El Siglo XVII: Crisis y Transformación en Europa
El siglo XVII, conocido como el Siglo de Hierro, fue una época de diversas calamidades en Europa. Mientras que en Francia y España se consolidaba la monarquía absoluta, con el poder concentrado en manos del rey, en Holanda e Inglaterra la burguesía crecía en importancia y los parlamentos controlaban el poder real.
En España, este siglo estuvo marcado por una profunda crisis: inestabilidad económica, decadencia agrícola, la independencia de Portugal, guerras exteriores con pérdida de posesiones en Europa, y el fin de la dinastía de los Austrias. La burguesía perdió influencia, mientras que la nobleza y el clero acaparaban las tierras. La miseria se extendió, el bandolerismo se convirtió en un fenómeno común en las ciudades, y creció el número de parados, mendigos, pícaros y ladrones. Esta conciencia de crisis se reflejó en la literatura de la época, motivando el pesimismo y el desengaño típicos del Barroco.
El Barroco: Una Nueva Concepción del Mundo
El término Barroco designa la cultura característica del siglo XVII. En esta época predomina una concepción negativa del mundo, que aparece como caos, desorden y confusión. A los ideales renacentistas les sucedieron la frustración y el desencanto. La vida está regida por la idea de la muerte, el tiempo lo destruye todo, y la realidad es ilusión y apariencia. La brevedad de la vida, la caducidad de las cosas y la fugacidad de lo terreno explican la idea barroca por excelencia: el desengaño.
El pesimismo barroco se manifiesta de diversas formas: la sátira, la evasión, la diversión. La literatura proporciona ejemplos de estas variadas actitudes barrocas.
La estética barroca prefiere el movimiento, el dinamismo, el contraste, la luz y las sombras. En arquitectura, las líneas curvas sustituyen a las rectas; en escultura, las figuras se representan con ropajes agitados; y en pintura, las masas de color sustituyen a las líneas. En la literatura, el lenguaje sencillo, la armonía y el equilibrio renacentistas se ven quebrados por el uso de expresiones brillantes, ideas ingeniosas y agudezas complicadas.
Culteranismo y Conceptismo: Dos Corrientes Literarias
El Culteranismo y el Conceptismo son las dos tendencias estilísticas dominantes en la literatura barroca española. En ambas tendencias se rompe el equilibrio clásico entre forma y contenido.
Conceptismo
Se basa en las asociaciones ingeniosas de palabras o ideas. Se tiende a un lenguaje lleno de contenido, jugando con los significados de las palabras y con sus relaciones más insospechadas. Los recursos más utilizados son las figuras semánticas. Los escritores más notables son Quevedo y Baltasar Gracián.
Culteranismo
Considera ante todo la belleza formal. Sobresale en los culteranos la ornamentación exuberante. Los temas pueden ser sin importancia, pero se utiliza un estilo esplendoroso que desea llamar la atención sobre el lenguaje mismo. Se emplean recursos fónicos, la sintaxis se complica con giros procedentes del latín, creando así una espectacular lengua poética característica de Góngora y sus continuadores.
La Poesía Barroca: Auge y Declive
La poesía barroca tuvo un enorme desarrollo en el siglo XVII. Se cultivó no solo la poesía lírica y la poesía épica, sino que también la poesía dramática cobró importancia. Las obras teatrales escritas en verso popularizaron la poesía, que también se difundía oralmente en las universidades. El desarrollo de la imprenta contribuyó a la divulgación de los textos poéticos, acompañados de grabados o ilustraciones.
Las últimas décadas del siglo XVII muestran un claro decaimiento, sin autores de relieve, que se prolongaría durante el siglo siguiente, dando lugar a un largo periodo de decadencia, no solo de la poesía, sino de la literatura en general, debido al declive general del país.
En cuanto a los temas, los poetas culteranos preferían los motivos de la mitología clásica. Sin embargo, la poesía barroca era muy diversa, abarcando temas como el amor, las reflexiones morales, los problemas existenciales, la historia, la naturaleza, las costumbres y las anécdotas. Los tres poetas más destacados son Góngora, Quevedo y Lope de Vega.
Luis de Góngora
Luis de Góngora y Argote nació en Córdoba en 1561, en una familia acomodada y culta. Estudió leyes en Salamanca y, de vuelta a Córdoba, siguió la carrera eclesiástica. Viajó en misiones eclesiásticas y sus poemas lo hicieron famoso. Se instaló en Madrid en 1617, siendo ya considerado el mejor poeta de su tiempo. Amante de la vida lujosa y aficionado al juego, se vio acosado por las deudas. Enfermo, regresó a Córdoba en 1626, donde murió al año siguiente.
Ha pasado a la posteridad como un hombre adusto, sombrío y orgulloso. Son famosas sus enemistades; con Quevedo cruzó insultos, y atacó a Lope de Vega, quien respondió a su vez, aunque dejando entrever su admiración por el escritor cordobés.
Su producción poética consta de tres obras mayores:
- Fábula de Polifemo y Galatea: Culminación del estilo culterano. Sus más de 600 octavas reales desarrollan el mito clásico del cíclope Polifemo enamorado de la ninfa Galatea. La lengua es difícil, pero la sintaxis no alcanza la complejidad de sus Soledades.
- Soledades: Consta de 2000 versos agrupados en silvas. Esta forma métrica le permite al poeta mayor libertad sintáctica, dando lugar a una lengua complicada en la que el culteranismo llega al límite. El tema es el canto a la vida natural y el desdén de las ambiciones cortesanas («beatus ille»). Las Soledades son una sucesión de escenas pastoriles, églogas, en el entorno de una naturaleza estilizada («locus amoenus»).
- Fábula de Píramo y Tisbe: Un larguísimo romance que resume las características de la poesía gongorina: la tendencia al cultismo, el gusto por lo popular, la visión burlesca de la realidad, la reflexión juiciosa, el refinamiento exquisito y la expresión vulgar. Este poema trata un asunto mitológico.
Las letrillas y otras poesías de arte menor de Góngora eran muy conocidas en su época. En ellas se percibe al escritor culto; a veces tienen un tono serio y tratan un tema grave, pero son usuales los textos de carácter humorístico o satírico, en los que se utilizan chistes y alusiones desvergonzadas.
Con los romances de Góngora, el romancero nuevo alcanza sus mayores cimas.