Introducción
A fines del siglo XIX, dominaba en los escenarios europeos la estética naturalista, basada en el reflejo exacto de ambientes y problemas humanos, así como en el análisis de la psicología de los personajes. La ruptura con el naturalismo en escena la marca el estreno de Ubú, rey (1896) de Alfred Jarry, farsa violenta, insolente e ilógica. Los principales cambios vendrán de la mano de simbolistas, expresionistas y demás movimientos de vanguardia, en especial del dadaísmo y del surrealismo. Sin embargo, los cambios experimentados en el teatro europeo tardaron en ser introducidos en nuestro país.
Teatro hasta 1936
Teatro del humor: el Sainete
Alcanzó su máximo esplendor entre 1890 y 1910. Se caracteriza por la caricatura de tipos populares, juego de palabras y equívocos, y lenguaje rebuscado. Entre los autores, sobresalen los hermanos Álvarez Quintero y Arniches.
Los hermanos Serafín (1866-1943) y Joaquín Álvarez Quintero (1873-1944), de Utrera (Sevilla), cultivaron un teatro carente de preocupaciones intelectuales o estéticas, con tono moralizador y sentimental, con escenarios andaluces y madrileños preferentemente, y un lenguaje lleno de chispa y gracia, como en El genio alegre, Doña Clarines y Tambor y cascabel.
Carlos Arniches (1866-1943), de Alicante, además de sainetes cultivó la tragedia grotesca o astracán, que, conservando el sentimentalismo y cierta tendencia moralizadora, exagera la caricatura propia del sainete, con un lenguaje de gran comicidad. Entre sus obras, destaca: ¡Mecachis, qué guapo soy!, Es mi hombre y La señorita de Trevélez (1916), sobre las burlas que sufre una solterona cursi por socios jóvenes del casino. Ante la competencia del cine, del music-hall y de las revistas, iniciará un lento declive.
Teatro poético
Impulsado por la estética modernista, utiliza el verso como lenguaje dramático, tendiendo hacia la sonoridad y la retórica, y se inspira en el drama histórico romántico, aunque la recreación del pasado cae en el estereotipo y la idealización. Son obras representativas Las hijas del Cid (1908) de Eduardo Marquina; El alcázar de las perlas de Francisco Villaespesa; Juan de Mañana (1927) y La Lola se va a los puertos (1929) de los hermanos Machado, que aportaron al género mayor hondura psicológica y sencillez del verso; La cabeza del dragón y La marquesa Rosalinda de Valle-Inclán.
Comedia burguesa
Jacinto Benavente (1866-1954), de Madrid, eliminó los tonos grandilocuentes y violentos de su antecesor Echegaray y los dotó de mayor finura psicológica y un lenguaje más natural. El teatro de Benavente desvela con fina ironía los vicios y miserias de la alta burguesía española: materialismo, egoísmo, frivolidad, cinismo… Pero no hay rechazo de la burguesía como tal, solo fina ironía que induce a corregir tales vicios. En la mayoría de los conflictos que plantea suele ser protagonista la mujer, y serán resueltos por amor, respeto o compasión. Entre sus obras destacan Rosas de otoño (1905), Los intereses creados (1907) y La malquerida. Benavente fue el autor más encumbrado durante los primeros años del siglo XX; en 1922 recibió el Premio Nobel de Literatura. A pesar de ello, su teatro se considera demasiado convencional y no despierta demasiado interés.
La renovación del teatro
En los años 20, destacan los intentos renovadores de Ramón María del Valle-Inclán (1866-1936), de Villanueva de Arosa (Pontevedra). Tras unos inicios en el teatro poético, ensayará otras fórmulas dramáticas:
- Comedias bárbaras: Recreación mítica de su Galicia natal, con la trilogía titulada Comedias bárbaras, integrada por Águila de blasón (1907), Romance de lobos (1908) y Cara de Plata (1922). La trilogía representa el final de una raza encarnada en la familia de los Montenegro y, de forma alegórica, el fin de la sociedad feudal dominada por el vicio, la violencia y los remordimientos. El espacio reproduce una Galicia legendaria, arcaica y campesina, y el lenguaje mezcla símbolos, sentencias y osadas imágenes.
- Farsas: Entre las que destacan Farsa y licencia de la Reina Castiza (1920), de ambiente dieciochesco, en las que desmitifica los valores más convencionales de la sociedad española: monarquía, milicia, nobleza, parlamento…
- Esperpentos: Fórmula totalmente original, relacionada con diversas tendencias estéticas europeas como el expresionismo pictórico, las parodias grotescas futuristas y las farsas del absurdo. Los esperpentos responden a una concepción del drama, según la cual la deformación de la realidad sería el único modo de reflejarla para conseguir así que el espectador tome conciencia del absurdo de la misma. Destacan:
- Luces de bohemia (1920): Es el primero y más logrado de sus esperpentos. Su protagonista, Max Estrella, poeta ciego, representa la dignidad y grandeza del héroe clásico frente a la miseria moral del mundo que lo rodea.
- La trilogía Martes de Carnaval, integrada por Los cuernos de don Friolera (1921), sobre el adulterio de la mujer del sargento de la Guardia Civil don Friolera; Las galas del difunto (1926), sobre el mito de Don Juan Tenorio y los valores de la sociedad de su época; y La hija del capitán (1927), denuncia feroz y grotesca de la dictadura de Primo de Rivera y de cualquier clase de pronunciamiento militar.
