Narrador: – Sofía ha sido invitada a una fiesta de cumpleaños de una amiga, debe arreglarse para salir y está bastante preocupada. En la fiesta estará el chico que le ha gustado desde el primer día de Secundaria, nunca ha logrado llamar su atención. Sofía cree que es demasiado simple, y es por eso que no ha logrado captar la atención del apuesto chico que tanto ha ocupado sus pensamientos. Sofía está en problemas, el tiempo se agota, debe estar perfecta en solo unas horas y no logra conseguir la combinación de vestuario, maquillaje y peinado que le quiten su simplicidad y la hagan realmente atractiva para la ocasión. Sofía: (Entra en el cuarto bastante molesta consigo misma, tiene un conflicto, se sienta con fuerza en una silla frente a su espejo) -No sé qué hacer, me molesta mi cuerpo, mi estatura, mi cabello, mi ropa… toooooodo!!!! (pausa, mientras se mira con inconformidad, luego se pone una chaqueta de jean y se mira al espejo, se recoge el cabello, se lo vuelve a soltar, posa delante del espejo, trata de encontrar un ángulo que le guste) – No voy a encontrar nada que me guste, no hay remedio: soy gorda (Pausa: se pone la mano en la cintura una y otra vez como quien quisiera reducir centímetros de diámetro de forma mágica e inmediata), -chiquita (Pausa: se para de puntilla, intenta saltar, se prueba unos tacones, los observa en el espejo, se los quita y los lanza con una leve violencia de molestia consigo misma. Luego se sienta en la silla de nuevo y se recuesta haciendo un gesto de cansancio). Narrador: – Sofía cree que nadie la escucha, ella está sola en la habitación, quién pudiera estar escuchando sus fuertes críticas y su arranque de inseguridad e inconformidad con su aspecto físico. Pero de pronto escucha una voz que pareciera salir de la nada. Sofía: Un fantasma!!!???? Un espíritu!!!??? Qué voz pudiera ser esta? Espejo: – Por qué eres tan dura contigo misma, viéndolo bien, y vaya! Que he visto desfilar gente por aquí. Y no eres lo peor que he visto… (Pausa), -Perdón, quise decir que no estás tan mal como dices. Sofía: (Se asusta al escuchar esta voz pero tiene curiosidad de saber de dónde viene, por lo que comienza buscar en toda la habitación) – Quién habla?, Sea quien sea debe salir de una vez? (Toma el secador para usarlo como arma y vuelve a buscar en la habitación) – A ver, basta de escondites, quién está donde quiera que esté? (Quiere parecer segura, dispuesta a enfrentar a quien sea pero a la vez la delata un aspecto y una voz de algo de pánico, no tanto, pero sí, está un poco asustada) Espejo: – Soy yo chica, deja el show de policía asustado, soy el espejo, ¿la gente cree que uno va a estar aquí calándose sus peores fachas, o cuando están en sus “mejores” momentos, aquí, hablando frente a mí sin yo poder contestar ni una vez? Pues me cansé, ahora me vas a tener que oír. (Esto debe sonar con un ligero fastidio pero con seguridad. El espejo es un personaje masculino, un poco irónico en su forma de hablar) Sofía: – Ah eres tú, ya, está bien. (Pausa: se sienta en su silla frente al espejo y se relaja y mira hacia el suelo un poco desarreglada en su forma de sentarse, pero de pronto vuelve a mirar el espejo con rapidez) -Ya va, de cuando a acá los espejos hablan, aquí hay algo muy extraño. (Dirigíéndose al espejo le dice) – Desde cuándo hablas, y por qué no lo habías hecho hasta ahora… Yo te he hecho tantas preguntas, tú jamás me respondes. He necesitado tantas veces tú opinión, por qué no has estado cuando te he necesitado?Espejo: – Demasiadas preguntas para ser la primera vez que hablamos, no te parece?.Sofía: – No me parece, tantas preguntas que te he hecho sin respuesta, siempre sin respuesta, y te he perdonado porque creía que no hablabas pero hablas!!! Espejo: – Pero no me cambies de tema, te decía que eres hasta bonita chica, deberías ponerte cualquier cosa, creo que casi todo lo que te has puesto te queda bien. Ah bueno, No… Jamás te pongas de nuevo esos pantalones de pepitas negras… Quémalo por favor, me aturde solo ver que te lo estás poniendo. (Pausa) Pero… en líneas generales creo que estás muy bien. Sofía: – No estoy de acuerdo. Estoy gorda (y se vuelve a tomar la cintura). Espejo: – No, no lo estás… Creo que el vestido rojo te queda muy bien. Sofía: – Y mi cabello?.. Es un desastre, está seco y sin brillo (se intenta hacer peinados y se lo vuelve a soltar). Espejo: – A mí me gusta tu cabello, hasta antes de que te lo quemes con esos aparatos que tanto te gustan. Sofía: – Pues no, no tengo ni tamaño… No te has dado cuenta de que uso estos tacones (toma unos tacones del suelo y los vuelve a tirar), – y estos (toma otros del suelo y los vuelve a poner en su lugar), – y estos (toma otros que están tirados en el suelo a sus espaldas, los ve y los vuelve a colocar en su lugar), -aunque son incomodísimos, pero intento verme como Carla, Jessica, María Joaquina. Ellas sí que son altas, esbeltas, y siempre saben qué ponerse. Espejo: – Ah no, chica! Tú lo que eres es tremenda envidiosa. Ya me estás cansando. Sofía: – es que es así, tengo que dejar de comer y hacer ejercicios hasta morir. (se acuesta en el suelo a mirar el techo, con expresión de pensamiento) Espejo: – Sabes qué? Pues sí, si lo que quieres es escuchar tus defectos te ayudaré. Creo que ciertamente necesitas entrar al GYM porque tu trasero es, (pausa) – digamos, (pausa) – siiiiimple. Sofía: (Se sienta con molestia y lo mira) – Qué? Tampoco así, a mí me gusta mi trasero (Y se mira en el espejo con agrado) Espejo: – Y viéndolo bien, creo que necesitas unas extensiones de cabello porque siempre lo usas corto y eso no está de moda. Sofía: -Ay no, a mí me luce el cabello así. (Y se peina con agrado) Espejo: – Y… Creo que unos implantes de senos serían digamos que… necesarios, porque tú eres como una nadadora: Nada por delante y nada por detrás. Sofía: (se pone la mano en la cintura y se molesta) – Pues no chico, si supieras que me han observado en las calles y me han dicho que son lindos. Ay espejito, tú como que necesitas anteojos. Ya me estás cansando con tus críticas. Deberías enmudecerte otra vez. Espejo: – Y ni se te ocurra ponerte el vestido azul, ese que hace que se te vean las piernas como una garza, porque las garzas y tú, (pausa), – perdón, creo que le ganas a las garzas con esas piernas flacas. Sofía: (Se mira las piernas sorprendida y comienza a mirarlas en el espejo con agrado y empatía) – Yo amo mis piernas, y ahora que lo dices, ya encontré que me pondré esta noche. El vestido azul… y (Pausa: lo busca entre toda la ropa regada) – Y… Ya sé los zapatos que combinan con este vestido. (Busca entre todos sus zapatos y consigue los que le gustan)… – Bueno, mi cabello, lo llevaré suelto, creo que me está gustando como se ve – (refunfuña) – y que largo, este espejo no tiene buen gusto, la verdad. (corre a la peinadora y vuelve al espejo) – Me pondré estos sarcillos. Y listo. (Se sale de escena a cambiarse de ropa) Narrador: – Parece que Sofía le halló sentido a su figura, ya no le parecía que era tan gorda, tan simple, ni tan chiquita, como le creía antes de su conversación con el espejo. Sofía tuvo un encuentro con su realidad, creo que todo lo que veía como defectos comenzaron a ser virtudes para ella. Sofía: (Entra en escena pero no habla, solo trae su vestido azul, sus tacones, se sienta en la peinadora y comienza a maquillarse, mientras el narrador sigue hablando) Narrador: – curiosamente, nuestro querido espejo no volvíó a hablar con Sofía, y ella no lo extraña, quizá fueron sus pensamientos quienes hablaron todo el tiempo. No lo sé, pero quien quiera que haya sido ha logrado un verdadero cambio en ella. Sofía: (Termina de maquillarse, busca un perfume en la peinadora, se pone un poco frente al espejo, luego busca su cartera y regresa al espejo) – ¿Con que sin trasero, con senos pequeños y piernas de garza?. Pues mira espejo, avísame cuando alguien pase por aquí y me supere. (Sonríe con picardía y sale de escena, segura de sí misma y rumbo a la fiesta) Narrador: – Creo que muchos necesitamos a un personaje como “El Espejo” en nuestras vidas, que nos permita ver lo que tenemos ante nuestros ojos acerca de nosotros mismos. Lo prototipos sociales nos engañan respeto al hecho de que la singularidad y originalidad en la que fuimos elaborados nos hace todo lo atractivos que queramos ver y reconocer con nuestra propia percepción.