Evolución de la narrativa española: de los años 60 a la actualidad

1. La década de los sesenta

En la década de los sesenta, con la industrialización, el auge del turismo y la relajación de la censura, los autores asumen la dificultad de derribar el Régimen desde la literatura y se centran más en la forma que en el contenido. A esto contribuye la llegada de nuevos modelos narrativos que superan el realismo social, como Joyce, Proust y, especialmente, William Faulkner. Se pasa de un realismo social a una novela estructural o experimental, que busca analizar la personalidad del individuo a través de su conciencia y contexto social. Las repercusiones del mayo francés del 68, el nouveau roman francés, el boom de la novela hispanoamericana y el reencuentro con novelistas del exilio propician una mayor libertad y experimentación narrativa, sin abandonar la crítica social, pero dando más importancia a los aspectos formales. Entre las novedades destacan:

  • Cambio de perspectivas narrativas: Se pasa de la narración en tercera persona a la primera o segunda persona, a veces como desdoblamiento del narrador interno. El autor desaparece y todo se ve desde el punto de vista del personaje.
  • Utilización del monólogo interior: Se accede al subconsciente del personaje.
  • Ruptura del orden cronológico: Flashbacks, contrapuntos de perspectivas, digresiones…
  • Importancia de la forma sobre el argumento: Se imitan géneros menores como la novela policíaca o folletinesca, con tono paródico. Se incluyen collages, como fragmentos de guías turísticas o informes policiales.
  • Léxico rico y expresivo: Se crean estructuras complejas.

Estas novedades hacen que las novelas sean más complejas, exigiendo una mayor participación del lector. Tiempo de silencio, de Luis Martín Santos, marca un avance en la narrativa de posguerra, con una crítica social distanciada y un alarde lingüístico y técnico. Autores como Miguel Delibes (Cinco horas con Mario), Gonzalo Torrente Ballester (La saga/fuga de J.B.) y Camilo José Cela (San Camilo 1936) adaptan sus estilos a los nuevos usos. Autores más jóvenes como Juan Goytisolo (Señas de identidad), Juan Marsé (Últimas tardes con Teresa), Juan Benet (Volverás a Región) o José María Guelbenzu (El mercurio) asumen estas nuevas directrices.

2. La narrativa española en la década de los 70

El fin de la dictadura trae cambios: desaparición de la censura, recuperación de autores exiliados, apertura a la literatura extranjera, impulso político a la creación literaria, subvenciones, premios y ferias del libro. Crecen los grupos editoriales y el libro se convierte en un producto de consumo. Tras la muerte de Franco, la narrativa se enriquece con temas antes censurados.

Algunas características de este periodo son:

  • Reacción contra la complejidad experimental: Se vuelve al realismo, el llamado «realismo renovado». Una obra clave es La verdad sobre el caso Savolta (1975) de Eduardo Mendoza.
  • Reivindicación del placer de narrar: Importancia de la intriga, aventura y amoríos. Se vuelve a la concepción clásica de una trama lineal. Ejemplos son Los delitos insignificantes (1986) de Álvaro Pombo, Luna de lobos (1985) de Julio Llamazares, La ciudad de los prodigios (1986) de Eduardo Mendoza o Bélver Yin (1986) de Jesús Ferrero. Se vuelve al relato cerrado, como en En días como estos (1981) de Lourdes Ortiz.
  • Cambio hacia narraciones en primera y tercera persona: La segunda persona se mantiene en autores que participaron del experimentalismo, como Gonzalo Torrente Ballester en La isla de los jacintos cortados (1980).
  • Reflexión sobre el hombre moderno: Las novelas muestran la confusión del hombre actual y su pérdida de fe en los valores tradicionales, aunque sin un compromiso social y político directo, sino con un enfoque existencialista.
  • Desencanto y escepticismo: Los personajes son desvalidos, inseguros y desorientados.

3. De los años ochenta hasta hoy

La principal característica de este periodo es la gran variedad de tendencias. No hay grupos homogéneos, sino individualidades. Se pueden destacar algunos rasgos comunes:

  • Vuelta a la subjetividad en los temas.
  • Eclecticismo en las técnicas narrativas: Se mezcla tradición y vanguardia.
  • Moderación de la experimentación formal.
  • Relevancia de los argumentos: Lectura más accesible y recuperación del gusto por contar historias centradas en experiencias personales.

Tendencias de la novela actual

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En la actualidad se observa, además de esta tendencia del realismo renovado, una gran
libertad y diversidad de tendencias. No debe olvidarse que la novela es objeto de
consumo en una oferta diversificada del mercado editorial. Repasemos algunas de estas
tendencias:
• Metanovela. El narrador reflexiona los aspectos teóricos de la novela que suele
trasladar a la ficción como tema o motivo del relato. La creación literaria se convierte
en el asunto principal. Uno de los recursos habituales que usan los novelistas es la
invención de un personaje escritor -o profesor de Literatura, o perteneciente al
mundo editorial- que indaga y dialoga sobre temas literarios, sobre cómo se debe
escribir una novela, etc. Algunos ejemplos, entre muchos: La orilla oscura, de José Mª
Merino; Juegos de la edad tardía, de Luis Landero; El vano ayer, de Isaac Rosa o
Papel mojado, de Juan José Millás.
• Novela de ambientación histórica. Se trata de un subgénero muy valorado por los
lectores. Se enmarca dentro de una tendencia europea que recupera a viejos
maestros como Robert Graves, M. Yourcenar, Gore Vidal o nuevas formas como El
nombre de la rosa, de Umberto Eco. Se trata de un tipo de novela, por lo general, de
gran precisión histórica que obliga al novelista a documentarse sobre el período,
acontecimientos y personajes sobre los que pretende novelar. En ocasiones, los
acontecimientos históricos suponen una reflexión sobre problemas humanos
universales, tratan de reflejar fielmente unos determinados acontecimientos; dentro de
esta tendencia, podemos citar: El manuscrito carmesí, de Antonio Gala, El hereje, de


