El secreto de la santidad: Un análisis de San Manuel Bueno, mártir

San Manuel Bueno, mártir: Resumen y Análisis

PRIMERA PARTE

El Párroco de Valverde de Lucerna

Ángela Carballido narra los recuerdos de don Manuel, su padre espiritual, motivada por el proceso de beatificación iniciado por el obispo de Renada. Don Manuel, párroco de Valverde de Lucerna, era un hombre alto, delgado y erguido, con profundos ojos azules. Amado por todos, especialmente por los niños.

Ángela evoca su infancia, marcada por la temprana muerte de su padre y la influencia de los libros que él dejó. Su hermano Lázaro, desde América, financió su educación en un colegio de religiosas. A pesar de su deseo de ser maestra, la pedagogía no fue su camino.

La Fama de Santo

La fama de santidad de don Manuel llegaba hasta el colegio. Su madre, las religiosas y una amiga íntima le transmitían noticias y pedían recuerdos del párroco. Sin embargo, Ángela perdió el contacto con esta amiga a pesar de las promesas de mantenerse informadas sobre la vida de don Manuel.

El Retorno a Valverde de Lucerna

A los 15 años, Ángela regresó a Valverde de Lucerna, ansiosa por reencontrarse con don Manuel. Se decía que había entrado al seminario para ayudar a su hermana viuda, pero abandonó una prometedora carrera para dedicarse a su parroquia. Don Manuel se destacaba por su amor y bondad hacia todos. Ángela recuerda la anécdota de Perote, un aldeano al que convenció para casarse con su exnovia, quien había regresado con un hijo. Perote adoptó al niño, y este se convirtió en su apoyo en la vejez.

Milagros y Ayuda a los Necesitados

Don Manuel realizaba curaciones a enfermos en la noche de San Juan, y su fama de milagrero se extendía. Sin embargo, él negaba tener licencia del Obispo para realizar milagros. Se preocupaba por la higiene y el bienestar de todos, incluso les proporcionaba ropa si la necesitaban. Sentía especial afecto por Blasillo, cuya prodigiosa voz conmovía a la gente al recitar las palabras de Cristo en el Evangelio del Viernes Santo.

La Resurrección de los Muertos y el Trabajo Manual

Durante el Credo, la voz de don Manuel se callaba al llegar a la resurrección de los muertos. Ángela, al conocer su secreto, lo veía como un caudillo desfallecido. Don Manuel detestaba la ociosidad y se mantenía ocupado en trabajos manuales, como tallar tablas del viejo nogal del pueblo y hacer juguetes para niños.

El Misterio de la Muerte y la Alegría de Vivir

Don Manuel acompañaba al médico y se interesaba por los embarazos. La muerte de un recién nacido, un niño o un suicidio eran misterios terribles para él. Enterraba a los suicidas en suelo sagrado, convencido de su arrepentimiento. También ayudaba al maestro y participaba en las fiestas. Para él, la alegría de vivir era fundamental, y la muerte era lo último que se debía desear. Ángela comprendió que su alegría ocultaba una profunda tristeza.

La Soledad y el Monasterio

A pesar de su actividad, don Manuel temía la soledad, pero a veces paseaba por las ruinas del monasterio. Al ser preguntado por qué no había elegido la vida contemplativa, respondió que la soledad le mataría el alma.

SEGUNDA PARTE

El Regreso de Ángela y la Confesión

Don Manuel recibió a Ángela con entusiasmo y se interesó por Lázaro. El miedo paralizó a Ángela en su primera confesión, pero don Manuel la ayudó. La instó a contarle sus inquietudes como si hablara con su hermano. Ángela sintió lástima maternal por él y comenzó a acudir al confesionario para consolarlo.

Las Dudas y el Catecismo

Ante las dudas de Ángela, don Manuel respondía: “A eso, ya sabes, lo del Catecismo”. Ángela intuyó que él no creía en el demonio. Al regresar a casa, la voz de Blasillo resonó en su mente, haciéndola llorar. Su madre pensó que podría ser monja, pero Ángela respondió que su convento era el pueblo.

El Cielo y el Infierno

Ángela se atrevió a preguntarle si existía el infierno. Don Manuel respondió que para ella no, y le dijo que creyera en el cielo que veía. Ante la insistencia de Ángela, don Manuel zanjó el tema con tristeza, diciendo: “Se ha de creer todo lo que enseña la Santa Madre Iglesia”.

El Afecto Maternal y el Regreso de Lázaro

Ángela se convirtió en la ayudante del párroco. Un viaje a la ciudad le hizo sentir que don Manuel la necesitaba, confirmando su afecto maternal hacia él. A los 24 años, Lázaro regresó de América con la intención de llevarlas a la ciudad. Inicialmente crítico con la influencia de don Manuel, Lázaro acabó reconociendo su labor y sintiendo curiosidad por él.

La Enfermedad de la Madre y la Promesa de Lázaro

La madre de Ángela enfermó de muerte. Don Manuel hizo jurar a Lázaro que rezaría por ella. Lázaro prometió hacerlo entre lágrimas, y la madre murió en paz. Comenzaron los paseos y conversaciones entre don Manuel y Lázaro, quien intuía un secreto en el alma del sacerdote.

