LA NARRATOLOGÍA
Narrar: Referir una sucesión de hechos que se producen a lo largo de un tiempo determinado y que, normalmente, da como resultado la variación o transformación de la situación inicial. (Ambas definiciones se aplican principalmente a la Literatura, pero tanto ellas como la mayor parte del contenido de este texto se pueden usar para cualquier tipo de narrativa, como la cinematográfica o la del cómic).
Texto narrativo: En Teoría de la lectura (2011), Manuel Corrales dice: “Un texto narrativo es un texto que cuenta cosas. Por ejemplo, una novela, una anécdota, una fábula, una leyenda. Los textos narrativos comienzan de muchas maneras; pero todos cuentan algo que ha sucedido real o imaginariamente” (p.207).
Narratología: Disciplina que se ocupa del discurso narrativo en sus aspectos formales, técnicos y estructurales. En definitiva, es la teoría de los textos narrativos (y de ciertos aspectos de los textos teatrales).
Desde la Poética de Aristóteles (s. IV a. C.), la Narratología ha distinguido claramente entre dos conceptos complementarios: lo que se cuenta y cómo se cuenta. Se ha denominado a lo primero historia, diéresis, fábula…; y a lo segundo, relato, discurso, intriga, trama… Las relaciones entre historia y relato, y sobre todo el modo en que se estructura este último, es el objeto de análisis a continuación.
1. Elementos de la narratología
1.1. Trama
En su Poética, Aristóteles describía la trama como la disposición de incidentes, en que cada uno sigue al otro. Según el filósofo, la trama es el alma de la tragedia.
La suma de sucesos genera la unidad llamada episodio, y la relación de varios episodios da lugar a lo que se conoce como la trama. Del latín trama, el término refiere justamente a la acción de tramar (atravesar los hilos), y en literatura, al “enredo” de una obra dramática. Si se piensa en la historia como una serie de acontecimientos interrelacionados y no como ocurrencias aisladas, la serie acusa una doble organización temporal: por una parte, se ordenan los eventos seriamente en una cronología; por otra, no proliferan arbitraria o indefinidamente, sino que están configurados por un principio de selección orientada que busca una finalidad, una totalidad significante. En ese sentido, el orden de los eventos en una cronología es lo que podemos llamar trama, mientras que la totalidad significante es lo que recibe el nombre de tema: la idea que el autor quiere transmitir a lo largo de la trama.
Es necesario definir claramente las diferencias entre los dos primeros conceptos: tema y trama. El primero, según Edward Morgan Forster, es la idea central latente en el relato que el lector descubre por sí mismo sin que el autor se lo anote explícitamente.
Tema y trama son, como vemos, cosas distintas. Mientras que el primero es el asunto general que trata una historia (amor, confianza, celos), la trama es la secuencia de acontecimientos en el orden en que aparecen en el relato.
Ahora bien, la diferencia entre trama y argumento no es tan simple. La trama (en inglés: plot, de origen etimológico desconocido) es la narración que resulta de una selección subjetiva de los elementos a narrar. Según Todorov, es una secuencia cronológica de los eventos de la misma forma en que aparecen en el relato. Por otro lado, el argumento (en inglés: story) es lo que se narra, la historia en sí, o el conjunto de hechos narrados en orden cronológico no necesariamente como se presentan en el texto.
El argumento, por su parte, nos dice de lo que trata la historia de manera más general: una niña que, enviada por su madre a visitar a su abuela enferma, es engañada por un lobo que sólo quiere comérsela. Aquí no importa mucho apegarse de manera exacta al relato original ni a su cronología, sino mostrar la historia, el conflicto básico.
Como vemos, ambos ejemplos nos dicen de qué trata la historia, pero mientras la trama brinda la información del relato de forma cronológica y estructurada, con énfasis en la explicación del por qué ocurren los eventos, el argumento, que incluye la descripción general del protagonista y su conflicto, es la historia más allá de lo que se lee en un orden no necesariamente igual al de la trama.
1.2. Tema
De acuerdo con Estébanez Calderón, se considera como tema de una obra literaria la idea principal o central dentro de la cual se desarrolla la obra; en todo texto existe un contenido temático. Es el común denominador, una constante que aparece repetidamente en una narración: los celos, la muerte, la ambición, la venganza…
1.3. Motivo
Calderón expresa que los motivos de un texto se desprenden del tema central de la narrativa analizada; este contenido se manifiesta en un conjunto de unidades menores a las que se denomina motivos.