Miguel Delibes o El capitán Alatriste, de Arturo Pérez-Reverte (sin olvidar las de Jesús
Sánchez Adalid). En otras de estas novelas estamos ante una revisión crítica de un
determinado momento de la historia: se pone en cuestión la interpretación de esos
hechos y se establece una verdad nueva o distinta (como ocurre con las múltiples
novelas que últimamente recrean episodios de la guerra civil y la posguerra, como en
Galíndez, de Manuel Vázquez Montalbán, Los girasoles ciegos, de Alberto Méndez,
Soldados de Salamina o Anatomía de un instante, de Javier Cercas o el ciclo que lleva
tiempo escribiendo Almudena Grandes).
• Novela de intriga y policíaca. En la década de los 70 se produce una invasión de
traducciones de novela negra europea y norteamericana. Autores españoles como
Andreu Martín o Juan Madrid adoptarán estos modelos y los adaptarán, y en otros
casos, los transgredirán para servir a otros fines (la serie de novelas del detective Pepe
Carvalho de Manuel Vázquez Montalbán como crónica socio-política, mordaz e irónica,
de la transición democrática) o incluso los parodiarán, como hace Eduardo Mendoza.
Otras obras son: La tabla de Flandes, de Arturo Pérez Reverte, El invierno en Lisboa,
de Antonio Muñoz Molina, El alquimista impaciente, de Lorenzo Silva (y todas las
novelas posteriores protagonizadas por la pareja de guardias civiles de esta) o La
sombra del viento, de C. Ruiz Zafón. Hoy por hoy es la tendencia más desarrollada y
seguida.
• Novela neorrealista de la generación X. Este tipo de narrativa estuvo de moda
durante los años que van desde la caída del muro de Berlín (1989) hasta el 11 de
septiembre de 2001, momento en que el nihilismo de esta generación de escritores
perdió el favor de los lectores. Su interés temático se centró en la representación de la
conducta de los entonces jóvenes adolescentes, sus salidas nocturnas en las grandes
ciudades, el uso y abuso de drogas, del sexo, del alcohol y de la música rock. Son obras
representativas de esta tendencia Historias del Kronen (1994), de José Ángel Mañas,
que inauguró esta tendencia; Héroes, de Ray Loriga; o Amor, curiosidad, sexo, Prozac
y dudas, de Lucía Etxebarría.
• Novela lírica o intimista. El valor esencial es la calidad técnica con que está escrita,
la búsqueda de la perfección formal: La lluvia amarilla, de Julio Llamazares; La fuente
de la edad, de Luis Mateo Díez; El lápiz del carpintero, de Manuel Rivas.
• Novela autobiográfica o memorialística (Autoficción): Una persona de mediana
edad, desconcertada y angustiada, que vive en un espacio urbano y cuyos problemas
íntimos se mezclan en la trama de la novela situándonos en un espacio poco claro.
Corazón tan blanco, de Javier Marías; Ardor guerrero, de Antonio Muñoz Molina.
Muchas de estas novelas se han ocupado de los años del franquismo y de la lucha
contra la dictadura (El río de la luna, de José Mª Guelbenzu) y también del desengaño
por la transición política (Los dioses de sí mismos, de Juan José Armas Marcelo).
• Novela culturalista. En los últimos años han aparecido una serie de autores jóvenes
que hacen una novela que se ocupa de analizar y explicar diferentes aspectos de la
cultura occidental desde unas posturas bastante eruditas. Es lo que hace Juan Manuel de
Prada en Las máscaras del héroe o La tempestad.
En general, desde un punto de vista ideológico, estas novelas rechazan los códigos
éticos y morales. Existe un marcado individualismo de los autores: los escritores no


forman hoy grupos porque no existe una tendencia clara -por afinidad estética o
ideológica- que los aglutine. Ante los problemas colectivos manifiestan una mirada
distante, un tono humorístico o de amargo cinismo que, a veces, se manifiesta como
trivialidad. Las preocupaciones existenciales, los problemas en la realización de la
propia personalidad (se habla de neorromanticismo, de «apoteosis de lo privado») siguen
siendo los motivos que prevalecen, como la soledad, la dificultad de las relaciones
interpersonales, la intimidad, el amor, el erotismo o la muerte.
La convivencia de varias generaciones, el auge imparable de la literatura escrita por
mujeres, la proliferación de la literatura para jóvenes y la conversión del libro en un
objeto de mercado (premios, suplementos culturales, publicidad) son otras
características de la actual narrativa española.

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