Otros intentos renovadores llevaron a cabo Unamuno en Fedra (1910), con escasa complicación argumental y con densos debates de ideas que enfrentan a los personajes; Azorín en Lo invisible (1928), teatro antirrealista, que da cauce libre al subconsciente y lo maravilloso; y Jacinto Grau en El señor de Pigmalión (1921), farsa pesimista en la que unos muñecos se rebelan contra su creador; Ramón Gómez de la Serna en Los medios seres (1929), en la que los personajes aparecen con medio cuerpo negro porque poseen una personalidad incompleta.
En los años 30, el autor que destaca es Federico García Lorca, del grupo del 27. Su teatro es esencialmente poético por presentar un lenguaje lleno de imágenes, alejado del habla cotidiana y coloquial, la ambientación simbólica de muchas escenas, abundantes soliloquios líricos y la presencia de canciones y fragmentos en verso que retardan la acción. Son elementos constantes en su obra:
- En los temas, el conflicto entre el impulso de la libertad y realización personal frente a las fuerzas externas que intentan ahogarlos (normas y tabúes). El resultado es siempre la frustración. Son temas frecuentes la fecundidad, el amor, la sexualidad…
- En los personajes, los protagonistas son casi siempre mujeres.
- Las armas blancas, instrumentos de sacrificio en las religiones antiguas.
- El ambiente andaluz.
El teatro de Lorca puede dividirse en tres grandes grupos:
- Teatro menor: Con farsas como Títeres de cachiporra y Retablillo de Don Cristóbal, se mezclan tonos grotescos y lúdicos a la manera del esperpento de Valle-Inclán.
- Teatro de ensayo: Casi todas de carácter surrealista, donde se funde el plano de la realidad y el subconsciente, como El público (1930).
- Teatro mayor: Compuesto de dramas y comedias en tres actos, iniciado con Mariana Pineda y que culmina en tres obras: Yerma (1934), sobre la tragedia de la mujer condenada a la esterilidad porque las normas sociales le impiden entregarse a otro hombre; Bodas de sangre (1932), sobre el enfrentamiento entre dos familias; y La casa de Bernarda Alba (1936), en la que depura los elementos líricos y se acerca al teatro actual. De nuevo plantea el conflicto entre las normas —encarnadas en la madre, Bernarda— y el ansia de libertad —encarnada en la hija menor, Adela—, que conducirán al suicidio de la hija. Lorca, convencido de la función didáctica del teatro, creó el grupo de teatro universitario La Barraca con el deseo de acercar el teatro al pueblo para alejarlo de la incultura.
Otros autores del grupo del 27 que intentaron la renovación teatral fueron Miguel Hernández con El labrador de más aire y Rafael Alberti con Fermín Galán, teatro político y comprometido, y Noche de guerra en el Museo del Prado, con personajes retratados en aquellos cuadros.
Teatro español a partir de 1939
En la década de los 40, el teatro de la posguerra cumplió básicamente dos funciones:
- Entretener, de ahí que las líneas dramáticas que triunfaban en los escenarios eran la comedia burguesa y el teatro del humor, que tenían como rasgo común la evasión de la realidad.
- Transmitir la ideología nacional, la de la dictadura.
El teatro sufrió la férrea censura del Estado, la Iglesia y la propia crítica, que solía funcionar como ideóloga, advirtiendo y aconsejando. En 1950 se creó la Oficina Nacional de Vigilancia de Espectáculos, que establecía la clasificación moral de las obras.
Comedia burguesa
Evolución de la alta comedia, cumplió con la labor de entretener y de educar mediante el elogio de la virtud. Se caracteriza por su perfecta construcción, la combinación de humor y ternura. Los personajes son burgueses, al igual que su público usual. En general, aparece dividida en tres actos, abundan los decorados únicos, posee minuciosas acotaciones, sobresale el tema del amor, empleado para exaltar la familia, el matrimonio y el hogar. Destacan obras como: Nieve de mayo (1951) de Jacinto Benavente, Cuando llegue la noche (1943) de Joaquín Calvo Sotelo, Yo no he venido a traer la paz (1951) de José María Pemán y Baile en Capitanía de Agustín de Foxá.
Comedias de humor
Subrayando lo inverosímil, como Eloísa está debajo de un almendro (1940) y Los ladrones somos gente honrada (1941) de Enrique Jardiel Poncela. Sus producciones se caracterizan por mezclar lo inverosímil, la locura y el misterio, las exuberantes acotaciones, personajes muy numerosos y burgueses, y mezclar en los diálogos el humor verbal y el de situación (ilógico y disparatado). Otras obras son El caso de la mujer asesinadita (1946) de Miguel Mihura, escrita con la colaboración de Álvaro de La Iglesia, y Guillermo Hotel (1950) de Antonio Lara “Tono”.
En el teatro del exilio se pueden destacar dos autores muy diferentes tanto por su concepción dramática como por su ideología:
- Alejandro Casona (1903-1965) con La dama del alba (1944), drama poético ambientado en Asturias, donde se mezcla la realidad y la fantasía, con un lenguaje estilizado; La barca sin pescador (1945) y Los árboles mueren de pie (1949).
- Max Aub (1903-1972), que hace en su teatro un estremecedor documento humano de la guerra, española o europea. En Morir por cerrar los ojos (1954), crítica del envilecimiento del pueblo francés antes de entregarse a los nazis; en San Juan (1943), cuenta la tragedia de un grupo de judíos que, por religión y raza, son rechazados de todos los lugares donde intentan desembarcar.
- Rafael Alberti, con un teatro comprometido y caracterizado por la presencia de elementos poéticos, como El adefesio (1944), donde plantea la intolerancia del poder.