1.4. Tipos de narradores
En primera persona:
- Narrador autobiográfico: En 2011, Mena. S. expresa que el narrador autobiográfico es aquel en el que el autor de una obra es el protagonista de su propia historia, como muchos escritores que tratan en todo momento de plasmar la historia de su propia vida.
- Narrador protagonista: Es el personaje principal de la obra. El protagonista cuenta los hechos en primera persona, presentándolos de forma autobiográfica.
- Narrador testigo: Este es un narrador que se mantiene un poco más distante, porque se encuentra dentro de las acciones de la historia, pero no participa. El narrador es un personaje que interviene dentro del relato (personaje secundario), pero no es el protagonista. Cuenta los hechos que ha visto, pero es ajeno al mundo interior del personaje protagonista.
Narrador en segunda persona: El narrador se dirige a sí mismo, desdoblando su personalidad para convertirse en narrador y personaje a la vez.
Narrador en tercera persona: (no participa en los hechos narrados, los ve desde fuera)
- Narrador omnisciente: En 2011, Carriazo. M, sostiene que el narrador omnisciente es el que conoce todo sobre los personajes: sus sentimientos, pensamientos y emociones. La obra literaria siempre se encuentra escrita en tercera persona. Tiene un conocimiento total de los hechos y de los personajes, incluidos sus pensamientos y sentimientos.
1.5. El espacio
Es el soporte de la acción, el marco o lugar donde suceden los acontecimientos y se sitúan los personajes. El espacio puede ser un mero escenario o también puede contribuir al desarrollo de la acción; a veces, incluso exige y justifica la evolución de los acontecimientos en el relato y contribuye a la verosimilitud (el café de doña Rosa, La colmena, 1951, Camilo José Cela; la abadía benedictina, El nombre de la rosa, 1980, Umberto Eco).
Los espacios pueden ser ficticios o reales (Londres, From Hell, 1993-1997, Alan Moore). Existen espacios ficticios verosímiles (Vetusta, La Regenta, 1884-1885, Clarín), pero también de carácter irreal o alucinante (The Matrix, Larry y Andy Wachowski, 1999); en ambos casos, pueden tener diversos significados simbólicos. Además, se puede hablar de una geografía literaria: el autor crea localidades inventadas donde se desarrolla la acción, desde aldeas hasta países o continentes enteros (la Tierra Media, El Señor de los Anillos, 1954-1955, Tolkien).
1.6. Tono
Dentro de una obra literaria podemos encontrar un narrador que puede ser romántico, burlesco, irónico, sentimental, etc.
1.7. El tiempo
El tiempo en la narración expresa el orden y la duración de los acontecimientos que se cuentan.
- Tiempo externo o histórico: se refiere a la época o momento en que se desarrolla la acción (Quo Vadis?, 1895-1896, Sienkiewicz).
- Tiempo interno o narrativo: es el tiempo que abarcan los acontecimientos que transcurren en la acción.
Según su duración, podemos encontrar distintos tipos de ritmo (un concepto que se ve afectado notablemente por la morosidad narrativa):
- Ritmo lento: cuando la acción dura días o incluso horas (Cinco horas con Mario, 1966, Miguel Delibes).
- Ritmo rápido: cuando la acción dura varios años o incluso generaciones (Guerra y paz, 1869, León Tolstoi).
El tiempo en la obra suele transcurrir de forma lineal o natural, es decir, los acontecimientos se suceden uno detrás de otro. Sin embargo, otras veces dicho orden se altera; es lo que se llama anacrónica. Dos son las formas básicas que asumen las anacronías:
- Analepsias (retrospección o flash-back): se introducen acontecimientos que, según el orden lineal de la historia, debieran haberse mencionado antes (El Señor de los Anillos, 1954-1955, J. R. R. Tolkien). Se dice que la narración comienza in media res (en medio de la cosa) cuando empieza en la mitad de la historia y, por tanto, ésta debe contarse en gran medida a base de analepsias (Odisea, s. VIII a. C., Homero).
- Prolepsis (anticipación o flash-forward): se anticipan acontecimientos que, según el orden lineal de la historia, debieran contarse más tarde (Crónica de una muerte anunciada, 1981, Gabriel García Márquez; Memento, 2000, Christopher Nolan).
1.8. Disposición
En 2010, Peña Muñoz expresa que, para narrar o contar un relato, se puede hacer de muchas formas, empleando distintas características para poder entender la historia. Las narraciones pueden ser:
- La narración ab ovo: Es contar un relato desde el comienzo hasta su final, sin ninguna interrupción o recuerdo del pasado.
