Tendencias de la Poesía Española de Posguerra
Dámaso Alonso y las dos corrientes principales
Dámaso Alonso estableció dos tendencias predominantes en la poesía de la posguerra española:
- Poesía Arraigada
- Poesía Desarraigada (= Existencial)
Poesía Arraigada
Cultivada por los partidarios del Régimen.
- Versos y estrofas clásicos.
- Temas: pasado imperial español, belleza de la tierra, religión.
- Revistas: Escorial, Juventud, Garcilaso.
Representantes (Generación del 36):
- Luis Rosales (poesía amorosa-religiosa; destacamos La casa encendida).
- Leopoldo Panero y Dionisio Ridruejo (poesía religiosa e íntima).
- Luis Felipe Vivanco (poesía mística).
Poesía Desarraigada (Existencial)
Cultivada por los poetas que no se sienten ganadores y que ven el mundo como algo caótico y angustioso.
- Lenguaje desgarrado y violento.
- Temas: la realidad y la vida cotidiana, la existencia como lucha con el mundo o consigo mismo.
- Revista: Espadaña.
Representantes:
- Dámaso Alonso (Hijos de la ira: obra en versículos, de ritmo obsesivo que muestra una angustia marcada por la guerra civil y la Segunda Guerra Mundial).
- Victoriano Crémer
- Eugenio de Nora
- José Hierro
- Gabriel Celaya
- Blas de Otero
Evolución hacia la Poesía Social
La poesía existencialista desemboca en la poesía social: los poetas salen de su angustia interior y contemplan y denuncian lo que ocurre en la calle (marginación, paro, falta de libertad) y exigen justicia y paz. Consideran la literatura como una herramienta para luchar por las mejoras sociales.
Su estilo es sencillo y coloquial, porque buscan compartir la poesía con el pueblo, y en el caso de Gabriel Celaya, llega incluso a un prosaísmo extremo.
Autores más representativos:
- Gabriel Celaya: cultiva una poesía de tipo combativo, de carácter narrativo y de estilo sencillo y léxico coloquial (Cantos iberos, Episodios Nacionales).
- José Hierro: después de haber escrito una poesía vanguardista en la Guerra Civil y una poesía de tipo existencial, en Quinta del 42 encuentra ya causas sociales a los problemas humanos.
- Blas de Otero: es el gran poeta de la posguerra, cuya obra resume la evolución de la poesía de este periodo. De tendencia existencial escribe Ángel fieramente humano y Redoble de conciencia -refundidos y ampliados en Ancia– una poesía desgarrada, áspera, en la que un Dios lejano calla ante los desconsolados gritos de súplica del poeta y se pregunta por el sentido de la vida y las consecuencias de la posguerra. Este existencialismo adquiere tintes sociales en sus siguientes libros: Pido la paz y la palabra, En castellano, Que trata de España, donde denuncia con expresión sencilla la falta de libertad del franquismo.
La Generación del 50 y la Poesía de la Experiencia
La Generación del 50 o Generación del medio siglo está compuesta por autores un poco más jóvenes que los de la poesía social, que empiezan a publicar en los años 50: Ángel González, José Ángel Valente, Claudio Rodríguez, Jaime Gil de Biedma, José Agustín Goytisolo, Francisco Brines, Carlos Sahagún y Antonio Gamoneda. Se compone de poetas que, partiendo de la poesía social, proponen y logran hacer una poesía más personal e intimista, iniciando la que se ha dado en llamar poesía de la experiencia. Tienen una profunda preocupación existencial o social, pero huyen de lo patético, de lo exagerado; su desacuerdo con el mundo que les circunda se manifiesta sobre todo a través de un cierto escepticismo. En la forma, mantienen el tono coloquial de los poetas sociales, pero depuran y cuidan mucho más el lenguaje y la expresión.
Autores más representativos:
- Ángel González: alterna los contenidos sociales con los más íntimos, a veces con estilo coloquial y otras conceptista: Áspero mundo, Grado elemental…
- José Ángel Valente: principal defensor de la “poesía como conocimiento”: su poesía quiere buscar la palabra precisa que desvele la realidad y ayude al descubrimiento del ser. Su poesía es, por eso, sobria y densa a la vez y en ella importa tanto lo que se dice como lo que no se dice (“poesía del silencio”). Un ejemplo de ello es Treinta y siete fragmentos, donde el fragmento implica la idea de que algo falta. Recogerá sus mejores poemas en la antología Punto cero.
