Evolución Poética de Miguel Hernández: Del Simbolismo al Compromiso Social

El aprendiz de poeta (1910-1931)

La primera etapa de Miguel Hernández (MH) viene marcada por sus poemas iniciales, donde se muestra como un observador de los elementos de la naturaleza y admirador de poetas como San Juan de la Cruz, Garcilaso, Góngora y Rubén Darío. Posteriormente, recibirá la influencia de Calderón y Quevedo. Otra figura clave en su formación fue Ramón Sijé, quien le contagió el amor por los clásicos y contribuyó a forjar su inicial militancia católica. En estas primeras composiciones, se observa la percepción del mundo bucólico pastoril para expresar las sensaciones de su tierra, aunque con poca originalidad.

Por el camino de la modernidad y la vanguardia (1932)

En 1931, emprende su primer viaje a Madrid. No obtiene los frutos esperados y se ve obligado a regresar a Orihuela. Sin embargo, la dura experiencia le permite constatar que su nivel poético no está a la altura de sus expectativas. De ahí su decisión de acercarse a los movimientos vanguardistas y de renovar su lenguaje, su técnica y su estilo. El mayor influjo fue el de la llamada «poesía pura» de Jorge Guillén. Será entonces cuando comience a cultivar el endecasílabo, las octavas reales, las décimas y el gusto por la metáfora elaborada, cuyo resultado fue Perito en lunas. Sus mejores modelos serán los poetas del 27, como Lorca. En este sentido, se puede apreciar un estilo muy cercano a las greguerías de Ramón Gómez de la Serna, que eran el resultado de unir metáfora y humor.

El descubrimiento del amor (1934-1936)

Con la publicación de El rayo que no cesa, MH aparece como un poeta que ha asimilado la influencia de Quevedo y del dolorido sentir garcilasiano, así como la forma del soneto. Esto le sirve para expresar a la perfección su pasión de enamorado. Su amor será fuente de poesía, mediante la expresión de sus más íntimos sentimientos y deseos. Junto a este neorromanticismo, encontramos símbolos como el cuchillo, el rayo, la espada, el fuego, el naufragio o el toro. También se puede observar la influencia de Pablo Neruda y de Vicente Aleixandre. A MH le preocupa profundamente el problema de la existencia humana y el de su vida particular, llena de amor y de dolor, de ansiedad y de deseo. Y es así como aparecen las tres constantes que constituyen la clave de su obra: las famosas tres heridas: la vida, el amor y la muerte. La pena es otro de los temas centrales de El rayo que no cesa. Esta se convierte en un «huracán de lava», en un «rayo», en un «avispero» o en un «carnívoro cuchillo». Y todo porque la redacción final del libro se fragua durante un período de ruptura en su relación con Josefina Manresa, una relación que había comenzado en 1933 y de la que luego se distanciará. Pero la pena no procede exclusivamente del distanciamiento amoroso; en alguna ocasión son otros motivos.

La poesía revolucionaria (1937-1939)

Con el estallido de la Guerra Civil, la poesía de MH da un giro hasta llegar a convertirse en paradigma para quienes vieron en él al poeta comunista, luchador y mártir por la causa de la libertad. Su producción bélica se puede resumir en dos libros de poesía: Viento del pueblo (1937) y El hombre acecha (1939). En 1936, MH se enrola como voluntario en el bando republicano, comenzando así su faceta de poeta-soldado. En 1937, se casa con Josefina Manresa y, después, nace su primer hijo, Manuel Ramón.

