La Literatura Española en la Posguerra y la Dictadura Franquista
La Guerra Civil (1936-1939), el inicio de la dictadura franquista y el exilio de muchos españoles, entre ellos numerosos intelectuales, interrumpen la evolución natural de la cultura y de la literatura españolas y las condenan a un profundo aislamiento, vigiladas por una dictadura política e ideológica.
La Novela en los Años 40
En los años 40 la novela española tuvo que hacer frente a las consecuencias de la guerra, que alteraron la vida cultural del país, bastante empobrecida. El reflejo amargo de la vida cotidiana es una nota frecuente en la novela de posguerra. De ahí que los grandes temas sean la soledad, la inadaptación, la frustración, la muerte… Se observan en esta década diversas tendencias:
- Novela nacionalista: plasmó la visión ideológica de los vencedores.
- Novela fantástica y humorística: que crea mundos imaginarios para rechazar una realidad terrible, como la que inventa Wenceslao Fernández Flores en El bosque animado (1944).
Pero la corriente principal es la novela existencial. Dos fechas suelen señalarse como indicios de un nuevo arranque del género: 1942, la publicación de La familia de Pascual Duarte, de Cela, y 1945, con Nada de Carmen Laforet.
La novela de Cela inauguró una tendencia llamada tremendismo, que consistía en una selección de los aspectos más duros y sórdidos de la realidad. El relato de Pascual Duarte, autobiográfico y escrito desde la cárcel, contribuye a que la narración cree la sensación de documento; es la confesión de un condenado a muerte que trata de explicar sus crímenes como consecuencia de las circunstancias de su existencia.
Carmen Laforet, que obtuvo el premio Nadal con Nada (1945), muestra en su primera novela el ambiente real y la problemática de una situación degenerada por la miseria en la inmediata posguerra, localizada en Barcelona. La obra está narrada desde la perspectiva de la protagonista, que recuerda y analiza sus vivencias en la Barcelona de posguerra durante el año que pasa con su abuela y sus tíos.
Técnicamente, estas novelas se caracterizan por su sencillez y tradicionalidad: narración cronológica lineal, narrador en tercera persona (mayoritariamente) y ausencia de saltos temporales.
Esta línea será continuada en 1948 por Miguel Delibes con La sombra del ciprés es alargada y Gonzalo Torrente Ballester con Javier Mariño. Estas novelas reflejarán el tema de la angustia existencial, la tristeza y la frustración de las vidas cotidianas. Pero en ninguna de estas novelas encontraremos una crítica o denuncia directa. Para eso habrá que esperar a los años cincuenta.
El Realismo Social de los Años 50
El realismo social aparece a mediados de los 50. La novela realista social supera a su predecesora existencialista en la innovación técnica y en la actitud ideológica. Por un lado, suscribe un compromiso ético, un testimonio crítico y una denuncia social; por otro, recurre a las técnicas del cine y de la novela norteamericana y neorrealista italiana.
Dentro de los rasgos que caracterizan esta novela cabe señalar la utilización de un narrador oculto (técnica objetivista) que, como una cámara cinematográfica, se limita a presentar los hechos y deja actuar a los personajes con diálogos constantes. Los personajes son en su mayor parte obreros explotados, campesinos sufridos y burgueses frívolos y egoístas. Son descritos por sus hechos externos, caracterizados a través de los diálogos y no por la descripción de su psicología. Aparece con frecuencia el protagonista colectivo, representante de una clase social. Los textos se estructuran en secuencias, al modo cinematográfico, y no en capítulos. El espacio es limitado y el tiempo breve.
Estas novelas intentan ser un testimonio objetivo de los recuerdos de la guerra, los conflictos de la vida colectiva española, los ambientes concretos del trabajo, las profesiones, la dura vida del campo o el mundo de las ciudades, la joven burguesía desocupada…
Una de las primeras novelas de esta corriente social que sirve de modelo a las demás es Los bravos, de Jesús Fernández Santos, donde se muestra la miseria de la posguerra en un pequeño pueblo controlado por un cacique.
La madurez del género llega con El Jarama de Rafael Sánchez Ferlosio, quien, mediante la sobriedad de los diálogos refleja la falta de ilusión y el sinsentido de la vida de unos jóvenes trabajadores madrileños que pasan un domingo en un merendero del río Jarama (se enmarca dentro de la tendencia neorrealista, donde la crítica no es tan evidente y se aprecia una mayor preocupación por la forma lingüística).
Camilo José Cela y La Colmena (1951) merecen un punto y aparte en la narrativa de esta década. Con esta obra, el autor se encumbra a la vanguardia de la renovación formal de nuestra novela. Varias veces prohibida por la censura, tuvo que aparecer su primera edición en Argentina. En esta novela aparecen rasgos que irán definiendo posteriormente la obra de Cela: su intención desmitificadora, el virtuosismo idiomático, su obsesión por el sexo y lo escatológico. La colmena es una ambiciosa novela con más de 300 personajes, que en forma de protagonista colectivo representa la amarga existencia de la ciudad de Madrid en la inmediata posguerra a lo largo de tres días escasos del año 1942. A diferencia de la novela tradicional, esta obra no tiene un asunto compacto y su autor ha prescindido del desarrollo de un hilo argumental. Se trata, pues, de una novela abierta, sin desenlace, que proyecta una imagen panorámica de la vida diaria madrileña.
La Renovación de los Años 60 y la Novela Experimental
La década de los 60 es un período de una cierta apertura del régimen y de desarrollo en el que España se incorpora a la Europa industrial. El auge del turismo influye notablemente en la economía, pero también en las costumbres y mentalidades. Coincide con la traducción por vez primera de muchas obras de autores extranjeros.
Por un lado, cabe hablar todavía del realismo social, que se mantiene hasta principios de la década de los 60. Por otro, hay que hablar de la renovación de la narrativa que empieza en 1962 en España con la publicación de Tiempo de silencio de Luis Martín Santos y que culmina con la novela experimental de finales de los 60 (renovación estructural y lingüística). Esta renovación no afecta a los temas o a la actitud (en la mayoría de las obras se mantiene la intención crítica y de denuncia), sino al uso de nuevas estructuras y técnicas literarias que recogen la influencia de los narradores europeos y americanos: Proust, Kafka, Joyce, Huxley, Faulkner.
La renovación del género supone, asimismo, un nuevo concepto de lector que exige nuevas formas de lectura. El lector ya no puede limitarse a ser un receptor pasivo, sino que debe recomponer e interpretar lo que a menudo se le da como un rompecabezas o una sucesión de enigmas.
Las principales renovaciones técnicas son:
- El argumento pierde importancia.
- Se rompe la linealidad temporal y aparece el desorden cronológico (flash-back, flash-forward o anticipaciones, violentas elipsis).
- Perspectivismo (enfoca la historia alternativamente desde diversos personajes que pueden dar interpretaciones distintas y hasta contradictorias de la misma realidad).
- Narrador en 1ª, 2ª y 3ª persona (desdoblamiento del yo).
- Monólogo interior (reproducir en primera persona el pensamiento del personaje).
- Estilo indirecto libre (brotar de los pensamientos en la mente del personaje).
- Contrapunto (varias acciones paralelas que se combinan y alternan).
- Empleo expresivo de la tipografía: ausencia de puntuación, distintos tipos de letra.
- Nuevas unidades en la estructura externa (secuencias, novelas sin capítulos ni secuencias).
- Incorporación de elementos extraños como esquelas, informes, expedientes.
- Implicación del autor en la obra (mediante digresiones intercaladas en el texto).
- Aparición de distintos registros lingüísticos, gran riqueza verbal.
La influencia de estas innovaciones es rápida. Novelistas de todas las edades asimilan las nuevas técnicas. Los autores reivindican los derechos de la literatura como creación y experimentación:
- Juan Marsé: Últimas tardes con Teresa
- Juan Goytisolo: Señas de identidad
- Miguel Delibes: Cinco horas con Mario
- Juan Benet: Volverás a Región (recreación de la guerra civil en un lugar mítico)
- Cela: San Camilo
- Fernández Santos: El hombre de los santos
- Martín Gaite: Retahílas
El Teatro Español Durante la Dictadura
La Guerra Civil (1936-1939), el inicio de la dictadura franquista y el exilio de muchos españoles, entre ellos numerosos intelectuales, interrumpen la evolución natural de la cultura y de la literatura españolas y las condenan a un profundo aislamiento, vigiladas por una dictadura política e ideológica. Al terminar la guerra, el teatro español pierde a los autores más innovadores de la época anterior, unos murieron y otros se exiliaron: Valle-Inclán, García Lorca, Unamuno, Max Aub, Casona, Alberti…
Mientras que en Europa se presentan obras renovadoras e irrumpe con fuerza el teatro del absurdo de Ionesco o Beckett, en España se lleva a escena la comedia burguesa, que entronca con un teatro convencional, un teatro popular anterior y busca divertir y entretener a un público conservador. Por otra parte, la censura impide estrenar obras que planteen una mínima disidencia frente a los valores morales y sociales establecidos.
Se trata de un teatro bien construido que se desarrolla en interiores confortables. Sus personajes son de clase media, sin problemas económicos. Los temas que trata son el amor, la infidelidad, altercados entre padres e hijos. Es un teatro no comprometido que critica a las costumbres de la burguesía pero sin acritud. Autores: Joaquín Calvo Sotelo, Juan Ignacio Luca de Tena, Alfonso Paso, José López Rubio.
El Teatro de Humor de Jardiel Poncela y Miguel Mihura
Por otro lado, nos encontramos con un teatro de humor en el que sobresalen dos autores, Jardiel Poncela y Miguel Mihura, que abordan un humor renovado:
- Situaciones insólitas, disparatadas que arrancan de otras más verosímiles.
- Lo inverosímil y lo absurdo se convierten en protagonistas.
- Lenguaje ingenioso y nada convencional (juego de palabras, hipérbole).
Jardiel Poncela presenta una caricatura de la sociedad dentro de una atemporalidad del conflicto, de los personajes y del escenario (no hay casticismo ni populismo). Entre sus obras destacan Cuatro corazones con freno y marcha atrás y Eloísa está debajo de un almendro.
Mihura critica las convenciones sociales mediante un lenguaje ingenioso (antecedente del teatro del absurdo). Sus personajes aparecen muy humanizados y su visión de la vida muy idealizada. El humor se consigue por la exageración, la asociación inverosímil de elementos y lo disparatadas que resultan las relaciones de causa-efecto. Tres sombreros de copa, Maribel y la extraña familia, Ninette y un señor de Murcia, Melocotón en almíbar son algunos de sus títulos más relevantes.
El Teatro en el Exilio y las Vanguardias
El teatro en el exilio se desarrolla especialmente en México y Argentina. Se incluyen elementos vanguardistas y es muy importante la función de los directores y de los intérpretes. Algunos autores serían Rafael Alberti, Max Aub o Alejandro Casona (La dama del alba).
El Teatro Social de los Años 50: Buero Vallejo y Alfonso Sastre
Ya en la década de los 50 aparecen ciertas inquietudes existenciales en el teatro (Buero Vallejo y Alfonso Sastre) que alcanzan su plenitud en el realismo social. La censura les impide estrenar muchas de sus obras o les obliga a disimular los mensajes políticos o ideológicos bajo un simbolismo muchas veces irreconocible.
Como características principales podemos señalar:
- Transmiten el desasosiego del ser humano.
- Recrean la vida cotidiana española: falta de libertad, moral absurda, injusticia social, explotación del hombre por el hombre, la violencia, la discriminación, conflictos ideológicos, la miseria y la angustia del proletariado.
- Profundización en el carácter de los personajes.
Antonio Buero Vallejo es el autor más importante de su tiempo. Estuvo condenado a muerte tras la guerra civil y fue indultado en 1947. En su obra están presentes el inconformismo ante un mundo hostil, la denuncia de la injusticia, el sufrimiento, la búsqueda de la verdad y la lucha por la libertad. Su teatro conmueve y obliga al espectador a tomar conciencia de lo que vive (técnica de inmersión). Entre sus obras destacamos Historia de una escalera, En la ardiente oscuridad (etapa existencial), Un soñador para un pueblo, El tragaluz (etapa social), La Fundación, Caimán (etapa de renovación formal).
Alfonso Sastre es el máximo impulsor del teatro social comprometido: actitud de denuncia y voluntad de renovación. Su obra apenas se representa por la desconexión con el gusto del público y de gran parte de la crítica, o por problemas con la censura. Obras: Escuadra hacia la muerte, La taberna fantástica.
El Teatro Experimental y el Teatro Independiente
La influencia vanguardista europea de Artaud y del teatro del absurdo de Ionesco y Beckett llega a los autores españoles que producirán hacia 1970 un teatro experimental cuyo lenguaje dramático se basa en el espectáculo, la escenografía y las técnicas audiovisuales; apenas importa la acción y se utiliza la alegoría y la abstracción; muestran disidencia con el sistema establecido a través del teatro. Son sus principales autores Francisco Nieva, Miguel Romero, Antonio Martínez Ballesteros.
Fernando Arrabal acomete una revolución total del teatro en la línea vanguardista con su «teatro del pánico» escrito y estrenado en Francia, de rasgos oníricos y críticos tomados del surrealismo o de Valle-Inclán. Rebeldía ante el absurdo y la sinrazón en el mundo: Pic-Nic.
Francisco Nieva trata en sus obras la represión de la sociedad que impide que el ser humano desarrolle sus necesidades profundas. Realiza referencias a lo erótico, la España negra y critica la religión. Obra: Pelo de tormenta.
Aparece también un teatro independiente resultado de la transformación del teatro universitario. Rechaza el espectáculo conservador y crea una estética peculiar. Se trata de grupos que intentan autofinanciarse. A finales de los 70 se impuso el «teatro de calle», por lo que disminuyen los elementos verbales y aumentan los paraverbales (gestos, música, ruidos). Con el fin de la transición democrática, estos grupos desaparecieron o se integraron en los sistemas habituales de promoción. Destacan Els Comediants, Dagoll Dagom, La Fura dels Baus, El Teatro Estudio de Madrid (TEM), La Cuadra, Los Goliardos.
El Teatro a Partir de 1975: Neorrealismo y Autores Destacados
A partir de 1975 triunfará la corriente denominada neorrealismo: tras el experimentalismo, se vuelve la vista a la tradición (como en la mayoría de géneros literarios). Se siguen presentando espectáculos de grupos independientes o de autores anteriores, pero los nuevos dramaturgos (que poseen un importante conocimiento de la profesión porque habían pasado por el teatro independiente o universitario) se inclinan por una comedia neorrealista bien construida y que desarrolla temas de actualidad: la droga, el paro, los problemas de la juventud, la delincuencia, etc. Muestran interés por los personajes no integrados, fracasados. Surge un nuevo costumbrismo, aunque con un matiz irónico. La metateatralidad aparece.
Encontramos autores como:
- José Sanchis Sinisterra: ¡Ay, Carmela!, El lector por horas
- José Luis Alonso de Santos: La estanquera de Vallecas, Bajarse al moro
- Francisco Melgares
- Ignacio Amestoy