1. Contexto de la Narración Española (1940-1975)
La narración española de las décadas de los 40 y 50 se dio en un contexto de posguerra marcado por el aislamiento, la censura y la represión del régimen franquista. A pesar de las dificultades, hubo una progresiva apertura que permitió la expresión crítica de varios autores.
En el exilio, escritores como Max Aub, Francisco Ayala y Ramón J. Sender exploraron la nostalgia y el dolor por la patria perdida. En España, la literatura, con predominio de autores realistas y géneros de evasión, estuvo bajo la sombra de la censura, pero surgieron figuras destacadas como:
- Carmen Laforet con «Nada».
- Camilo José Cela con obras como «La familia de Pascual Duarte» y «La colmena».
- Gonzalo Torrente Ballester con su trilogía «Los gozos y las sombras».
- Miguel Delibes con novelas realistas como «El camino» y «Las ratas».
Estas dos últimas obras reflejaron la violencia, la deshumanización y la vida rural.
La década de los 50 vio emerger una nueva generación de narradores, la Generación del Medio Siglo, que expresaba críticas sociales a través del realismo. Surgieron dos corrientes dentro de este movimiento: el neorrealismo y el realismo crítico, con obras como «El Jarama» de Rafael Sánchez Ferlosio y «Dos días de septiembre» de José Manuel Caballero Bonald.
En los años 60, aproximadamente por 1962, la narrativa española experimentó una renovación con «Tiempo de silencio» de Luis Martín-Santos, que introdujo técnicas narrativas contemporáneas, como el narrador en segunda persona y el flujo de conciencia. Juan Goytisolo, entre otros, continuó esta innovación con obras como «Seña de identidad».
La década de los 70 vivió un auge del experimentalismo literario, con autores como Juan Goytisolo, Juan Marsé y Torrente Ballester explorando límites narrativos. Sin embargo, en 1975, Eduardo Mendoza marcó un retorno a la normalidad con «La verdad sobre el caso Savolta», combinando elementos tradicionales con una libertad de recursos que influiría en la literatura posterior.
En definitiva, la narración española desde 1939 hasta 1975 reflejó una lucha constante entre la represión del régimen franquista y la búsqueda de expresión y crítica por parte de los escritores, dando lugar a una rica diversidad de voces y estilos literarios.
La Literatura Hispanoamericana
La literatura hispanoamericana es tan extensa que resulta casi imposible recoger a todos los autores y movimientos de 17 países cuyo único rasgo común es el uso del idioma castellano. El siglo XX dio comienzo a la eclosión internacional de la poesía y narrativa hispanoamericana que había empezado con el Modernismo y las Vanguardias a través de autores como Rubén Darío.
Jorge Luis Borges comenzó su carrera ligado al ultraísmo en los años 20, pero al regresar a su país natal, Argentina, escribió poesía de arrabal de verso libre, realista y nostálgica como «Cuaderno San Martín». Más tarde exploró una poesía tradicional y culturalista con la que trató temas más intelectuales. El chileno Pablo Neruda, Premio Nobel de 1971, empezó con obras neorrománticas como «Veinte poemas de amor y una canción desesperada», pero luego incursionó en el surrealismo con «Residencia en la tierra». Influenciado por la Guerra Civil, también escribió poesía comprometida como «España en el corazón». César Vallejo se destacó por «Los heraldos negros», una obra surrealista de estilo conversacional, mientras que Octavio Paz, Nobel de 1990, utilizó el surrealismo y el simbolismo para defender la cultura americana en «Libertad bajo palabra». Surgieron también corrientes menores como la poesía negrista, que buscaba reivindicar la lírica afroamericana, destacando el cubano Nicolás Guillén con «Songoro cosongo». José Lezama Lima representó la poesía pura, con un estilo surrealista y barroco en «Fragmentos de su imán». Nicanor Parra elaboró obras irónicas y llenas de contradicciones bajo la llamada «Antipoesía».
La narrativa de los años 30 comenzó con la novela regionalista, defensora de la esencia americana. Dentro de ella surgieron la novela de tierra, que daba una gran importancia a la naturaleza a través de obras como “La Vorágine” de José Eustaquio Rivera, o la novela indigenista, simpatizante con los esclavos e indios americanos con “Raza de Bronce” de Alcides Arguedas. En los años 40 surgió el realismo mágico, que trató de resaltar lo exclusivamente americano dentro de su cultura mestiza a través de historias que mezclan lo cotidiano con lo sobrenatural. Algunos de los autores más destacados fueron Alejo Carpentier, que relató la independencia de Haití en “El reino de este mundo”, o Juan Rulfo, que con “Pedro Páramo” crea símbolos ficticios para representar el destino fatal del continente. Borges también escribió «El Aleph», una colección de cuentos de carácter real con pinceladas de ficción que invitaba a reflexionar sobre los secretos del universo, al que se unieron otros como Julio Cortázar.
