El Siglo de Oro Español: Literatura, Arte y Cultura en los Siglos XVI y XVII

Por Siglo de Oro se entiende la época clásica o de apogeo de la cultura española, esencialmente el Renacimiento del siglo XVI y el Barroco del siglo XVII. Ciñéndose a fechas concretas de acontecimientos clave, dicho período abarcaría desde la publicación de la Gramática castellana de Antonio de Nebrija (1492) hasta la muerte de Calderón de la Barca (1681). El punto más alto de este apogeo se encuentra en la obra de Miguel de Cervantes y Lope de Vega.

Contexto Histórico y Social

La elección de 1492 no es casual: en ese año termina el poder político musulmán en la Península con la conquista del Reino de Granada, aunque una minoría morisca seguirá siendo tolerada en Castilla, Aragón y Andalucía hasta el reinado de Felipe III. Por otra parte, se expulsa a los judíos que no se cristianizan y estos fundan colonias hispanas por toda Europa, Asia y Norte de África, donde siguen cultivando su lengua y escribiendo literatura en castellano, produciendo figuras notables, como el economista y escritor José Penso de la Vega, Miguel de Barrios o Manuel de Pina. El afán guerrero fraguado a partir de siglos de Reconquista medieval desborda el cauce peninsular y se proyecta sobre la América recién descubierta y Europa, en lo que el prestigioso historiador francés Pierre Vilar calificaría como «la gesta más extraordinaria de la historia de la Humanidad». Los Reyes Católicos articulan con su unión dinástica un estado fuerte, cuyos éxitos son envidiados por historiadores de la época como Nicolás Maquiavelo, pero controlado ideológicamente por una muy dura Inquisición.

A finales del siglo XVIII, la expresión «Siglo de Oro», con la que Lope de Vega aludía al suyo y que suscitaba la admiración de Don Quijote en su famoso discurso sobre la Edad de Oro, ya se había popularizado. En el siglo XIX la terminó de consagrar el hispanista norteamericano George Ticknor en su Historia de la literatura española, aludiendo al famoso mito de la Teogonía de Hesíodo en que hubo una serie de edades de hombres de distintos metales cada vez más degradados.

Esplendor Cultural y Artístico

Fue un periodo de gran florecimiento político y económico en España, que alcanzó un gran renombre y prestigio internacional. Durante esta época todo lo «nuevo» en Europa venía de España y era imitado con gusto y aplicación; se puso de moda saber la lengua española (véase Hispanismo). Se desarrollan en especial la literatura, las artes plásticas, la música y la arquitectura. Los centros de mayor importancia cultural son las Universidades de Salamanca, Alcalá de Henares y Sevilla, así como ciudades como Sevilla, la más grande de la época, donde afluían todas las riquezas y novedades de América y los comerciantes y banqueros más importantes de Europa (también la delincuencia internacional, atraída por tal riqueza), y Toledo, Valencia y Zaragoza. Los metales preciosos, las perlas y las esmeraldas desarrollaron notablemente, aparte del arte de la orfebrería, también las del lujo, aunque la mayor parte de esa riqueza marchó a Europa para pagar las costosas guerras que imponían las ambiciones imperiales de los Austrias.

Avances en el Humanismo y las Ciencias

En el terreno del humanismo, su cultivo fue más extenso que profundo y de matiz más divulgativo que erudito, a pesar de que la filología ofreció testimonios eminentes como la Biblia políglota complutense o la Biblia de Benito Arias Montano. En el ámbito científico hubo avances importantes en Lingüística (Francisco Sánchez de las Brozas y su Minerva; las numerosas gramáticas de lenguas indias realizadas por los misioneros), Geografía, Cartografía, Antropología y Ciencias naturales (Botánica, Mineralogía, etc.), como consecuencia del descubrimiento de América. Hubo también figuras eminentes en Matemáticas (Sebastián Izquierdo, Juan Caramuel, Pedro Nunes, Omerique, Pedro Ciruelo, Juan de Rojas y Sarmiento, Rodrigo Zamorano), Física, Medicina y Farmacología (Andrés Laguna).

Influencia en la Literatura Universal

España produjo en su edad clásica algunos rasgos característicos que fueron muy influyentes en el desarrollo ulterior de la Literatura Universal. Entre ellos, fue fundamental el desarrollo de una corriente realista y popularizante, tal como se había venido fraguando durante toda la Edad Media peninsular, como contrapartida crítica al excesivo, caballeresco y nobilizante idealismo del Renacimiento. Se crean géneros tan naturalistas como el celestinesco (Tragicomedia de Calisto y Melibea de Fernando de Rojas, Segunda Celestina de Feliciano de Silva) y el picaresco (Lazarillo de Tormes, anónimo; Guzmán de Alfarache, de Mateo Alemán). A esta vulgarización literaria corresponde una subsecuente vulgarización de los saberes humanísticos mediante los populares géneros de las misceláneas o silvas de varia lección, que fueron muy leídas y traducidas en toda Europa, y cuyos autores más importantes son Pero Mexía, Luis Zapata, Antonio de Torquemada, etc.

El Teatro del Siglo de Oro

A esta tendencia anticlásica corresponde también la fórmula de la comedia nueva creada por Lope de Vega y divulgada a través de su Arte nuevo de hacer comedias en este tiempo (1609): una explosión inigualable de creatividad dramática acompañó a sus discípulos, que quebrantaron como él las unidades aristotélicas de acción, tiempo y lugar. Todos los autores dramáticos de Europa acudieron luego al teatro clásico español del Siglo de Oro en busca de argumentos y como una rica almoneda y cantera de temas y estructuras modernas cuyo pulimento les ofrecerá obras de carácter clásico.

Muchos de estos temas provenían de la rica tradición medieval pluricultural, árabe y hebrea, del Romancero y de la impronta italianizante de la cultura española, a causa de la presencia política del reino español en la península itálica durante largos siglos. Por otra parte, géneros dramáticos como el entremés introdujeron también la estética realista en los corrales de comedias, y aun la comedia de capa y espada tenía su representante popular en la figura del gracioso.

El Barroco: Una Nueva Estética

A esta corriente de realismo popularizador sucedió una reacción religiosa, nobiliaria y cortesana de signo Barroco que también hizo notables aportaciones estéticas, correspondiendo a una época de crisis política, económica y social. Al lenguaje claro y popular del siglo XVI, el castellano vivo, creador y en perpetua ebullición de Bernal Díaz del Castillosin afectación alguna escribo como hablo, y solamente tengo cuidado en escoger las palabras que mejor indican lo que quiero decir», escribía Juan de Valdés) le sucede el de un Góngora o un Saavedra Fajardo. Resulta, pues, que la literatura del Renacimiento de hace cinco siglos es más legible que la lengua del Barroco de hace cuatro.

La lengua literaria del Barroco se enrarece con las estéticas del Conceptismo y del Culteranismo, cuyo fin era elevar lo noble sobre lo vulgar, intelectualizando el arte de la palabra. La literatura se transforma en una especie de escolástica, en un juego o un espectáculo, y las producciones moralizantes y por extremo ingeniosas de un Francisco de Quevedo y un Baltasar Gracián distorsionan la lengua, aportándole más flexibilidad expresiva y una nueva cantera de vocablos (cultismos). El lúcido Calderón de la Barca crea la fórmula del auto sacramental. A fines del siglo XVI se desarrolla notablemente la mística, con figuras señeras como San Juan de la Cruz, Fray Luis de León o Santa Teresa de Jesús, para entrar en el siglo XVII en decadencia tras una última corriente innovadora, el Quietismo de Miguel de Molinos.

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