ROMANTICISMO fue un movimiento cultural y artístico surgido en Alemania e Inglaterra entre el siglo XVIII y XIX, y se propagó por Europa rápidamente. Representó el inicio de la modernidad y sentó las bases de la ideología del estado liberal burgués. Sus principales características son la **libertad** moral, social, política y artística; **subjetivismo**; **historicismo**; y el **irracionalismo** y **evasión**. Los temas principales fueron **libertad**, **poder** y **justicia**, **sentido de la vida**, **silencio de Dios**, **destino del ser humano** y **misterios del amor**. En España tuvo tres etapas: 1ª (principios del siglo XIX), 2ª (1830) y 3ª (Posromanticismo). En drama destacan Ángel de Saavedra con «Don Álvaro y la fuerza del sino» y José Zorrilla con «Don Juan Tenorio». En poesía, destaca la narrativa y lírica de Espronceda con «El estudiante de Salamanca» y «El diablo mundo», y Bécquer con sus «Rimas» y Rosalía de Castro con «Cantares gallegos» y «En las orillas del Sar». En prosa, destaca la novela histórica, el costumbrismo y el folletín, con autores como Larra con sus artículos sobre costumbres, políticos y de crítica literaria.
TEATRO DESPUÉS DE LA GUERRA CIVIL Después de la guerra, predominó un teatro de evasión. El teatro de posguerra cumplió dos funciones básicas: entretener al público y transmitir ideología. El estado y la iglesia hicieron que se censuraran dramaturgos. La comedia burguesa se caracteriza por la perfecta construcción de las obras y por su intrascendencia, con dosis de humor, ternura y amabilidad. Suelen dividirse en actos. Sobresale el tema del amor para exaltar la familia y el matrimonio. Algunos autores fueron Jacinto Benavente con «La última carta» o «Divorcio de almas», José María Pemán con «La verdad», Luca de Tena con «Don José, Pepe y Pepito», Calvo Sotelo con «La muralla» y López Rubio con «Celos del aire». En los años de posguerra floreció el teatro de humor con dos autores importantes: Jardiel Poncela y Miguel Mihura. En las obras de Poncela predomina la despreocupación y se caracteriza por la incorporación de lo inverosímil, con locura y misterio. Usa muchos personajes que representan una sociedad feliz, cuyos objetivos son el dinero y el amor. «Eloísa está debajo de un almendro» plantea el tema de la locura, por ejemplo. Otras son «Cuatro corazones con freno y marcha atrás». El teatro de Mihura pretendía idealizar la vida mediante la humanización de personajes y el triunfo de la bondad y ternura. Su humor es producto de la exageración inverosímil de elementos y la distorsión de la causalidad lógica. «Tres sombreros de copa» pone en evidencia su pesimismo y desencanto. Otras obras son «El caso de la señora estupenda» y «Melocotón en almíbar».
El teatro de exilio desarrollado en México y Argentina presenta diferentes estéticas con respecto al cultivado en España. El interés artístico llevó a los autores exiliados a incluir novedades vanguardistas en sus obras. Alberti cultivó un teatro político caracterizado por la presencia de elementos poéticos. En «El adefesio» plantea la intolerancia del poder. Otras obras son «El trébol florido». Max Aub comenzó con el tema de la farsa y se caracteriza por la brevedad y los personajes corales, y durante la guerra hizo teatro de urgencia. Su obra más importante es «San Juan», que es un drama, y otras son «Espejo de avaricia». Casona produjo un teatro de evasión; la más importante es «La dama del alba», un drama poético que desarrolla una historia fantástica. Los realistas se caracterizan por la complejidad de los espacios escénicos y la profundización en los caracteres de los personajes. Buero Vallejo buscó la moderna tragedia española y sus obras son una síntesis de realismo y simbolismo. En ellas se oponen conflictivamente personajes contemplativos y personajes activos, y emplea el fenómeno de inmersión. Su obra más importante, «Historia de una escalera», cuenta la vida de unos personajes impotentes para superar su situación de indigencia, y el tema central es la frustración. «En la ardiente oscuridad» plantea la lucha por la verdad y libertad, y el tema central es la ceguera y la necesidad de ver. «El sueño de la razón» es un drama histórico situado en Madrid y plantea la lucha por la libertad y la irreductibilidad del individuo. «La fundación» habla de la tortura, persecuciones políticas y delaciones. En los últimos dramas se habla del individuo que padece varias formas de tortura y destacan «Música cercana» o «Las trampas del azar».