Con la llegada de la Guerra Civil, se abre una nueva etapa en su poesía, marcada por el compromiso personal. En septiembre de 1936, se alista en Madrid en el ejército republicano. En 1937, MH y Josefina se casan civilmente. En diciembre de ese año, ve la luz su primer hijo. Todo esto influye en Viento del pueblo. En «Canción del esposo soldado», que comienza con la alegría al saber que ha logrado el hijo que tanto deseaba, se refleja la felicidad del poeta. Su alegría se muestra en los piropos que lanza a la esposa embarazada. Sabiendo que va a ser padre, encuentra un nuevo sentido a la lucha; ahora más que nunca se hace necesario matar para seguir viviendo. En el siguiente libro, El hombre acecha, el poeta se ve rodeado de hambre, cárceles, heridos y muertos. En su opinión, si para algo ha de servir la guerra es para que los países se unan en amor fraterno. A pesar de tanto dolor como MH está viviendo en el frente de batalla, aún queda algún resquicio para la esperanza en una felicidad futura, y esta solo puede venir de la esposa. En ocasiones, esa felicidad surge gracias a las noticias que de ella le llegan al frente en forma de cartas, pero, sobre todo, el poeta la asocia con el ansiado momento del reencuentro de los esposos. En 1939, hizo entrega a Josefina del último libro de poesía, con el título de Cancionero y romancero de ausencias, un libro compuesto por poemas muy intimistas, que se considera una especie de diario de un alma sumida en la soledad, el dolor y el sufrimiento. Uno de los grandes protagonistas del Cancionero es el hijo. Pero, desgraciada y tristemente, la vida del hijo se apagó pocos meses después, y la alegría y la felicidad dan paso al dolor y a un vacío. La muerte de Manuel Ramón inspira poemas como «A mi hijo», en el que el padre establece un emotivo soliloquio ante el cadáver del hijo. La otra gran protagonista del Cancionero y romancero de ausencias es la esposa, representada por su vientre. El poeta confiesa estar inmensamente enamorado de la esposa, aunque la distancia le impide acariciarla. El vientre es el protagonista de algunos hermosos poemas. De este amado vientre surgirá la vida del nuevo hijo, Manuel Miguel, nacido en 1939, una nueva vida que dará algo de esperanza al poeta soldado que ve cómo se vienen abajo sus sueños y, algunos meses después, comenzará un periplo carcelario que durará hasta el fin de sus días.

El compromiso social y político en Miguel Hernández

En la primera etapa, el poeta sublima el trabajo. Su primera obra teatral, Quién te ha visto y quién te ve y sombra de lo que eras, critica las posiciones políticas de los anarquistas, los comunistas y los sindicatos obreros. La situación social y política de la época era la misma de fines del XIX: una oligarquía territorial, un clero conservador y una clase militar autoritaria. Los cambios que quisieron realizar los gobiernos de la II República española provocaron la Guerra Civil. El gran compromiso que enaltece la figura de MH radica en que puso sus fuerzas para defender la tierra, para dignificar al hombre del campo y para concienciarlo de sus posibles derechos. La nueva vida en la capital española, los avatares de la política y las nuevas amistades terminan provocando que el poeta abandone. Paulatinamente, se decanta hacia el lado del más débil, del desvalido obrero. Abandona la poesía pura y católica de antaño e inicia, en la segunda mitad de 1935, una poesía impura, con protestas sociales, con libertad y defensa de valores. Es la antípoda. En El rayo que no cesa, MH fundamentará su compromiso político en experiencias cotidianas y sufridas por él. Declarada la guerra, se decanta por el bando republicano, que identifica con los pobres. Considerando que su única arma es la poesía, cultivará una poesía de propaganda que paseará por las trincheras. En tiempos de guerra, no solo aparece la arenga épica, también la inquietud social y la esperanza en el hijo. Viento del pueblo y El hombre acecha son bien distintos. El primero constituye la faceta alentadora, combatida por la esperanza en la victoria: se mueve por la fraternidad, la libertad. Una poesía de urgencia cede terreno a la poesía profética que exalta la virtud del amor o que impreca valores de virilidad. El referente poético ya es externo. Hemos pasado de la naturaleza externa al mensaje rebelde contra la sociedad, para ser comprendido por el humilde. Cuando la derrota republicana es inminente ante el fúnebre balance, MH lanza un desgarrado grito desalentador: El hombre acecha. Es la visión pesimista de la guerra en general. Verso amplio y doloroso. Ahora, en ocasiones frente a las cárceles, se desvanece el hombre. Sin embargo, el poeta cierra este libro con una petición de esperanza. El poeta se aferra a la vida y a la esperanza por medio del amor. Una de las facetas más logradas fue, en efecto, su preocupación por los ámbitos del trabajo, la pobreza o el hambre. Su poesía social es una síntesis del dolor compartido y denuncia contra la injusticia. Después de su viaje a la URSS (1937), también hay poemas para ensalzar la política soviética. Son los poemas políticos que menos interesan estéticamente hoy, pero que sitúan a MH como modelo de hombre de letras comprometido con la libertad y la justicia.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *