Evolución de la Novela Española de Posguerra: Del Realismo al Experimentalismo

Desarrollo de la novela española tras la Guerra Civil

La novela, después de la Guerra Civil, se desarrolló desde la perspectiva ideológica del bando vencedor, centrándose en la descripción costumbrista de los ambientes de la burguesía. Destacan autores como Ignacio Agustí, Juan Antonio Zunzunegui, José María Gironella y Gonzalo Torrente Ballester con Javier Mariño. También se practicó una novela humorística, continuadora de la etapa anterior a 1936, con autores como Wenceslao Fernández Flórez y su obra El bosque animado.

El Tremendismo y la Novela Existencialista

Este discutido páramo cultural de la posguerra quedó sacudido en 1942 por La familia de Pascual Duarte de Camilo José Cela, con un tremendismo que se anclaba en la picaresca y el naturalismo decimonónico. Abrió camino para una novela de planteamientos existencialistas, entre las que destacan Nada, de Carmen Laforet, y La sombra del ciprés es alargada, de Miguel Delibes.

La Novela Social de los Años Cincuenta

La colmena, de Cela (publicada en 1951 en Buenos Aires a causa de su prohibición en España), abre el camino a la novela social de los años cincuenta, a la que se sumará también Miguel Delibes con Las ratas. Los nuevos cultivadores de este género fueron denominados «Novelistas del medio siglo» o «Generación del 50». Mantenían lazos de amistad y eran militantes o simpatizantes de partidos de izquierdas. Se dividen en dos grandes tendencias:

  • Realismo objetivista: Próximo al noveau roman francés, con un mayor equilibrio entre lo literario y lo social, centrado en los problemas del hombre como ser individual. Destacan obras como El Jarama, de Rafael Sánchez Ferlosio; Entre visillos, de Carmen Martín Gaite; y Gran sol, de Ignacio Aldecoa.
  • Realismo crítico: Cercano al neorrealismo italiano, con un compromiso político claro que atiende a los problemas de los grupos sociales, no individuales. Sobresalen Dos días de septiembre, de José Manuel Caballero Bonald; La zanja, de Alfonso Grosso; y Central eléctrica, de Jesús López Pacheco.

El agotamiento de la novela social vino fundamentalmente por el descuido de los valores literarios frente a los sociales (lo que se denominó despectivamente «novela de la berza»).

El Experimentalismo y la Renovación Formal

Tiempo de silencio, de Luis Martín Santos, publicada en 1962, da paso al experimentalismo y la renovación formal de la novela, influenciada por autores europeos como Proust, Kafka, Joyce, Faulkner y Dos Passos, así como por el Realismo mágico hispanoamericano. Esta renovación afecta a toda la concepción de la novela y pretende reflejar la nueva realidad del mundo, aunque temáticamente no se abandona el contenido social. Autores de generaciones anteriores se suman a esta tendencia, como Delibes con Cinco horas con Mario y Cela con San Camilo, 1936. Gonzalo Torrente Ballester, en La saga/fuga de J.B., parodia incluso las técnicas experimentales de estos años.

La gran aportación de Juan Goytisolo será la “trilogía de Mendiola”, encabezada por Señas de identidad y cerrada con Juan sin tierra. Juan Benet, en Volverás a Región y Una meditación, relata la degradación de un espacio mítico-imaginario, Región, que representa a España. Juan Marsé, en Últimas tardes con Teresa, narra la relación amorosa entre dos personajes de distinta condición social.

La Novela en el Exilio

Finalmente, hay que mencionar la novela en el exilio. Sus autores seguían el proceso rehumanizador y el compromiso social de los años 30, tras abandonar la deshumanización de los años 20. En esta línea se encuentra la literatura de Ramón J. Sender, Max Aub, Francisco Ayala y Rosa Chacel, quienes, al acabar la guerra, marchan al exilio por su apoyo a la República. A ellos se suma Arturo Barea, con su trilogía La forja de un rebelde. En general, su obra se realiza al margen de la literatura que se hace en España y tratan con insistencia el tema de la guerra. Fueron regresando poco a poco y su obra gozó de un merecido reconocimiento.

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