Producción y Evolución Poética
A continuación, se presenta la trayectoria poética de Miguel Hernández desde una perspectiva cronológica:
1930-1931: Obra Juvenil
Primeros tanteos literarios. Etapa de formación donde se ejercita en métricas y estilos populares y cultos. Inspiración romántica y becqueriana con resonancias modernistas.
1932: Etapa Madrileña y Neogongorina
Práctica del ideal de pureza en una poesía culta y hermética. El mundo externo, la naturaleza, lo cotidiano, la poesía pura y la religiosidad son tentativas iniciales que desembocan en poemas sueltos, en Perito en lunas y en las dos piezas teatrales: Quién te ha visto y quién te ve y sombra de lo que eras, y El torero más valiente.
Perito en lunas (42 octavas reales) es una recreación artística de lo rústico, lo vulgar y lo diario. Contemplación de la realidad cotidiana y campestre que rinde culto a lo material y lo humilde: el limón, la granada, el toro, la palmera, el espantapájaros, la noria… El nexo común del libro es la metáfora de la luna, que simboliza el comportamiento de la naturaleza: exaltación de la vida, la fecundidad y la fertilidad femenina.
1933-1934: Etapa Religiosa
Influencia de Ramón Sijé. En su compromiso espiritual, Miguel Hernández defiende un realismo cristiano. En 1934 escribe El silbo vulnerado y El silbo de afirmación en la aldea, en defensa de lo rústico frente a lo urbano. Hay una preponderancia del «yo» y un progresivo abandono del elemento religioso.
1934-1935: Poesía de Angustia
Poesía que refleja su mundo interno, de angustia y de «sangre», fruto del amor por Josefina, que se trasluce en angustia existencial y en el sentimiento del amor como autodestrucción. En 1935, influenciado por Neruda, avanza hacia la poesía impura, profundizando en el hombre y sus realidades. Escribe El rayo que no cesa, poemario amoroso con reelaboración de poemas anteriores, y las obras teatrales Los hijos de la piedra y El labrador de más aire.
El rayo que no cesa revela un interior poblado de inquietudes y presentimientos. Momento de crisis ideológica y estética, tensiones donde explota la pasión, la pena y la desesperación. Evoluciona desde la tradición literaria a la poesía «impura» y desgarrada. El amor adquiere un acento de pasión, anhelo insatisfecho, ansia de posesión, expresión de una experiencia amorosa honda, sincera e irreprimible. El sentimiento crece hacia imágenes cada vez más directas y vigorosas, como el toro (soledad, luto, dolor, fuerza y virilidad), indomable y sincero.
Vida, amor y muerte se concentran en los temas, destacando el amor como anhelo vitalista que se enfrenta a todo, aunque es un vitalismo trágico de oscuros presagios. El soneto, que favorece la síntesis emocional y expresiva, se extiende por casi todo el libro («Sino sangriento», «Vecino de la muerte»). Destaca la «Elegía a Ramón Sijé» por la alta concentración lírica en la expresión del dolor ante la muerte.
1936-1937: Poesía Comprometida
Retorno a lo externo, ahora en la vertiente social. Poesía comprometida, social, combativa y política. Se vincula al pueblo, convirtiendo su poesía en arma de combate humanizadora («Llamada a los poetas»). Propone una poética de la naturalidad y de la realidad social y la denuncia («Sentado sobre los muertos» y «Recoged esa voz»), reencontrándose con la tradición popular. Escribe Viento del pueblo, El hombre acecha y los dramas Teatro en la guerra y El pastor de la muerte. «Los poetas somos viento del pueblo: nacemos para pasar soplando a través de sus poros y conducir sus ojos y sus sentimientos hacia las cumbres más hermosas», escribe Miguel Hernández.
De los dos libros de poesía en la guerra (Viento del pueblo y El hombre acecha), Viento del pueblo (1937) es el más viril y apasionado. Expresa la más intensa vibración humana y el espíritu bélico más ardiente.
Etapa de poesía más comprometida, libro de arengas, de combate, denuncia y preocupación social, con dolor por la tragedia de la guerra. Optimismo, esperanza y júbilo por un porvenir mejor, junto con el amor («Juramento de la alegría», «Canción del esposo soldado»). Las penurias del pueblo y la necesidad le arrancan la protesta («Canción del niño yuntero»).
Estos ardores se apagan con un lenguaje más sobrio e íntimo, con menos retórica, en El hombre acecha (1939), evidenciando la realidad brutal de la guerra. En ambos libros, el lenguaje es claro y directo, sin menoscabo de logros estilísticos.
1938-1941: El Mundo Interno
El intimismo del «yo» como trasunto amoroso y social. Época de cárcel y de temas humanos, de angustia e intimidad, de dolor. Desnudez y concentración estilística. Profundiza en dos temas:
- La ausencia: de amor, de libertad, de esperanza, del mundo exterior. Esto le provoca soledad.
- El amor: fraterno y a la mujer. Búsqueda del amor absoluto en una realidad que lo niega.
Otros temas: el «yo» más el «nosotros». Momento de Cancionero y romancero de ausencias y otros poemas sueltos.
Cancionero y romancero de ausencias representa la madurez del escritor y del hombre. La «luz» de los libros anteriores da paso a lo lóbrego, en colores tristes y trágicos. El poeta se concentra en su intimidad, quema recuerdos y vivencias, entusiasmos y esperanzas, apareciendo sus mayores obsesiones: el amor y el dolor de la ausencia, la inquietud y la desconfianza, los recelos de la guerra fratricida y las pasiones turbias que ésta ha creado en el hombre.
En esta época nace y muere su primer hijo («Hijo de la luz y de la sombra»). El día y la noche, las fuerzas viril y femenina chocan en su poesía con fuerza cósmica. El tema de la prisión aparece como algo incomprensible e injusto, que lo priva de todo lo más hermoso de la vida. Poesía de visiones terribles, pesadillas de odio, rencores…