- Jaime Gil de Biedma: ejerce gran influencia en la generación actual. Principal representante de la “poesía como experiencia”: en sus versos aparece su experiencia con un tono confesional y narrativo, en la cual muestra una agria visión de la burguesía: Compañeros de viaje, Moralidades…
- Antonio Gamoneda: actitud crítica de la poesía social, expresión de experiencias personales: Descripción de la mentira, Lápidas…
- Claudio Rodríguez: poeta capital de nuestros días, Premio Nacional de Literatura: Don de la ebriedad (publicado con 19 años) es un impresionante y hermoso libro. Mezcla el surrealismo con el clasicismo formal y la transparencia del paisaje para profundizar en el humanismo solidario. Otros libros: Conjuros, Casi una leyenda…
Los Novísimos
Los nuevos poetas de finales de los sesenta son denominados habitualmente los novísimos porque algunos de ellos aparecen en la antología titulada Nueve novísimos poetas españoles (1970), de José Mª Castellet.
Características de estos autores:
- Abundancia de referencias culturales (pintura, música, arquitectura, modernismo de Rubén Darío), debido a la variada formación literaria de estos escritores.
- Gusto por lo decadente y exquisito y su afición a ciudades italianas, como Venecia, han hecho que también se les conozca como los venecianos. Y junto a esta orientación culta de sus poemas, son también frecuentes los motivos propios de la nueva sociedad de consumo, a la que critican: términos anglosajones, referencias a héroes de cine, del deporte, de la canción, de los tebeos…
- Su marcado esteticismo explica su interés por el lenguaje que los lleva a la experimentación vanguardista (uso de imágenes extrañas y visionarias de carácter surrealista, escritura automática…), o al barroquismo expresivo e incluso a la reflexión metapoética.
Algunos poetas novísimos, o próximos a este grupo, son:
- Pere Gimferrer: el mejor representante de la poesía “culturalista” que se abre camino en esta nueva estética con su obra Arde el mar.
- Guillermo Carnero: también calificado de veneciano y culturalista por su esteticismo, que destaca por su obra Dibujo de la muerte.
- Otros poetas de la misma línea son José María Álvarez, Juan Luis Panero, Antonio Carvajal, Leopoldo Panero, Luis Alberto de Cuenca y Luis Antonio de Villena.
La Lírica desde 1970 a nuestros días
Un estudio de la poesía española de esta etapa no pasaría de ser un largo catálogo de nombres de autores, pues después del fenómeno de los Novísimos es muy difícil, si no imposible, diferenciar cualquier otra poética dominante. Es cierto que a principios de la década de los setenta, continúa la estética de los Novísimos, pero en torno a 1975 este estilo entra en decadencia y van surgiendo tendencias distintas. Lo dominante es hoy, precisamente, la dispersión y la aparente falta de notas comunes.
El estilo de los Novísimos se prolonga en los primeros años de la década de los 70. De hecho, en 1970 se publica una antología titulada Nueve novísimos poetas españoles, de José Mª Castellet, donde aparecen muchos de los poetas denominados “Novísimos”.
A lo largo de esta década, el culturalismo de los venecianos se fue atenuando:
- Desapareció la mera decoración y algunos autores volvieron los ojos hacia la tradición poética clásica movidos por un anhelo de belleza y una exquisita elaboración formal. Sus poemas presentan abundantes referencias míticas que sirven como vehículo para expresar sentimientos íntimos. Tal evolución se advierte en Luis Antonio de Villena, Antonio Colinas y Antonio Carvajal, que cultivan el desengaño barroco.
- Perduran, además, algunas líneas poéticas anteriores: la metapoesía, que reflexionaba sobre el lenguaje poético mismo (Guillermo Carnero y Jenaro Talens); la poesía experimental, que combina la expresión verbal con efectos visuales de carácter tipográfico o pictórico (José Miguel Ullán); y el minimalismo, que busca la pureza poética y la concentración expresiva (Jaime de Siles).
Durante los años ochenta brota una nueva sensibilidad lírica que vuelve a la métrica tradicional y a la expresión de experiencias personales que pueden ser comunes a la de los lectores. Se caracteriza por desarrollar narrativamente, en lenguaje coloquial, una historia o anécdota. En esta poesía de la experiencia conviven autores muy distintos como Luis Alberto de Cuenca, Miguel d´Ors, Julio Llamazares, Felipe Reyes y otros.
Por otra parte, y encabezada por un José Ángel Valente que alcanza en esta época su madurez artística, se abre paso la poesía del silencio, que rehúye toda anécdota y se aproxima a la poesía mística. Se caracteriza por la complejidad de su lenguaje y por su trasfondo pesimista, con influencia del existencialismo más desesperanzado. En esta tendencia se incluirían Amparo Amorós, Andrés Sánchez Robayna o Antonio Gamoneda.
Otras tendencias son el Neosurrealismo, que recupera el verso largo, la sentimentalidad neorromántica, las metáforas innovadoras y el mundo de la alucinación y el sueño (Blanca Andreu) o el Neoerotismo, línea seguida básicamente por escritoras que transforman los tópicos masculinos de la poesía amorosa, invirtiendo su punto de vista y destruyendo la imagen de la mujer elaborada por la poesía (Ana Rossetti).