce a Leonor Izquierdo, con quien contrae matrimonio hasta la muerte de ella. Regresa a Andalucía y, fruto de sus recuerdos, sigue escribiendo sobre Castilla. Al estallar la guerra, huye a Colliure, donde muere. Machado concibe la poesía como “Palabra esencial en el tiempo” o “Diálogo del hombre con su tiempo”, esto es, la fusión de ESENCIALIDAD y TEMPORALIDAD, de ahí su estilo impresionista. En 1903 publica Soledades, un “íntimo monólogo” con los universales del pensamiento: la soledad, el hastío, la búsqueda de Dios, la nostalgia de la infancia… La obra se engrosa hasta que en 1907 aparece como Soledades, Galerías y otros poemas, con símbolos como la tarde, la fuente, la noria y una métrica tradicional.
De 1912 a 1917 publica Campos de Castilla: poemas escritos durante su estancia en Soria. En una obra multiforme, que incluye un “Retrato”, o poema autobiográfico, “Campos de Soria”, sobre el paisaje y el atraso de España, el romance “La Tierra de los Alvargonzález”, el ciclo de Leonor, “proverbios y Cantares”, poemas crítico-satíricos, elogios. Los temas reflejan su visión “noventayochista” del problema de España. La métrica es más tradicional: romances en consonante, cuartetas, redondillas… En 1924 publica Nuevas Canciones y Cancionero de Guiomar, dedicado a Pilar Valderrama, una maestra amiga con la que mantuvo una relación más bien platónica. Al estallar la guerra, escribe Poesías de la Guerra: dolor y rabia por la muerte perdida, y por el crimen contra Lorca. Poesía más subjetiva y expresionista. Su último recuerdo, según un verso encontrado, fue para su infancia.