El teatro renovador: Federico García Lorca y otros dramaturgos (Jacinto Grau, Alejandro Casona…)
El TEATRO RENOVADOR surge de una serie de autores que intentan renovar la escena española. Innovaba pero no gozaba del favor del público. Son intentos aislados que solo consiguen interesar a un auditorio muy reducido y selecto. Se desarrollaron en 2 grupos:
INTENTOS DE RENOVACIÓN DE LOS AÑOS 20
Formado por autores teatrales. Se centraron en un teatro intelectual y complejo que enlazará con las tendencias más renovadoras del panorama europeo del momento, aunque no llegará a alcanzar el triunfo. Dentro de ella, destacan:
- Alejandro CASONA: Comienza con «La sirena varada«, «Otra vez el diablo» y «Nuestra Natacha«. Durante la II república se aprecia la vocación pedagógica de su teatro. Sus mejores obras fueron escritas en el exilio.
- Jacinto GRAU: Creó un teatro poético con ribetes filosóficos y cierta exuberancia de imaginación que fracasó en España. Su obra se clasifica en 3 grupos:
- Obras trágicas: «El conde Alarcos» y «El hijo pródigo«.
- Obras de carácter político-social: «El tercer demonio» y «El señor de Pigmalión«.
- Obras dedicada al mito de don Juan: «Don Juan de Carillana» y «El burlador que no se burla«.
INTENTOS DE RENOVACIÓN TEATRAL DE LOS AÑOS 30
Formado por escritores y otros dramaturgos. Fue más consistente, ya que se propuso popularizar el teatro, asimilarlo a las vanguardias y dotarlo de fuerza poética. Todo esto se llevó a cabo con iniciativas culturales como «La Barraca» y las «Misiones Pedagógicas«. No obstante, estos intentos renovadores fracasaron. Forman parte de este grupo:
- Miguel de UNAMUNO: crea un teatro filosófico en el que presenta los problemas humanos que le obsesionaban. Destacan «Fedra» y «El otro«.
- José Martínez Ruíz – AZORÍN: que se mantiene en la línea de lo antirreal y simbólico, concediéndole importancia a la escenografía y al diálogo. Sus temas básicos son la búsqueda de la felicidad, el tiempo y la muerte. Destaca la trilogía «Lo invisible«.
- Ramón GÓMEZ DE LA SERNA: Escribió piezas breves, plagadas de elementos modernistas y dadaístas, como «Los medios seres«.
- Pedro SALINAS: Aunque su teatro corresponde al exilio destacan ‘El dictador‘ y ‘La cabeza del medusa‘.
- Rafael ALBERTI: Escribió un teatro vanguardista que evolucionó hasta un teatro comprometido («Fermín Galán«), utilizando un lenguaje simbólico, como en «El hombre deshabitado» (crisis del auto sacramental).
- Miguel HERNÁNDEZ: Se estrena con un auto sacramental en verso («Quién te ha visto y quién te ve y sombra de lo que eras«), al que siguen melodramas sociales.
- Max AUB: Utilizó técnicas vanguardistas y antirrealistas en obras como «Crimen» y «Espejo de avaricia«. Siguió escribiendo teatro en el exilio.
De este grupo hay que exceptuar a Federico GARCÍA LORCA, cuya renovación teatral sí contó con un público importante.
Nació en Fuente Vaqueros y se trasladó a Granada donde empezó Derecho, Filosofía y Letras. También vivió en Madrid. Su amistad con Salvador Dalí provocó su interés por la vanguardia catalana. Posteriormente viajó a Nueva York y, acto seguido, a Buenos Aires. Finalmente volvió a Granada, donde fue fusilado al comienzo de la Guerra Civil.
Es el creador del verdadero teatro poético, donde además de la palabra cobran importancia la música, la danza y la escenografía; configurando así un espectáculo total. Lleva a escena destinos trágicos, pasiones condenadas a la soledad o la muerte, amores marcados por la esterilidad. En bastantes obras estos temas aparecen encarnados en mujeres.
Tras sus comienzos en el TEATRO MODERNISTA (“María Pineda”), evolucionó hacia la FARSA (con “La zapatera prodigiosa”, entre otras), y hacia sus COMEDIAS “IMPOSIBLES” (de gran influencia surrealista, ).
Ya en su etapa de plenitud evolucionará hacia el DRAMA y la TRAGEDIA. En las tragedias lorquianas, el argumento tiene escasa importancia, y se desarrolla en un ambiente rural en el que las fuerzas naturales imponen un destino trágico para los personajes. En «Bodas de sangre» muestra el amor, la violencia, la muerte, las normas sociales que reprimen los instintos. En «Yerma«, en cambio, expone la esterilidad, la opresión de la mujer. Por último, «La casa de Bernarda Alba», desarrolla la lucha entre el principio de autoridad, encarnado en el personaje de Bernarda, quien dicta años de luto y reclusión para sus hijas por la muerte de su marido, y el principio de libertad, representado por Adela, la menor de las hijas.