Evolución de la Literatura Española: Desde la Posguerra hasta el Siglo XXI

La Novela Española desde 1975

Con la llegada de la democracia en 1975, se abre un nuevo periodo en nuestra historia. La desaparición de la censura y el acercamiento a Europa permitieron un mayor intercambio cultural y un gran ambiente de libertad. En este contexto, se recuperaron obras prohibidas hasta entonces y la narrativa de los exiliados. También la aparición de nuevos autores y el incremento de lectores resultaron esperanzadores para la novela española. Por lo tanto, consideraremos 1975 como el inicio de una nueva corriente literaria basada en una búsqueda de manifestaciones artísticas más individuales y personales.

En esta época se tenderá a la simplificación de las estructuras narrativas y a una recuperación del argumento, la trama y los personajes. No obstante, no debemos olvidar la deuda de estos autores con las corrientes anteriores, así como la influencia de la literatura europea e hispanoamericana. Destacaremos a los autores del 68, ya que servirán de puente entre la novela experimental y las nuevas tendencias surgidas en 1975.

Los novelistas del 68 se componen por una serie de autores nacidos en la posguerra, que vivieron la rebelión contra el franquismo en las protestas universitarias del 68 y que coincidieron con el auge de la novela experimental. Poco a poco fueron abandonando el experimentalismo, dando un nuevo rumbo a la siguiente oleada generacional: Eduardo Mendoza, Juan José Millás, Vázquez Montalbán, Soledad Puértolas y Adelaida García Morales.

Podemos destacar dos novelas, pertenecientes a dos generaciones distintas, como la base que llevaría a la nueva forma de narrar: La saga/fuga de J.B. (Torrente Ballester) y La verdad sobre el caso Savolta (Eduardo Mendoza).

Con la entrada de los años 80, los temas comenzarían a diversificarse enormemente. Los nuevos autores buscaban la universalidad y asistiremos al incremento de escritoras: Almudena Grandes, Dulce Chacón, Elvira Lindo, Rosa Montero, Lucía Etxebarría. También era frecuente la vinculación de la labor literaria con la periodística, así como el gusto creciente por el relato corto y el microrrelato.

Dada la gran variedad de temas, resulta difícil establecer unas líneas claras y únicas entre la producción de la época. Por este motivo, mencionaremos las principales tendencias:

  • Metanovela: La narración misma sería el centro de atención, como vemos en El desorden de tu nombre (J. José Millás).
  • Novela lírica: Aspira a ser un texto autónomo y creativo alejado de la realidad, como en La lluvia amarilla (Julio Llamazares).
  • Novela histórica: Consistirá en una fabulación imaginaria del pasado, a veces, y otras, una proyección de este sobre el presente. Ejemplos serían El manuscrito carmesí (Antonio Gala) y La Ciudad de los prodigios (Eduardo Mendoza).
  • Novela de intriga: Veremos un resurgir del género policiaco y otros procedimientos de la novela negra, destacando las obras de Vázquez Montalbán, que consagraría el género con su saga del detective Carvalho.
  • Novela de pensamiento: Se acercaría al ensayo, difuminando las fronteras del género, en obras como Todas las almas de Javier Marías.
  • Novela neorrealista: Mostraría los problemas de la juventud, ataviados por salidas nocturnas, excesos y la influencia del rock and roll, en obras como Héroes (Ray Loriga) e Historias del Kronen (José Ángel Mañas).

En lo que respecta a los novelistas más destacados, sobresalen, por la coherencia de su trayectoria y por su reconocimiento crítico, autores como:

  • Eduardo Mendoza: Muestra en sus obras una excepcional capacidad paródica, tal y como vemos en El misterio de la cripta embrujada o Sin noticias de Gurb, donde actualiza tanto el género de la novela negra como el de ciencia ficción. Su obra más ambiciosa será La ciudad de los prodigios.
  • Antonio Muñoz Molina: Destaca por el rigor en la construcción de sus novelas y la preocupación por crear un argumento atractivo para el lector. Destacaremos El Jinete polaco.
  • Javier Marías: Sus novelas se distinguen por la presencia de temas obsesivos, como el misterio de la identidad personal y la reflexión sobre el tiempo, mezclando la narración y la reflexión. Podemos destacar Todas las almas y Mañana en la batalla piensa en mí.
  • Almudena Grandes: Siguió los pasos de Galdós, encaminándose a relatar, en su caso, historias desde la Guerra Civil hasta nuestros días, como vemos en Inés y la alegría.

En definitiva, la llegada de la democracia trajo consigo un ambiente de libertad y la vuelta a la narración tradicional, dando paso a un gran número de escritores cuyas obras tendrían una deuda con las tendencias anteriores. Un periodo que continúa hasta nuestros días con muchos de aquellos autores y voces nuevas que tienen mucho que decir.

El Teatro Español: De la Posguerra a la Actualidad

Tras la Guerra Civil, el panorama cultural se vio afectado por las condiciones históricas de posguerra. Junto a las hambrunas y la censura, habría que sumar la muerte de grandes autores como Machado, Valle-Inclán y Lorca, y el exilio de otros (Juan Ramón Jiménez, Casona, Max Aub). Algunos miembros de la generación del 27 (Dámaso Alonso, Aleixandre) se quedarían en España, configurando, junto con la generación del 36 (Luis Rosales, Dionisio Ridruejo) y a dramaturgos como Miguel Mihura y Jardiel Poncela, el nuevo panorama literario.

