Origen y Desarrollo de la Lengua Española
Origen de las Lenguas Peninsulares
El hecho histórico que explica la situación lingüística actual de nuestro país es la ocupación de Hispania por los romanos. Cuando en el año 218 a.C. los romanos inician la conquista, el territorio estaba habitado por diversos pueblos con lenguas diferentes: vascos, iberos, fenicios, celtas, ligures.
La romanización y la implantación del latín en la península supusieron la desaparición de esos idiomas, con la excepción del vasco.
Las lenguas romances habladas en España (el castellano, el catalán y el gallego, además de los denominados dialectos históricos astur-leonés y navarro-aragonés) son herencia del latín; su evolución, sin embargo, no nació del latín culto, sino del vulgar, es decir, de la lengua viva hablada por soldados, comerciantes y colonos, que son quienes llevaron a cabo la romanización. El paso del latín vulgar a las distintas lenguas románicas se produjo tras la caída del Imperio Romano como consecuencia de la fragmentación de este tras la invasión de los pueblos germánicos. A España llegaron los visigodos, quienes adoptaron la lengua y la cultura latinas, y algunas palabras germánicas (como guerra, bandera o yelmo, por ejemplo) pasaron al latín y, más tarde, al castellano.
El castellano nació en los condados de Fernán González, en la zona comprendida entre Cantabria, Burgos, Álava y La Rioja, y se difundió durante el periodo de la Reconquista en forma de abanico invertido, incorporando elementos de las zonas de dominio lingüístico astur-leonés y navarro-aragonés. Durante la ocupación de España por los musulmanes (años 711 a 1492), la lengua árabe dejó una profunda huella en el naciente castellano, y hoy son alrededor de 4 mil las palabras de este origen que todavía permanecen en el idioma (alcalde, álgebra, almacén, alfombra, azafrán, azúcar, tabique, alcachofa…).
Desarrollo del Castellano
Las primeras palabras escritas en castellano que se conservan son de los siglos X y XI, y aparecen en documentos latinos de los monasterios de Silos y de San Millán de la Cogolla; algún monje, para facilitar su lectura a quienes ya no entendían ciertos vocablos latinos, escribía encima de ellos o al margen su traducción al romance. Estas anotaciones reciben el nombre de glosas (emilianenses o silenses, según sean de San Millán o de Silos, respectivamente).
Hacia los siglos XI y XII nacieron también los cantares de gesta, que son las primeras manifestaciones literarias conservadas en lengua castellana.
Durante el siglo XIII, el castellano adquiere un notable desarrollo como lengua escrita gracias a la labor impulsada por Alfonso X el Sabio. El monarca promovió la utilización del castellano como lengua oficial de la corte y ordenó la traducción a nuestro idioma de numerosas obras jurídicas, históricas, didácticas y de entretenimiento; ello supuso un gran enriquecimiento de los recursos expresivos del castellano, que con Alfonso X quedó convertido en lengua apta para la transmisión de contenidos culturales e intelectuales.
En los siglos siguientes continuó el desarrollo literario del español, con autores y obras tan importantes como, por ejemplo, Don Juan Manuel (El Conde Lucanor), el Arcipreste de Hita (Libro de Buen Amor), Jorge Manrique o Fernando de Rojas (La Celestina). Con el reinado de los Reyes Católicos, y aunque el idioma todavía no tiene unas normas comunes de utilización, comienza la unificación lingüística de España; a ella contribuyeron humanistas como Elio Antonio de Nebrija, quien publicó la Gramática Castellana (primera de un idioma romance) en el año de 1492.
Durante los siglos XVI y XVII, el idioma (que ya comienza a denominarse español) va adquiriendo la forma actual en su pronunciación, pues se abandona el consonantismo medieval y comienza a fijarse el sistema de fonemas que ha de perdurar hasta nuestros días. La lengua española alcanza en ese momento su mayor difusión y prestigio internacionales gracias a la colonización de América (de donde le llegarán al idioma algunas nuevas palabras procedentes de las lenguas indígenas como canoa, chocolate, patata…) y a la altísima calidad de la creación literaria, pues en estos siglos confluyen grandes escritores como Garcilaso de la Vega, Fray Luis de León, San Juan de la Cruz, Miguel de Cervantes, Lope de Vega, Luis de Góngora, Francisco de Quevedo o Pedro Calderón de la Barca. A la conciencia de que el idioma ha alcanzado su madurez responden una serie de estudios que se realizan en España durante los siglos XVI y XVII como el Diálogo de la Lengua (de Juan de Valdés), el Tesoro de la Lengua Castellana o Española (de Sebastián de Covarrubias) o el Vocabulario de Refranes y Frases Proverbiales (de Gonzalo Correas).
En el siglo XVIII, el castellano presenta ya prácticamente su configuración actual. Para preservar su pureza y luchar contra las incorrecciones de los hablantes, se fundó en 1713 la Real Academia Española de la Lengua (RAE), que dentro de ese mismo siglo publicó el Diccionario de Autoridades, una gramática y una ortografía; de este modo, quedaron establecidas las normas gramaticales básicas. En este siglo entraron en el idioma muchas palabras de origen francés (bayoneta, báscula, bufanda, brigada, chofer…)
Ya en el siglo XIX, el castellano fue declarado lengua obligatoria en todos los niveles de la enseñanza. Siguen entrando neologismos (procedentes del francés y, sobre todo, del inglés) correspondientes a conceptos científicos, técnicos, económicos, filosóficos o deportivos, y la literatura recibe un fuerte impulso de mano de los autores románticos (Gustavo Adolfo Bécquer, Mariano José de Larra…) y del realismo (Benito Pérez Galdós, Leopoldo Alas Clarín, etc.)
El siglo XX y los primeros años del XXI han supuesto el establecimiento de normas ortográficas más simples y sencillas que las vigentes durante los siglos anteriores. Ha continuado en ellos la penetración de neologismos (a veces superfluos y aceptados por la moda o la insuficiente cultura lingüística de muchos traductores) y lentamente se va despertando la convicción de que los españoles no somos los dueños del idioma, dado que la mayor parte de los hispanohablantes se encuentra en el continente americano. La consideración de que goza el español en el mundo es grande como consecuencia de su número de hablantes y de la creciente importancia cultural y económica del mundo hispano; es lengua oficial en los principales organismos internacionales y su estudio se extiende por Norteamérica, Europa y Asia. A incrementar dicha consideración ha contribuido también el altísimo nivel de la literatura en lengua española, tanto en nuestro país como en el continente americano.