Alfonso Sastre, en sus obras, incorpora humor de situación negro y profundo que permite el distanciamiento de las historias contadas. Las obras constituyen una forma de evolución del esperpento de Valle-Inclán: se presentan héroes irrisorios y con estas tragedias se persigue una catarsis. «La sangre y la ceniza» y «La taberna fantástica». J. Martín Recuerda posee un carácter documental de signo crítico, cargado de desgarro y crispación. «Las salvajes en puente San Gil» es un drama que constituye una reflexión contra la intolerancia y un alegato a la hipocresía, y emplea también personajes corales. «Las recogidas del beato de Santa María Egipciaca» recoge la concepción escénica de espectáculo total, en un intento de comunión entre el escenario y los espectadores. Otros autores realistas son Laura Olmo con «La camisa», J. M. Rodríguez Méndez con «Los inocentes de la Moncloa» o «Bodas que fueron famosas del pingajo y la fanganda», Carlos Muñiz con «El tintero» y Ricardo Rodríguez Buded con «La madriguera».
Los vanguardistas son herederos del teatro del absurdo y del teatro de la crueldad. Fernando Arrabal caracterizaba sus obras por la mentalidad escénica y recurría a la forma de ceremonia. El teatro pánico se caracterizaba por la confusión, el humor, el terror, el azar y la euforia, y por la incorporación de elementos surrealistas en el lenguaje. Sus temas más usados son la religión, la sexualidad mezclada con la política, el amor y la muerte. Confluyen el postismo, el surrealismo, el teatro del absurdo y de la crueldad. «Cementerios de automóviles» presenta una sociedad moribunda. «El arquitecto y el emperador de Asiria» y «Pic-nic» o «Tormentos y delicias de la carne» (1987). F. Nieva: su tema principal es la represión de la sociedad y ante ello se erige la transgresión, a menudo debida a la necesidad de una liberación sexual. Además del erotismo, abundan referencias a una España negra y a la religión que este critica. Son obras cortas, con tendencia cinematográfica y divididas en secuencias. Distingue tres géneros: teatro furioso, de la farsa y calamidad, y de crónica y estampa. «Pelo de tormenta», «Malditas sean Coronada y sus hijas» y otras como «Delirios del amor hostil».
SIMBOLISTAS: conocidos como nuevos autores, sus obras se caracterizan por un acentuado carácter vanguardista, un marcado pesimismo y el frecuente uso de la simbología animal. Aparece el tema del poder opresor, la sexualidad, lenguaje agresivo y violencia. José Ruibal con «La máquina de pedir», Romero Esteo con «Pontifical», Luis Riaza con «Retrato de dama don perrito» y Martínez Mediero con «El último gallinero». Herederos de la comedia burguesa: es un teatro inmovilista que repite esquemas del pasado con personajes alejados de las circunstancias sociales del momento. Alfonso Paso buscaba la felicidad y la defensa del amor romántico. Jaime de Armiñán creaba comedias de enredo. Salom hacía comedias de intriga y Alonso Millán cultivaba teatro disparatado.
TEATRO INDEPENDIENTE: suponía el rechazo del espectáculo conservador mediante la elaboración de una estética peculiar y un intento de autofinanciación. Fueron pioneros la Escuela Dramática, Adrià Gual, Els Joglars, Els Comediants, El Tricicle, La Fura dels Baus… En Madrid, el TEM, que luego sería TEI, Los Goliardos, Tábano, Diritambo… o La Cuadra (Sevilla), Teatro Circo (Galicia)… Hacia finales de los 70 se impuso el teatro en la calle y aumentaron los elementos paraverbales. Después de la transición, ocurrió la progresiva desaparición de este teatro. ÚLTIMAS DRAMATURGIAS: son de finales del siglo XX y tienen una estética realista y una moderada renovación formal. Sanchis Sinisterra con «¡Ay Carmela!», Alonso de Santos con «Bajarse al moro» y Cabal con «Castillos en el aire» (1995) o «Briones» o «Ello dispara» (1990).