- La narración in medias res: Otra forma de disposición artística de los sucesos narrados, la disposición in medias res consiste en contar una novela donde el relato avanza hasta la mitad de la historia y luego se vuelve al pasado; estos sucesos sirven para entender mejor la obra y después se llega al final de la obra. Esto se conoce como disposición in medias res.
- La narración in extrema res: Esta clase de disposición es donde un determinado narrador, al contar una historia, empieza desde el final y, de repente, se transporta al pasado para contar hechos sucedidos, los mismos que sirven para entender el texto de la obra.
1.9. Los personajes
En 2006, Antonio Martín Infante y Javier Gómez Felipe, en sus apuntes de narratología ubicados en la página web del colegio Marista Colón (www.maristashuelva.es), se pronuncian: Son cada una de las personas y seres conscientes (reales o ficticios) que intervienen en la acción y viven los acontecimientos narrados. Nos interesa del personaje no solamente sus rasgos físicos (prosopografía), sino también sus rasgos de personalidad (etopeya) y poder conseguir como resultado final la mezcla de los dos (prosopopeya o retrato).
Los personajes tienen dos dimensiones:
- Funcional: son el motor de la acción al interactuar con el tiempo, el espacio y el resto de personajes.
- Caracterizadora: presentan una serie de rasgos y características que los definen y posicionan dentro de dicha acción.
Existen varios tipos de personajes:
Por su importancia en la acción:
- Principales: son aquellos que soportan la mayor parte del peso de la acción. Pueden ser protagonistas, coprotagonistas o antagonistas (Aquiles, Ulises y Héctor, Ilíada, s. VIII a. C., Homero). Son los protagonistas de la historia, por lo que se les presta mayor atención. Es en estos en los que se basa la narración y evolucionan a lo largo de la misma.
- Secundarios: tienen una participación menor y actúan como complemento de los principales (Patroclo, op. cit.). Participan en momentos importantes de la narración, pero su participación a lo largo de la historia es mucho menor que la del principal y suelen sustentarlos.
- Terciarios: también llamados comparsas o figurantes, ocupan una posición inoperante dentro de la progresión de la acción, aunque sí pueden contribuir a la ambientación y a la creación de verosimilitud (los ejércitos griego y troyano, op. cit.).
Por su naturaleza:
- Ficticios: personajes que no han existido en la vida real; es el caso de la gran mayoría de los personajes que intervienen en los textos narrativos (el Marqués de Bradomín, Sonatas, 1902-1905, Valle-Inclán).
- Históricos: personajes que han existido en la vida real (una gran parte de los personajes de la serie de Arturo Pérez Reverte El capitán Alatriste, 1996-2006: Quevedo, Velázquez, Felipe IV…).
- Simbólicos: significan algo independientemente de su propia existencia como personaje y encarnan una cualidad o valor que, en ocasiones, se percibe hasta en el propio nombre del personaje (Doña Perfecta, Doña Perfecta, 1876, Benito Pérez Galdós; Capitán América, 1941, Marvel Comics).
- Autobiográficos: el protagonista es también el narrador del relato (real: Andrés Hurtado, El árbol de la Ciencia, 1911, Pío Baroja, y Fidel Castro, El paraíso de los otros, 2004, Norberto Fuentes y Fidel Castro; o ficticio: Lázaro, El Lazarillo de Tormes, 1554, anónimo).
Por su profundidad psicológica:
- Planos o tipos: están poco elaborados y suelen comportarse siempre de la misma manera (Caperucita roja, el Lobo y la inmensa mayoría de los personajes de los cuentos populares; también los personajes de la Comedia del Arte italiana: Arlequín, Polichinela, Colombina; Supermán (1938, DC Comics).
- Redondos o caracteres: son contradictorios y difíciles de encasillar en actitudes prefijadas; poseen muchos rasgos o ideas y profundidad psicológica; contribuyen a crear tensión narrativa, hacen avanzar la acción y evolucionan a lo largo de la historia (Harry Haller, El lobo estepario, 1928, Herman Hesse; Batman, 1939, DC Comics; Spiderman, 1962, Marvel Comics).
- Colectivos: cuando se reúne un grupo de personajes que sólo puede ser explicado colectivamente (Epígonos del Parnaso Modernista, Luces de bohemia, 1920, Ramón del Valle-Inclán; el ejército espartano, 300, 1998, Frank Miller).
