Evolución de la Poesía Española: Décadas de 1940 a 1970

Poesía de las Décadas de 1940, 1950 y 1960

La Década de 1940

En esta década surgen dos corrientes denominadas poesía arraigada y poesía desarraigada. Aunque diferentes en cuanto a estilo y contenido, ambas continúan la línea rehumanizadora, iniciada antes de la Guerra Civil, que recupera los temas que más afectan al ser humano.

Poesía Arraigada

Surge en torno a revistas como Escorial o Garcilaso, que simpatizan con el nuevo régimen. Garcilaso de la Vega se convierte en el modelo de estos poetas, llamados arraigados o garcilasistas. Los temas usuales son el amor, la familia, la fe católica, el paisaje castellano, el ensalzamiento del régimen o los valores imperiales, expresados con un estilo que busca la belleza y la perfección formal en moldes clásicos, con un lenguaje sobrio y equilibrado. Poetas de este grupo son Leopoldo Panero, Luis Felipe Vivanco, Dionisio Ridruejo, José García Nieto, entre otros. Su principal representante es Luis Rosales, con sus obras Abril, que ofrece su visión humanista y cristiana, y La casa encendida, donde la amistad, la familia y la mujer amada son los ejes que dan sentido a una vida.

Poesía Desarraigada

Esta corriente se difundiría a través de la revista Espadaña y tiene como punto de partida el libro de Dámaso Alonso Hijos de la ira, dramático grito de denuncia que busca el sentido de la existencia humana. Estos poetas ven el mundo como un caos angustioso, por lo que sus temas se centran en la búsqueda del porqué de la existencia humana, dominada por la angustia ante el tiempo y la muerte, con frecuentes preguntas a Dios. Su estilo tiene gran fuerza expresiva, un lenguaje desgarrado y un tono dramático. Otros autores son Victoriano Crémer, José Luis Hidalgo y Eugenio G. de Nora.

La Década de 1950

La corriente dominante durante la década de 1950 es la poesía social o comprometida. Se concibe la poesía como una vía de comunicación con el pueblo silenciado y un instrumento de transformación social. Los temas más frecuentes son la situación de España, la injusticia social y el anhelo de paz y de libertad. El estilo está determinado por la intención comunicativa de los poetas, por lo que la lengua adopta un tono llano y conversacional. Las obras Pido la paz y la palabra, de Blas de Otero, y Cantos iberos, de Gabriel Celaya, son las más representativas de esta poesía.

La Década de 1960

El eje de esta poesía es la preocupación ética por el ser humano, y sus temas esenciales son el paso del tiempo, la infancia, la amistad, el amor o la vida cotidiana, sobre los que se reflexiona a partir de la propia experiencia. En cuanto al estilo, aunque cada poeta busca un lenguaje personal, se aprecia en ellos un tono cálido y muy humano. Dentro de esta corriente, conocida como generación del 50, figuran autores como Claudio Rodríguez, José Ángel Valente, Jaime Gil de Biedma, Antonio Gamoneda, Francisco Brines, José Manuel Caballero Bonald o José Agustín Goytisolo. Mención aparte merecen las figuras de José Hierro y sus obras Tierra sin nosotros, Alegría, Quinta del 42, Cuanto sé de mí, Libro de las alucinaciones o Cuaderno de Nueva York, y Ángel González, que ha reunido toda su poesía bajo el título Palabra sobre palabra.

Poesía de la Década de 1970

En esta época surge la generación del 68, que se compone de un grupo de poetas, también llamados novísimos o venecianos, que aparecen en la antología Nueve novísimos poetas españoles, de José María Castellet, que da nombre al grupo. Estos poetas rechazan el realismo social e integran influencias culturales y literarias muy diversas, por lo que son frecuentes en sus obras las referencias culturales e históricas, así como la reflexión metapoética o el gusto por lo pagano y lo decadente. Estéticamente buscan la experimentación formal y emplean un estilo selecto, muy sensorial y preocupado por la belleza de la palabra. Pertenecen a este grupo de poetas los siguientes autores: Félix de Azúa, Antonio Martínez Sarrión y Ana María Moix, así como Pere Gimferrer, Leopoldo María Panero y Antonio Colinas.

  • Pere Gimferrer: Destaca por sus sorprendentes imágenes, el gusto por la palabra bella, por las evocaciones de artistas y de lugares, sobre todo de Venecia, símbolo de la belleza amenazada por la destrucción. Sus obras más reconocidas son Arde el mar, La muerte en Beverly Hills y Extraña fruta.
  • Antonio Martínez Sarrión: Recoge las nuevas técnicas poéticas e incorpora referencias literarias, cinematográficas y musicales a sus creaciones. Sus mejores obras son Teatro de operaciones y Pautas para conjurados.
  • Antonio Colinas: Aborda en sus versos la reflexión sobre la muerte, el tiempo o la belleza. Sus obras importantes son Sepulcro en Tarquinia, Astrolabio y Libro de la mansedumbre.
  • Leopoldo María Panero: Se caracteriza por una obra irracionalista, en la que poetiza la pérdida de la infancia y reflexiona sobre la poesía. Aparecen figuras míticas de la niñez perdida junto a referencias literarias y cinematográficas en poemarios como Así se fundó Carnaby Street o Last river together.

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