El Teatro Español a Principios del Siglo XX: Entre la Tradición y la Renovación
Los condicionantes sociales y económicos frenaron en el teatro el impulso renovador que habían experimentado la lírica y la narrativa coetáneas. Los empresarios, en la mayoría de los casos, evitaban arriesgarse a montar obras que no fueran del gusto de un público conservador, poco receptivo a un teatro de crítica social o técnicamente innovador. Se distinguen dos tendencias principales: un teatro comercial, apegado a fórmulas tradicionales ya consolidadas, y un teatro innovador, tanto en temas como en formas. La primera reúne un conjunto de obras de evasión, alejadas de los conflictos que vive España entre 1900 y 1936, y se pueden agrupar en tres géneros: la comedia burguesa, el teatro poético y el teatro cómico.
La Comedia Burguesa: Reflejo y Crítica Velada de una Época
La comedia burguesa presenta situaciones cotidianas de personajes de clase acomodada, con diálogos naturales y cuidados, tramas bien construidas y una crítica tibia de las hipocresías y convencionalismos sociales. El autor más importante es Jacinto Benavente. En su primera obra, El nido ajeno (1894), se atrevió a criticar la situación de la mujer casada en la sociedad, lo que le valió el rechazo del público. A partir de entonces, suavizó la crítica y escribió dramas rurales (Señora ama, La malquerida) y comedias burguesas (Rosas de otoño, Gente conocida), que fueron muy aplaudidas. Su mejor obra, Los intereses creados, es una farsa que utiliza a los personajes de la commedia dell’arte italiana para plantear el conflicto entre los intereses económicos y el amor verdadero.
El Teatro Poético: Ecos del Pasado y Tradicionalismo
Vinculado al modernismo y al drama histórico romántico, el teatro poético evoca, desde una perspectiva tradicionalista, acontecimientos de la España medieval o imperial. Era un teatro efectista y retórico, creado para que los actores exhibieran sus dotes declamatorias. Francisco Villaespesa (El alcázar de las perlas) y Eduardo Marquina son sus mejores representantes (Las hijas del Cid, En Flandes se ha puesto el sol). También cultivan el teatro poético Antonio y Manuel Machado (La Lola se va a los puertos) y Federico García Lorca (Mariana Pineda), aunque sus obras se alejan del tradicionalismo que caracteriza a los autores anteriores.
El Teatro Cómico: Costumbrismo, Sátira y Astracán
El teatro cómico es de tema intrascendente, argumento fácil, humor convencional y ambientación y personajes populares. Los hermanos Álvarez Quintero cultivan la comedia costumbrista y el sainete de escenario andaluz (El genio alegre, Mañana de sol). Carlos Arniches toma como referencia los ambientes y tipos madrileños (El santo de la Isidra, Los milagros del jornal); pero también cultivó un nuevo género que él mismo llamó “tragedia grotesca” (La señorita de Trevélez), donde fusiona lo trágico y lo cómico, lo sentimental y lo ridículo, para poner en evidencia la fragilidad del ser humano y la crueldad de la sociedad. El “astracán” es un subgénero cómico creado por Pedro Muñoz Seca que busca la carcajada de un público poco exigente mediante la representación de situaciones descabelladas y chistes fáciles, basados en juegos de palabras, retruécanos y equívocos. Destaca La venganza de don Mendo, parodia de los dramas histórico-románticos en verso.
La Renovación Teatral: Unamuno, Azorín y Valle-Inclán
Al lado de este teatro de éxito de público, se suceden propuestas de renovación de dramaturgos que intentan, sin éxito, llevar a los escenarios obras rupturistas. Tales fueron algunos de los autores de la Generación del 98, como Unamuno, Azorín y, sobre todo, Valle-Inclán.
- Unamuno: Escribe un teatro filosófico y existencial, por medio de una estética de desnudez trágica, en la que los personajes son portadores de ideas sin apenas acción dramática (La venda, El otro, Fedra).
- Azorín: Incorpora elementos surrealistas y la preocupación por el tiempo (Lo invisible).
Valle-Inclán y el Esperpento: Una Visión Deformada de la Realidad
Bohemio e inconformista, Valle-Inclán encarna la búsqueda constante de nuevas formas de expresión teatral, que culmina con el “esperpento”. Su obra se divide en tres grandes ciclos:
- Ciclo Mítico: Reúne obras ambientadas en una Galicia rural y mítica (Comedias bárbaras, Divinas palabras), poblada por seres violentos y primitivos, que encarnan la deformación física y moral del hombre, y la decadencia de un mundo arcaico ante el avance de la moderna sociedad capitalista. El lenguaje es desgarrado y agresivo.
- Ciclo de la Farsa: Incluye La marquesa Rosalinda, Farsa infantil de la cabeza del dragón, Farsa de la enamorada del rey y Farsa y licencia de la reina castiza. A través de un lenguaje estilizado (a veces popular y castizo) y de la animalización de los personajes, se realiza una sátira del poder y del ideal estético del modernismo.
- Ciclo del Esperpento: Se inicia con Luces de bohemia en 1920 e incluye también la trilogía “Martes de Carnaval” (Las galas del difunto, Los cuernos de don Friolera, La hija del capitán) y Retablo de la avaricia, la lujuria y la muerte. El esperpento es una crítica deformadora de la realidad y de los valores sociales imperantes, a través de la degradación de los personajes (animalización o cosificación), la mezcla de lo grotesco y lo trágico, la estilización del lenguaje vulgar y castizo, y la elaboración literaria de las acotaciones.
Federico García Lorca: Del Simbolismo al Drama Rural
La vinculación al teatro de Federico García Lorca no se limitó a la escritura, pues su compañía La Barraca representó por los pueblos de España el repertorio clásico. A sus primeras obras de orientación simbolista (El maleficio de la mariposa) y poética (Mariana Pineda) siguieron las farsas (El retablillo de don Cristóbal, La zapatera prodigiosa, El amor de don Perlimplín con Belisa en su jardín), que tratan el tema del adulterio y de los matrimonios desiguales o por interés. A su etapa surrealista corresponden El público y Así que pasen cinco años, obras personalísimas y de alto contenido simbólico. Su madurez como autor está representada por Doña Rosita la soltera, que aborda el drama de la soltería, y sus dramas rurales: Bodas de sangre (el amor trágico), Yerma (la maternidad sin fruto) y La casa de Bernarda Alba (el enfrentamiento entre el individuo, y más precisamente la mujer, y la sociedad).