La Guerra Civil supuso un profundo corte en la evolución literaria española debido a muchas razones: la muerte de algunos escritores (Unamuno, Valle), el exilio obligado de otros (Francisco Ayala), las nuevas circunstancias políticas, la censura, etc. Como consecuencia de todo ello, la novela española en este periodo debe, casi, comenzar de nuevo.
La Generación Perdida
A los escritores que se exiliaron después de la Guerra Civil se los conoce como la Generación Perdida. Las diferencias narrativas entre ellos son importantes, pero su obra coincide en los planteamientos argumentales: las consecuencias de la Guerra Civil y un sentimiento ambiguo de atracción y rechazo respecto a la patria perdida.
Autores Destacados de la Generación Perdida
- Ramón J. Sender: La obra de Ramón J. Sender (1902-1982) se mueve entre el compromiso ideológico y la denuncia social. Sus dos obras más destacadas son Crónica del alba (1942-1966), novela autobiográfica en nueve volúmenes, y Réquiem por un campesino español (1953), que narra los difíciles años de la Guerra Civil.
- Max Aub: Max Aub (1903-1972) utiliza un lenguaje profundo, con vivos diálogos y cambios de punto de vista. Su visión es crítica y comprometida. El ciclo El Laberinto mágico (1938-1968), formado por seis novelas, narra toda la Guerra Civil con un lenguaje rico, sonoro y sutil.
- Rosa Chacel: Las señas de identidad de Rosa Chacel (1898-1994) están en la caracterización de sus personajes femeninos y sus descripciones. En Memorias de Leticia Valle (1946), se cuenta en primera persona la vida de una adolescente.
- Francisco Ayala: La obra de Francisco Ayala (1906-2009) habla del poder con un lenguaje culto e intelectual que nos invita a la reflexión. En Muertes de perro (1958), critica las dictaduras, y en El fondo del vaso (1962), la corrupción burguesa.
La Novela de los Años 40: La Novela Existencial-Tremendista
La narrativa de los años 40 en España se caracteriza por la novela existencial-tremendista, en un contexto de posguerra y dictadura franquista, marcado por la pobreza, el hambre y la represión. Este periodo presenta tres tendencias, todas centradas en la amargura de la vida cotidiana y la frustración humana. La primera, el realismo convencional, mantiene una línea continua con la narrativa anterior a la Guerra Civil, con autores como Miguel Delibes, quien en La sombra del ciprés es alargada aborda la tristeza y la resignación religiosa sin experimentar con la técnica narrativa. La segunda tendencia, el realismo existencial, explora temas de incertidumbre y la incomunicación entre individuos, utilizando narradores en primera persona y monólogos interiores. Carmen Laforet emerge como figura clave de esta corriente; su novela Nada (1945) retrata la postguerra y la pobreza con un tono de rebeldía hacia los efectos de la Guerra Civil y un lenguaje natural y espontáneo. En su obra, la protagonista, Andrea, enfrenta el egoísmo y la represión en la ciudad, comprendiendo que la verdadera «nada» reside en el interior. La mujer nueva (1955) se aleja del existencialismo, reflejando su acercamiento a la religión católica.
La Novela de los Años 50: El Realismo Social
La novela de los años 50 se caracteriza por el realismo social, que surge alrededor de 1950 y se enfoca en el «nosotros» y el sentimiento colectivo. A través de estas obras, se introduce la crítica social, aunque condicionada por la censura. Autores destacados son Camilo José Cela con La Colmena, Miguel Delibes en El camino y José Manuel Caballero Bonald con Dos días de septiembre. Sin embargo, El Jarama (1956) de Rafael Sánchez Ferlosio resalta como la obra más significativa de esta etapa.
Obras Clave del Realismo Social
- La Colmena: Publicada en 1951 en Buenos Aires y censurada en España, es una obra clave para entender la posguerra española. Se desarrolla en Madrid y retrata a varios personajes frustrados en una ciudad devastada, a través de doscientos trece episodios organizados en seis capítulos y un epílogo. Sin un argumento lineal, utiliza una técnica caleidoscópica y presenta a Martín Marco como figura central. Con un lenguaje sencillo y auténtico, refleja una sociedad asustada y atrapada.
- El Camino: Se celebra el mundo rural frente al progreso urbano. Daniel el Mochuelo rememora su vida en el pueblo con amigos antes de trasladarse a la ciudad para estudiar. La novela sigue una estructura tradicional: planteamiento, nudo y desenlace. Daniel defiende la naturaleza, reconociendo que la vida auténtica está en el pueblo, con un lenguaje coloquial que refleja la oralidad.
- El Jarama: Es una novela que se desarrolla durante 16 horas de un domingo de verano, destacando el diálogo coloquial que caracteriza a sus personajes. La acción comienza en la fonda de Mauricio, donde este atiende a los parroquianos y unos jóvenes de Madrid llegan para disfrutar del río Jarama. La trama transcurre entre la taberna, llena de conversaciones y juegos, y el río, donde los jóvenes también se bañan y charlan. No hay eventos significativos, ya que su propósito es ofrecer un fresco social de los años 50.
Novela Experimental Años 60
Los años 60 marcan importantes cambios en España, especialmente en los ámbitos económico y cultural. Aunque el cambio político no se concretará hasta 1975 con la muerte de Franco, la transformación de la novela comenzó antes, en 1962, con obras como Tiempo de silencio de Martín Santos y La ciudad y los perros de Vargas Llosa, que introducen nuevas formas narrativas.
Tiempo de Silencio: Un Hito en la Novela Española
Martín Santos, con Tiempo de silencio, representa un hito en la novela española al finalizar la novela social e iniciar una renovación intelectual. Esta obra, escrita en 1949 y caracterizada por su estilo heterogéneo y barroco, desafía el realismo objetivo y utiliza recursos como la metáfora y la ironía para sortear la censura. El protagonista, Pedro, refleja una crítica a la sociedad burguesa española, sumergiéndose en la ataraxia. La novela conecta con la tradición de autores como Quevedo y Valle-Inclán mientras experimenta con las innovaciones de Kafka y Thomas Mann.
Conclusión
En definitiva, asistimos a un periodo condicionado por la situación política y social, que dificultan la actividad artística en general y, en particular, la literaria. De todos modos, en este contexto, la narrativa consigue superar todas estas trabas para ir, paulatinamente, desarrollándose y encontrando nuevos modelos estilísticos y de expresión.