Teatro tradicionalista
Se distinguen 3 tendencias: la comedia burguesa, el teatro poético y el teatro cómico.
Comedia burguesa
El máximo representante fue Jacinto Benavente (1866-1954), un autor hegemónico durante casi medio siglo. Impuso un naturalismo levemente crítico. Una de sus obras es La malquerida (1913), pero su obra maestra es Los intereses creados (1907), en la que plantea las relaciones de dependencia entre idealismo y materialismo.
Teatro poético
Consistió en un drama basado en la historia nacional, impregnado de fuerte ideología tradicionalista y que utiliza con frecuencia el verso del teatro clásico español. Cultivaron esta tendencia Francisco Villaespesa y Eduardo Marquina.
Teatro cómico
Perseguía la risa del espectador. Gozaron del favor popular los hermanos Álvarez Quintero.
- Los hermanos Serafín (1871-1938) y Joaquín (1873-1944) Álvarez Quintero cultivaron la comedia de costumbres andaluza.
- Carlos Arniches (1866-1943), fue autor de sainetes. Estas piezas están ambientadas en un Madrid castizo, lleno de personajes ingeniosos y vulgares, con un lenguaje lleno de recursos humorísticos. A partir de La señorita de Trevélez, evolucionó hacia una tragedia grotesca, en la que lo cómico se mezcla con lo trágico para cristalizar en una caricatura de la hipocresía social.
- Para terminar está Pedro Muñoz Seca, creador del astracán, género que solo busca provocar la risa mediante situaciones disparatadas. Tal caso aparece en La venganza de Don Mendo.
Teatro renovador
Junto a este teatro tradicionalista, existió un teatro inspirado por las corrientes innovadoras europeas. Podemos distinguir el teatro de ideas y el teatro vanguardista.
Teatro de ideas
Vehículo de exposición y difusión de ideas, destacan Unamuno y Jacinto Grau.
- Unamuno escribió un teatro desnudo con acción esquemática y con personajes que suelen encarnar ideas o valores. Una de las piezas destacadas es Fedra.
- Jacinto Grau fue un dramaturgo de carácter intelectual.
Teatro vanguardista
Hubo un teatro experimental que sirvió para ensayar nuevas herramientas de representación escénica, pero que constituyó un rotundo fracaso las pocas veces que llegó a las tablas. Son exponentes de esta tendencia Azorín o Rafael Alberti. Consideración aparte merece el teatro poético de Alejandro Casona, autor de obras como Nuestra Natacha. La obra más celebrada de su exilio es La dama del alba.
Valle-Inclán y el esperpento
La producción dramática de Valle-Inclán anterior al esperpento puede ordenarse en 2 ciclos:
- Ciclo mítico: está formado por las Comedias bárbaras y Divinas palabras. El marco espacial de estas obras es una Galicia mítica, en la que imperan fuerzas primarias como la avaricia, que zarandean a los personajes.
- Ciclo de las farsas: constituye una transición del Modernismo al esperpento. Comienza con la farsa infantil La cabeza del dragón.
Teatro esperpéntico
Se inicia a partir de 1920 con Luces de bohemia. El esperpento es una estética antisentimental, basada en el distanciamiento irónico y en la distorsión grotesca de la realidad, afiladamente crítica en el terreno sociopolítico y recorrida por una indisimulada piedad hacia las víctimas de la opresión y la injusticia. Valle se propone obligar al espectador a reflexionar y juzgar impasiblemente los conflictos que se le presentan, para lo cual es necesario anular o atenuar la condición humana de los personajes que de este modo se convierten en muñecos, animales, objetos o sombras. Valle se inspiró en múltiples fuentes para dar forma al esperpento: en los movimientos rígidos y exagerados de los títeres de guiñol, en la deformidad figurativa de la corriente expresionista, en la sátira violenta (Quevedo) y plástica (Goya). Tras Luces de bohemia, solo concedió la categoría de esperpentos a 3 breves piezas reunidas bajo el título polisémico Martes de Carnaval como Las galas del difunto.
Federico García Lorca, de la farsa a la tragedia
Hay algunos aspectos que vinculan la inspiración teatral de García Lorca con la de Valle-Inclán. Se trata de su interés por la farsa y de su apego al teatro de guiñol y los títeres de cachiporra. A Lorca le desagradaba la truculencia del esperpento, de manera que cuando escribe su primer drama histórico, Mariana Pineda, opta por un tratamiento lírico, romántico, de la heroína liberal que fue ejecutada por bordar una bandera.
Las farsas
Lorca escribió 2 farsas para muñecos y 2 para actores. Para muñecos son: La tragicomedia de Don Cristóbal y el Retablillo de Don Cristóbal. La primera critica el medio ante los opulentos y reclama el derecho a comportarse con autenticidad. En la segunda farsa hay elementos grotescos que proceden del esperpento valleinclanesco. Las farsas para actores, La zapatera prodigiosa y Amor de Don Perlimplín con Belisa en su jardín, tratan el tema del amor bastardeado por los intereses sociales.
Dramas vanguardistas
En Estados Unidos escribió dramas vanguardistas como Así que pasen cinco años y la pieza surrealista El público. En la primera reelabora el tópico del carpe diem (goza del presente). En El público defiende la plena realización del deseo individual, frente a las convenciones de la sociedad. Es un alegato a favor de la homosexualidad.
Tragedias
La cima de la producción teatral de Lorca la forman las tragedias escritas entre 1933 y 1936: Bodas de sangre, Yerma y La casa de Bernarda Alba. Comparten el protagonismo de la mujer y el tema de la represión que sobre su amor y su sexualidad ejerce la moral establecida. En ellas Lorca se propone conmover al espectador y poner en tela de juicio sus convicciones.
- En Bodas de sangre, el conflicto entre una boda por intereses económicos y una pasión amorosa auténtica. Aparecen personajes simbólicos como la muerte y la luna, lo que quiebra el realismo de la obra y la transporta a una dimensión mítica.
- En Yerma, el choque entre deseo y represión moral se traslada al terreno de la maternidad.
- La casa de Bernarda Alba es una crítica de la represión de los afectos y del instinto sexual, y es una denuncia de todas las tiranías que despojan a los seres humanos de su albedrío.