La Falsa Conversión de Lázaro

Lázaro cumplió su promesa y asistió a misa, haciendo creer al pueblo que se había convertido. Durante la comunión, la Sagrada Forma cayó de la mano de don Manuel, y Lázaro la recogió. En casa, Ángela lo abrazó, pero Lázaro confesó que había fingido su conversión a petición de don Manuel, quien creía que la verdad atormentaría a la gente sencilla.

La Confesión de Don Manuel

Ángela, llena de dudas, vio a Lázaro como un apóstol del consuelo. Temerosa de quedarse a solas con don Manuel, lloraron juntos en el confesionario. Don Manuel le pidió que confirmara su fe, y ella lo hizo. Él, a su vez, no pudo mentir y dijo: “Hay que vivir y dar vida”. Le aconsejó casarse para aliviar sus angustias. Don Manuel le pidió la absolución, y ella se la concedió.

El Suicidio y el Aburrimiento de Vivir

Don Manuel confesó a Lázaro su lucha contra la tentación del suicidio, heredada de su padre. Explicó que su vida había sido un lento suicidio, y que ayudando a morir a otros había comprendido que la enfermedad de la muerte es el aburrimiento de vivir. Compartió con Lázaro la belleza intemporal de la naturaleza.

Las Supersticiones y el Consuelo

Don Manuel defendió las supersticiones populares, argumentando que era mejor creer en algo que en nada. Lo importante era encontrar consuelo. Paseando junto al lago, con lágrimas en los ojos, dijo que el agua rezaba.

El Sindicato Católico Agrario y el Opio del Pueblo

Lázaro propuso crear un sindicato católico agrario, pero don Manuel rechazó la idea. Para él, la religión no buscaba resolver problemas económicos, sino ofrecer consuelo y la ilusión de una finalidad en la vida. Si la religión era el opio del pueblo, estaba bien darles opio para que durmieran y soñaran.

La Última Semana Santa y el Pecado Original

Don Manuel se debilitaba. Su voz temblaba, y Blasillo ya no reía. Durante su última Semana Santa, al dar la comunión a Lázaro, le susurró: “No hay más vida eterna que esta…”. A Ángela le dijo: “Reza, hija mía, reza por nosotros… y también por nuestro señor Jesucristo”. Al día siguiente, Ángela le preguntó cuál era su pecado, y él respondió con una cita de Calderón de la Barca: “El delito mayor del hombre es haber nacido”.

La Muerte de Don Manuel y Blasillo

Antes de morir, don Manuel pidió ser enterrado en las tablas del nogal. Como un nuevo Moisés, le encargó a Lázaro guiar a sus fieles hacia el paraíso prometido, y a Ángela, rezar por todos. En la iglesia, impedido por la parálisis, pidió a los fieles que rezaran por el reencuentro en la vida eterna. Impartió la bendición y murió junto a Blasillo, mientras el pueblo rezaba.

El Culto a Don Manuel y la Fe de Lázaro

Tras su muerte, se formó un culto en torno a la tumba de don Manuel. Lázaro comenzó a escribir sus recuerdos, agradecido por la fe en la alegría de vivir que le había dado el párroco. Explicó que hay dos tipos de hombres peligrosos: los que creen en la vida eterna y atormentan a los demás, y los que no creen y niegan el consuelo a los demás.

La Muerte de Lázaro y la Soledad de Ángela

El nuevo párroco llegó alterado por la fama de santidad de don Manuel. Lázaro y Ángela lo ayudaron a seguir sus pasos. Lázaro pasaba horas junto a la tumba, extrañando cada vez más a don Manuel. Ángela lo animaba con las palabras del cura, pero el consuelo de los demás no era suficiente para quien no creía en el más allá. Lázaro murió, preocupado por que el pueblo descubriera el secreto de don Manuel. Ángela le recordó que el pueblo entiende de obras, no de palabras.

La Verdad de Don Manuel y la Fe de Ángela

Sola, Ángela, envejecida, reflexionó sobre la vida y la muerte de don Manuel y Lázaro. Concluyó que ambos murieron creyendo no creer, y que don Manuel la había ganado para la fe con la verdad. Quizás, en el último instante, ambos murieron creyendo.

La Nieve y los Recuerdos

A los 50 años, Ángela, cubierta por la nieve, escribía sus memorias, sin distinguir entre la realidad y el sueño. Ignoraba si los demás creían o dudaban, pero sabía que vivían. Calló el secreto de don Manuel ante el obispo, temiendo a la autoridad de la Iglesia.

Epílogo del Autor

Unamuno defiende la autonomía de sus personajes, afirmando que quizás tengan alma inmortal. Justifica el secreto de don Manuel y Lázaro, argumentando que la verdad no habría sido comprendida por el pueblo. Pide disculpas por la falta de acción en el relato, que refleja la vida sencilla de las almas que viven más allá de la fe y la desesperación.

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