Teatro anterior a 1939
En el teatro del primer tercio del siglo XX hay dos factores que influyen: por un lado, el elevado número de obras estrenadas y, por otro, la coexistencia de diferentes generaciones de dramaturgos. Distinguimos dos vertientes: el teatro comercial y el anticomercial.
1) Teatro comercial
Son obras convencionales que responden a los gustos de la burguesía dominante. Destacan las comedias y melodramas rurales de Jacinto Benavente; el teatro poético (dramas históricos en verso; por ejemplo, Eduardo Marquina, Las hijas del Cid) y el teatro cómico de Carlos Arniches y los hermanos Álvarez Quintero.
CARLOS ARNICHES: Cultiva el sainete de ambientación madrileña (pieza corta, cómica, que procede del entremés del Siglo de Oro) y crea la tragicomedia grotesca, que refleja los vicios de la sociedad de la época a través de la caricaturización de los personajes; así, escribe La señorita de Trévelez, obra en tres actos estrenada en el Teatro Lara de Madrid en 1916 o Los caciques (1920), que critica la corrupción en la España de aquel momento.
HERMANOS ÁLVAREZ QUINTERO: Cultivan sainetes de ambientación andaluza (Mañana de sol, 1905). También escriben comedias como Los galeotes (1900), premiada por la Real Academia, o Las de Caín (1908), de la que existe una versión para zarzuela.
JACINTO BENAVENTE: Funda en Madrid el Teatro Artístico, en el que colaborará Valle-Inclán. Abordó casi todos los géneros teatrales; así, escribe comedias de ambientación burguesa y dramas rurales como La malquerida (1913). Su obra más destacable es Los intereses creados (1907), que contiene una leve crítica contra la hipocresía de la sociedad burguesa. Recibe el Premio Nobel en 1922.
2) Teatro anticomercial
Está al margen de los gustos del público. Salvo Lorca, tuvo escaso seguimiento. Sus rasgos principales son el abandono del realismo, frente a Jacinto Benavente (El señor de Pigmalión, de Jacinto Grau); el teatro como cauce de reflexión filosófica (Unamuno, La venda; Azorín, Lo invisible); la recuperación de las formas primitivas de teatralidad (tragedias como Yerma, de Lorca; el auto sacramental El hombre deshabitado, de Alberti; la farsa, que cultivan Valle-Inclán y Lorca, Farsa y licencia de la reina castiza y La zapatera prodigiosa respectivamente).
2.1. Federico García Lorca
Es el principal dramaturgo de la Generación del 27. Las características comunes de su teatro son el tema de la frustración, que nace del choque entre el deseo de libertad, encarnado en personajes femeninos, y la realidad; la concepción del teatro como espectáculo total (música, danza); el empleo del verso, de la prosa y de un lenguaje intensamente poético. Su obra dramática consta de cuatro bloques:
Primeras obras: El maleficio de la mariposa (1921) y Mariana Pineda (1927), inspirada en la heroína liberal ejecutada por Fernando VII.
Farsas: Tragicomedia de don Cristóbal y la señá Rosita (1922), Retablillo de don Cristóbal (1928), La zapatera prodigiosa (1930) y Amor de don Perlimplín con Belisa en su jardín (1933).
Teatro experimental: Así que pasen cinco años (1931) y El público (1930), que proclama la ruptura con los convencionalismos.
Teatro mayor: Destaca su Trilogía dramática de la tierra española, formada por las tres tragedias Bodas de sangre (1933), Yerma (1934) y La casa de Bernarda Alba (1936), cumbre del teatro lorquiano y que no pudo ser estrenada ni publicada hasta 1945 en Buenos Aires, gracias a la iniciativa de la actriz española Margarita Xirgu.
2.2. Ramón María del Valle-Inclán
Es, junto con Lorca, el dramaturgo más reseñable y, sin duda, un autor adelantado a su tiempo, de tal manera que algunas de sus obras no fueron estrenadas hasta mucho tiempo después de su muerte. Su producción teatral se organiza en tres ciclos:
CICLO MÍTICO: Obras ambientadas en la Galicia arcaica, violenta y patriarcal. Destaca su trilogía Comedias bárbaras (1906-1922), que trata de la decadencia del linaje de los Montenegro (Cara de plata, Águila de blasón y Romance de lobos) y su obra Divinas palabras, publicada en 1919 y que supone la culminación del ciclo mítico, con una estética muy cercana a los esperpentos.
CICLO DE LA FARSA: Obras escritas en verso. Presentan una visión de la realidad deformada basada en la exageración caricaturesca de los personajes, por lo que se considera antecedente del género del esperpento que cultivará posteriormente. Entre sus farsas destacan las obras Farsa infantil de la cabeza del dragón (1909) y Farsa italiana de la enamorada del rey (1920).
CICLO DEL ESPERPENTO: Crea una nueva fórmula teatral, el esperpento, basada en la deformación sistemática de la realidad a través de la exageración de los rasgos de personajes a los que llega incluso a animalizar y a cosificar. Se vincula con el expresionismo europeo y con autores anteriores como Francisco de Quevedo. Destaca su trilogía Martes de carnaval (1930), que contiene una sátira del militarismo (Las galas del difunto, Los cuernos de don Friolera y La hija del capitán). La obra que mejor representa esta nueva fórmula teatral es Luces de bohemia (1920) y que no se estrenaría en España hasta 1970. Su protagonista es el poeta ciego y bohemio Max Estrella, cuya vida y muerte resulta ser una parábola trágica y grotesca de la imposibilidad de vivir en un país deforme, injusto y opresivo, como es la España del momento, degradada y llena de corrupción.