Con respecto al teatro, durante las décadas de los 40, 50 y 60, podemos encontrar dos tendencias predominantes: el teatro visible y el teatro soterrado.

  • Teatro visible: Consistirá en una continuación del teatro burgués, con autores como José María Pemán y Lucas de Tena. A partir de 1950 comenzaría a cultivarse el teatro de evasión, cuyo mayor representante será Miguel Mihura con Tres sombreros de copa. Las obras de Mihura disfrazan de burla el pesimismo y el desencanto que impiden al ser humano ser feliz. También podemos destacar a Enrique Jardiel Poncela con Eloísa está debajo de un almendro o Los ladrones somos gente honrada.
  • Teatro soterrado: Presentará un carácter inconformista. El inicio de este nuevo teatro podría datarse en 1949 con el estreno de Historia de una escalera de Buero Vallejo. Este nuevo teatro tendría un toque existencial en sus inicios para luego girar hacia un teatro social. Los temas orbitarán en torno al anhelo de realización humana (felicidad, libertad, verdad) y sus limitaciones (sociedad). Otras obras de Buero Vallejo serían El Tragaluz y El sueño de la razón. Debemos destacar también a Alfonso Sastre, con su teatro de denuncia y protesta, como vemos en Escuadra hacia la muerte y Muerte en el barrio.

A partir de los años 60 y 70, surgiría el teatro de vanguardia, con la búsqueda de la renovación en la expresión dramática y la asimilación de las corrientes experimentales del extranjero. La novedad radicará en el tratamiento dramático, donde el enfoque realista será sustituido por un enfoque simbólico o alegórico. Podemos destacar El cementerio de automóviles de Francisco Arrabal y Pelo de tormenta de Francisco Nieva.

Con la llegada de la democracia, surgirá un teatro que aborda las realidades de la época (situación de los jóvenes, droga, delincuencia), como en La estanquera de Vallecas de José Luis Alonso de Santos y ¡Ay, Carmela! de José Sanchis Sinisterra.

A comienzos del siglo XXI, predominará la línea realista con un toque de denuncia social e intención moralizante, como vemos en las obras de Juan Mayorga y Paloma Pedrero, cuya prioridad será recuperar al público y provocar una reflexión sobre el mundo contemporáneo.

La Poesía Española: Evolución y Tendencias

En lo que respecta a la poesía, durante los años cuarenta, será muy relevante la labor poética de revistas como Garcilaso o Espadaña, que perfilarán las dos tendencias predominantes de la década: la poesía arraigada y la desarraigada.

  • Poesía arraigada: La literatura aspira a la belleza formal, desentendiéndose de los problemas del hombre. Los temas irán desde la alabanza del régimen hasta la exaltación del paisaje, así como los temas clásicos como la naturaleza y el amor. Podemos destacar a Luis Felipe Vivancos y a Luis Rosales.
  • Poesía desarraigada: Se centra en los problemas del hombre, rehumanizando la poesía, de ahí que se identifique con tonos cercanos al tremendismo. El hombre y sus tristes circunstancias será el principal tema poético. Dámaso Alonso inauguraría esta tendencia con Hijos de la ira. También podemos destacar a Blas de Otero, Victoriano Crémer y José Hierro.

Otras tendencias de la década serán la poesía pura de Pablo García Baena y el postismo de Carlos Edmundo de Ory.

En la década de los 50, la poesía desarraigada derivaría en la poesía social, reflejando los problemas colectivos y denunciando la injusticia y la desigualdad. Esta corriente se inaugura en 1955 con la publicación de Cantos Íberos de Gabriel Celaya y Pido la Paz de Blas de Otero. En lo que respecta al estilo, este será coloquial, prosaico y muy expresivo.

Estas características serán criticadas a partir de 1960 por los autores de la generación del 50, que acusará a la poesía social de carente de estilo. Esta generación busca la calidad literaria, pero sin renunciar al compromiso social. Podemos destacar a autores como Ángel González y Claudio Rodríguez, y a los autores de la escuela de Barcelona, como Jaime Gil de Biedma, que recuperará los tonos intimistas y existenciales, a menudo partiendo de una anécdota cotidiana.

Con la entrada de 1970, surgirán los novísimos, un grupo de poetas que apuestan por la lírica experimental y minoritaria. Destacan Félix de Azúa, Guillermo Carnero, Ana María Moix y Leopoldo María Panero. Su estética se basará en la libertad formal, la introducción de elementos exóticos, la influencia del cine, la cultura pop y una variedad de temas que abarcan desde la tristeza hasta la sensibilidad extrema.

Tras la dictadura, la poesía se embarcaría en numerosas tendencias, como el culturalismo (Luis Alberto de Cuenca), la poesía épica (Julio Llamazares), el minimalismo (Jaime Siles) y la poesía de la experiencia (Benjamín Prado y Luis García Montero).

En definitiva, tanto la poesía como el teatro se vieron afectados por las condiciones históricas, aunque esto no impidió que las nuevas formas de expresión encontraran su cauce, adaptando sus estéticas a los diferentes embates sociales.

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