El boom hispanoamericano comenzó en los 60, cuando el panorama internacional se dio cuenta de la alta calidad de la narrativa americana. Gabriel García Márquez, Nobel de 1982, escribió grandes obras como “La hojarasca” o “Cien años de soledad”, que narran la historia de la familia de los Buendía, habitantes de Macondo. Mario Vargas Llosa, Nobel de 2010, escribió obras dentro del neovanguardismo (“Conversación en la catedral”), del realismo mágico (“La guerra del fin del mundo”) o del humor. La literatura pasó a diversificarse tras el “boom”, dando lugar a importantes autores como Isabel Allende (“La casa de los espíritus”) o Gabriel Cabrera Infante (“Tres tristes tigres”). Por último, surgió la novela de testimonio, que trató de exponer hechos históricos sudamericanos desde el punto de vista del autor, siendo una de las más destacadas de la corriente Elena Poniatowska.
La Transición y la Posmodernidad en España
En 1975, la muerte de Franco acabó con el régimen dictatorial en España y permitió una pacífica transición hacia la democracia. Con la censura eliminada, la literatura entró en la posmodernidad, un periodo de diversificación que permitió la afloración de nuevos temas y técnicas. A la comercialización literaria se le unieron los primeros premios nacionales generosamente dotados como el Cervantes o el Nacional de Letras.
En España ya había grandes autores que continuaron su trayectoria literaria hasta después de 1975. Camilo José Cela con “Mazurca para 2 muertos”, Miguel Delibes con su clásico “Los santos inocentes”, y Gonzalo Torrente Ballester con “Filomeno a mi pesar” continuaron la brillante carrera que habían iniciado en los años 40. También hubo autores del medio siglo que posteriormente se decantaron por la experimentación como Juan Goytisolo (“Paisaje después de la batalla”) o Jesús Fernández Santos (“Extramuros”).
En 1868 surgió una generación con autores como Manuel Vázquez Montalbán (“Galíndez”), que escribieron novelas de carácter tradicional en un contexto en el que primaba la experimentación. Tras un periodo de experimentación radical, el género narrativo recuperó sus características propias (los personajes, la trama, el espacio, el tiempo) y se volvió a coger el gusto por los subgéneros como la novela rosa, la novela negra o la novela histórica, aunque se siguió incluyendo rasgos innovadores como el flujo de conciencia o el fragmentarismo.
Eduardo Mendoza publicó en 1975 una novela histórica y policiaca de carácter tradicional pero con rasgos innovadores llamada “La verdad sobre el caso Savolta”, a la que siguieron otras como su parodia humorística de la novela policíaca, “El misterio de la cripta embrujada”. Javier Marías, sin embargo, escribió novelas de narrativa densa con lenguaje preciso como “Mañana en la batalla piensa en mí”. Antonio Muñoz Molina optó por novelas introspectivas de género policíaco como “Plenilunio”, mientras que Manuel Rivas en “El lápiz del carpintero” añadió una perspectiva original a obras tradicionales basadas en la Guerra Civil.
Este periodo estuvo también marcado por las aportaciones literarias de autores como Juan José Millás o Almudena Grandes. En los años 90 surgió la generación X, un grupo de autores que buscaron comercializar la literatura recurriendo a temas actuales como el sexo, las drogas o el rock en forma de novelas cortas, sencillas y de ambientación urbana. Una de las obras más destacadas de este periodo fue “Historias del Kronen” de José Ángel Mañas, aunque también fueron importantes otras como “Héroes” de Ray Loriga o “Beatriz y los cuerpos celestes” de Lucía Echevarría.
En el siglo XXI, la literatura española continuó diversificándose, surgiendo autoras como Marta Sanz (“Pequeñas mujeres rojas”), Sara Mesa (“Un amor”) o Cristina Morales (“Lectura fácil”) que formaban parte del colectivo feminista que utilizaba la novela como forma de expresión promotora de la igualdad. También surgieron obras de carácter poético como “Ordesa” de Manuel Vilas, que roza el carácter autobiográfico, o “Intemperie” de José Carrasco, que armoniza el ultra realismo con la fantasía. En definitiva, la llamada era posmoderna ha mostrado que dentro de la novela todo vale, y que el único requisito es que el autor se sienta libre.
Análisis de «Los Santos Inocentes» de Miguel Delibes
«Los santos inocentes», publicada en 1981, fue una de las obras más importantes de Miguel Delibes, al que concedieron el Premio Príncipe de Asturias de 1982. También tuvo una versión para la pantalla grande dirigida por Mario Camús, estrenada en 1984.
La novela de Delibes relata la historia de un cortijo de los años 60 habitado por el señorito Iván, quien tiene a su servicio a una familia de campesinos compuesta por La Régula, su marido Paco, sus cuatro hijos y su hermano Azarías. Un día, Iván mata a «la milana bonita», el pájaro de Azarías, lo que lleva a este último a vengarse ahorcándolo.
Lo más notable de la obra es su estilo de escritura. Delibes solo emplea el punto al final de cada uno de los seis libros en los que está dividida la novela, resultando en frases largas con múltiples comas y conjunciones que mantienen la acción dinámica. Esto permite que el narrador omnisciente, que a veces adopta una perspectiva subjetiva para expresar su crítica, reproduzca los diálogos en estilo indirecto. Además, a pesar de las innovaciones mencionadas, la obra es costumbrista y detalla minuciosamente las relaciones de servidumbre en un cortijo a través de un lenguaje rural. En resumen, se trata de un clásico de la literatura española que intentó denunciar las injusticias sociales causadas por el abuso de los propietarios de tierras hacia sus subordinados.