- Ambiente (o atmósfera): se refiere a las relaciones que se establecen entre los personajes y las coordenadas espacio-temporales en las que se desarrolla la acción narrativa. También podemos entenderlo como las circunstancias que rodean a los personajes. Es muy llamativo, por ejemplo, en las narraciones de terror, como los cuentos de Edgard Allan Poe (El pozo y el péndulo, 1842) o las leyendas de Gustavo Adolfo Bécquer (El monte de las ánimas, 1861).
2. La focalización
Es definida como la relación entre los elementos presentados y la concepción a través de la cual se presentan, entre la visión y lo que se ve, lo que se percibe, o sea, la perspectiva sensorial o ideológica a partir de la cual se presentan los sucesos y los personajes.
Es importante tener en cuenta también el aspecto más concreto de la focalización: el punto de vista se construye desde un lugar físico, ideológico, psíquico, etario, etcétera, que recorta un fragmento de realidad. Es el lugar del perceptor el que condiciona lo que se puede ver y lo que no. La perspectiva es, en este sentido, una limitación, como sucede en “Cielo de Claraboyas”, de la escritora argentina Silvina Ocampo, en el cual una narradora recuerda que, cuando era niña, miraba a través del techo de vidrio de la casa de una tía lo que sucedía en la casa de arriba: allí, una institutriz, enojada por las travesuras de una chiquilla, va encolerizándose progresivamente hasta que la mata.
3. El focalizador
Mieke Bal llama “focalizador” al sujeto de la focalización, al agente que percibe: éste constituye el punto desde el que se contemplan los elementos y puede corresponder a un personaje de la historia o estar fuera de ella; de esta manera, si los agentes que focalizan son personajes de la historia que se está narrando, se trata de una focalización interna; en cambio, cuando el agente que percibe está situado fuera de los hechos, esta focalización es externa.
El narrador en “La espera”, de Jorge Luis Borges, es un narrador externo a los hechos, no es un personaje de la historia; no obstante, la focalización en este relato es interna. El agente focalizador es el protagonista, que se ha adjudicado el nombre de Villari, porque es a través de sus percepciones como formamos conocimientos de la mayoría de los sucesos.
Desde el primer párrafo, cuando el personaje llega al barrio, la visión del lugar es la de alguien que lo observa por primera vez. La incertidumbre en relación con la apatía de la mujer que abre la puerta aproxima el foco perceptivo al del protagonista. Esta focalización se refuerza con ciertas evaluaciones, como la expresión “por fin”, que, a pesar de estar verbalizadas por el discurso del narrador, son propias del personaje que desea ocultarse, pasar desapercibido: “el cochero le ayudó a bajar el baúl, una mujer de aire distraído o cansado abrió por fin la puerta”.
Sin embargo, no siempre una misma focalización se mantiene a lo largo de un relato; también es posible que una focalización varíe.
4. La voz narrativa
La situación narrativa como situación de enunciación
Al estudiar la enunciación, Émile Benveniste define como propio de todo acto de comunicación la capacidad del locutor de plantearse como sujeto de la enunciación, esto es, de apropiarse del aparato formal de la lengua —las condiciones sintácticas, morfológicas, fonológicas y semánticas que el sistema lingüístico ofrece— para producir enunciados. En dichos enunciados, en primer lugar, el locutor se señala a sí mismo como sujeto, postula luego a otros sujetos como aquel a quien dirige su discurso y, finalmente, expresa una cierta relación con el mundo, un modo de referir.
El relato actualiza esta condición dialógica del lenguaje. En tanto acto verbal, supone una situación comunicativa completa en la que un sujeto se instala como locutor (narrador) y cuenta una historia a un narratario. Cuando se habla de situación narrativa, entonces, se hace referencia a la situación comunicativa representada en el relato, a la situación ficcional que se da entre narrador y narratario. Así entendida, situación narrativa duplica la situación comunicativa real en la que un autor destina un discurso (escribe un cuento) para un lector. Estos constituyentes (autor y lector) quedan fuera de la situación narrativa, del acto de comunicación que se concreta, en el relato, entre narrador y narratario.
Es el nivel de relato en el que puede analizarse el discurso del narrador. Éste inscribe, de manera más o menos evidente, su presencia a través de marcas que permiten identificarlo. Marcada o no su presencia, puede decirse que todo relato implica un “yo te cuento…” o “yo te digo…” en tanto el relato no puede concebirse si no como un acto de enunciación realizado por un sujeto y dirigido a otro.